La potencia exportadora de China coincide con una deflación interna

El dato estratégico central del fenomenal crecimiento chino de las décadas del ´90 y el 2000 fue que mientras el PBI se expandió 10%/11% anual, el consumo doméstico aumentó sólo 6%/7% en el año.
Por eso, la tasa de ahorro doméstico creció hasta alcanzar 49% del PBI, el nivel más alto del mundo.
Esto atrajo una oleada de inversiones de las grandes empresas transnacionales cuyas ganancias fueron excepcionales, porque en la relación capital-trabajo, el primero creció 3 o 4 veces por encima del segundo.
Por eso es que China creció durante 40 años a una tasa promedio de 9,9% anual, el periodo más prolongado a la tasa más elevada de la historia del capitalismo.
Este extraordinario ascenso histórico adquirió un carácter verdaderamente explosivo a partir del momento en que la República Popular – patrocinada por EE.UU. – se incorporó a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001.
A partir de ese momento sus exportaciones crecieron 30% anual.
Esto hizo que un país de 1.440 millones de habitantes, que tenía los niveles de ingresos del África Subsahariana en 1960, se convirtiera en la segunda economía del mundo en 2009.
Hay que agregar un segundo dato estratégico de especial relevancia, el grado extremo de desinversión que existía en China en 1978, cuando el líder de entonces Deng Xiaoping volcó el país al capitalismo y a la globalización.
Esto ocurrió después de 15 años de guerra anti-japonesa, de dos décadas de guerra civil, y de 10 años de “revolución cultural”, que la dejaron convertida en una verdadera tierra arrasada.
En ese momento (1978), China era un país con una población suficientemente educada, pero carente en absoluto de todo tipo de inversiones en los distintos planos de la actividad económica y en las más diversas regiones del país.
Hoy la situación de la economía china es exactamente la contraria: hay un extraordinario exceso de capacidad productiva, sobre todo manufacturera, que se manifiesta internamente en una caída sistemática del nivel de precios, que adquiere características deflacionarias; y externamente el superávit de cuenta corriente trepó a 13%/15% del producto entre 2009 y 2025.
Según el Fondo Monetario Internacional esto fue consecuencia de una política industrial destinada a crear una maquina manufacturera exportadora que la llevó a invertir 4,4% del producto por año, a los que hay que agregar 2 puntos más de productividad que el sistema pierde anualmente. Aun así ésto le permite a la República Popular concentrar más de la mitad de las exportaciones mundiales y más de 70% de las manufactureras.
Para enfrentar la recesión provocada por la pandemia la respuesta china fue desatar un proceso extraordinario de inversión en infraestructura, en la que invirtió más de 6 puntos del producto en sólo 2 años. Esto produjo un gigantesco proceso de urbanización y de construcción de viviendas. De esa manera el crecimiento económico se mantuvo, aunque reducido a la mitad de los asombrosos niveles de 2001/2010.
Cuando se hacen cargo del poder en 2012 Xi Jinping y la 5° Generación, el acento se coloca en la inversión manufacturera y se la concentra en un pequeño grupo de sectores de las denominadas “industrias del futuro” propias de la 4° Revolución Industrial: vehículos eléctricos y automatizados, y en general las actividades de la alta tecnología. Todo esto produjo una extraordinaria, históricamente única, máquina de producción exportadora, que resultó prácticamente imbatible en el comercio internacional y obligó a retroceder al resto de las industrias nacionales. En primer lugar a EE.UU, al que sometieron a un agudo proceso de desindustrialización.
Internamente, este exceso de capacidad, sobre todo en los sectores de alta tecnología, desató una auténtica guerra de precios con una multiplicación de protagonistas fallidos.
Por eso, la economía china sobre todo en el aspecto industrial parece experimentar un proceso de deflación aguda, pero que no es más que la contracara de la excepcional expansión de la máquina manufacturera exportadora, la primera del mundo. Al mismo tiempo es responsable de un superávit comercial de U$$ 1,4 billones, equivalente a 13% del producto, que constituye de lejos el mayor desequilibrio del sistema mundial en 2025.
La forma de resolver esta paradójica situación está a la vista y consiste en aumentar en gran escala el consumo doméstico, a través del re-direccionamiento de las gigantescas inversiones que hoy se realizan en la industria manufacturera exportadora. Pero ésto que parece simple es difícil de hacer por la magnitud de los intereses creados en defensa del status quo en todos los sectores y regiones de la segunda economía del mundo.
De ahí la extraordinaria importancia que tiene la asociación con EE.UU. que está en marcha en el momento actual, cuya característica estructural es exactamente la contraria a la que tiene China: posee un déficit comercial de US$ 1,4 billones y ha experimentado en los últimos 15 años un agudo proceso de desindustrialización.
Este es el nudo de la cuestión y el contenido esencial del pacto de cooperación/asociación que ha establecido con la superpotencia norteamericana, a través de un diálogo directo entre Donald Trump y Xi Jinping.
Clarin