¡Trump en el paraíso!

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¡Trump en el paraíso!

¡Trump en el paraíso!

La recepción de Carlos III a Donald Trump en el Castillo de Windsor está resultando un auténtico paraíso para el presidente norteamericano, que disfruta de los salones dorados, la pompa del carruaje real y los caballos de los regimientos reales y de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas marchando al unísono.

Hay protestas en el extranjero —en Windsor y también en Londres—, pero nada de esto preocupa a Trump, ni siquiera el vídeo donde aparece con Epstein. Hay una enorme lista de solicitudes de visitas de Estado al Reino Unido, pero la suya ha sido la principal. Rara vez un jefe de Estado recibe tales honores. Están en juego miles de millones de dólares en acuerdos entre ambos países, además de Ucrania y Gaza.

Con Isabel II en el Palacio de Buckingham, toda la pompa y grandeza que da a la Casa Real de Windsor su brillo y majestuosidad se perdió durante la primera visita de este presidente estadounidense. Esta vez, fue una maravilla. Desde el principio, se instaló en el Castillo, algo poco común, al igual que su séquito más cercano; esta circunstancia por sí sola lo cautivó.

La Casa Blanca es hermosa, pero encaja en un patio del Castillo de Windsor, que tiene cientos de habitaciones, dormitorios y otras divisiones: fue el sueño de Donald Trump hecho realidad. Y con razón. Es como un niño en una feria de vanidades.

Los textos de esta sección reflejan las opiniones personales de los autores. No representan a VISÃO ni reflejan su postura editorial.

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