El pueblo de Segovia que nos da la mejor bienvenida a las Hoces del Duratón y es perfecto para visitar en otoño

A poco más de hora y media de Madrid, Sepúlveda destaca como uno de los pueblos con más encanto de la zona. Y no solo por el aire medieval que conservan sus calles, también por el entorno que lo rodea, uno de los paisajes más espectaculares de Castilla y León, el Parque Natural de las Hoces del río Duratón.
El rico patrimonio de esta localidad segoviana tiene una explicación sencilla, su larguísima historia. Nació como castro celtíbero de los arévacos, tuvo una vida activa en época romana (con restos arqueológicos que así lo demuestran) y conserva una gran necrópolis visigoda con más de 600 sepulturas. La primera mención escrita de la villa aparece en la Crónica de Alfonso III, que relata cómo fue despoblada en tiempos de Alfonso I, aunque siempre mantuvo un pequeño núcleo rural en su entorno.
Hoy, el corazón de la ciudad es la Plaza Mayor, donde destaca el edificio que acoge a su conocido reloj. Sobre él descansas las siete llaves de la ciudad, aquellas que un día abrían las 7 puertas que tenía su muralla (de la que todavía quedan algunos restos) y a las que Machado dedicó algunos versos. Desde allí, perderse por sus callejuelas es descubrir iglesias románicas como El Salvador, la más antigua de toda la provincia, o asomarse a miradores que ya empiezan a adelantar lo que vendrá después: los cañones del Duratón.
Un entorno privilegiadoSi Sepúlveda tiene una larga historia, el paisaje que ha creado el río Duratón tiene bastante más. Durante siglos, este río que parece tan apacible y tranquilo ha ido esculpiendo un cañón profundo con paredes de más de 100 metros de altura en algunos puntos. Esas paredes verticales junto al color ocre de la roca y la verde vegetación que lo rodea crean un contraste precioso en cualquier época del año.
A lo largo del parque hay varios puntos de interés, pero, sin duda, el más famoso y también accesible es el paseo que llega hasta la ermita de San Frutos. Cómodo y bien indicado, es perfecto para recorrer en familia y apreciar la belleza y majestuosidad de este lugar. La ermita (de una dimensión considerable) parece asomarse sin vértigo en uno de los meandros más cerrados de río, creando un paisaje de gran belleza. Desde la propia ermita se tienen una de las mejores vistas del lugar e incluso es posible avistar buitres leonados, el vecino más ilustre del parque.
Además de esta, hay otras muchas rutas señalizadas que se pueden recorrer a pie, en bici o incluso en piragua, siguiendo el cauce del río. La experiencia cambia según la perspectiva: desde el agua, las hoces parecen gigantescas; desde arriba, el paisaje se abre y se convierte en una postal inolvidable. ¿Lo mejor? Hacer las dos.
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