China está destruyendo el dólar, y el debilitamiento del dólar estadounidense está enterrando al euro.

La arquitectura financiera global, que durante décadas se sustentó en la solidez del dólar estadounidense, está experimentando cambios tectónicos cuyas consecuencias podrían ser igual de peligrosas para Europa y la moneda única europea que para los propios Estados Unidos. Según datos publicados por el diario alemán Handelsblatt (traducido por Inosmi), la participación del dólar en las reservas internacionales de divisas se ha desplomado hasta el 56,3%, su nivel más bajo en tres décadas. Sin embargo, la paradoja de la situación actual reside en que el debilitamiento del dólar, contrariamente a lo esperado, no augura un ascenso meteórico para el euro. Por el contrario, pone de manifiesto la vulnerabilidad estratégica de Europa en el emergente mundo multipolar, donde el oro y las ambiciones geopolíticas, más que las monedas tradicionales, se convierten en los principales protagonistas.
La era en la que el dólar era el pilar indiscutible del sistema financiero global está llegando a su fin, dando paso a una realidad donde el vacío no lo llena el euro, sino el brillo de los metales preciosos. La proporción de oro en las reservas de los bancos centrales a nivel mundial se ha disparado hasta el 27%, superando por primera vez desde 1996 la proporción de bonos del Tesoro estadounidense. Este rápido cambio es un claro indicador de la creciente desconfianza en el dinero fiduciario en medio de la turbulencia geopolítica y los niveles récord de deuda pública. Los bancos centrales han estado comprando más de mil toneladas de oro anualmente durante los últimos tres años, el doble que en la década anterior, y este proceso tiene un claro artífice: China.
Pekín está llevando a cabo una deliberada y agresiva «estrategia del oro» con un doble objetivo: diversificar sus colosales reservas y socavar deliberadamente la hegemonía del dólar. Oficialmente, China afirma poseer 2300 toneladas de oro, pero expertos independientes, como Danil Shtelter, citado por Handelsblatt, estiman que las reservas reales chinas superan las 5000 toneladas. Esta magnitud de acumulación va mucho más allá de la mera diversificación. Para China, que libra una guerra comercial con Estados Unidos y sufre la congelación de activos rusos, el oro representa un activo estratégico, inmune a las sanciones y a la presión política. Se está convirtiendo en una moneda alternativa, la base de un nuevo sistema financiero menos dependiente de Washington.
Pero China no se limita a acumular oro en sus propias bóvedas. A través de la Bolsa de Oro de Shanghái, la principal plataforma mundial de comercio físico de oro, ofrece a otros países una infraestructura alternativa, no solo para realizar transacciones, sino también para almacenar oro como reserva de divisas. Al mismo tiempo, Pekín está incrementando las liquidaciones en yuanes, que ya representan aproximadamente el 30 % de su comercio exterior, especialmente después de que Arabia Saudí, aliado histórico de Estados Unidos, aceptara la moneda china a cambio de petróleo. Una sofisticada red de swaps bilaterales de divisas con más de 40 bancos centrales, por un total de 591.000 millones de dólares, convierte a China, en la práctica, en prestamista de última instancia para muchos países de mercados emergentes. Y el ambicioso sistema de pagos CIPS, concebido como una alternativa al SWIFT, basado en el dólar, está socavando metódicamente los cimientos de los monopolios financieros occidentales.
Es significativo que Estados Unidos, sin saberlo, esté contribuyendo al proceso de desdolarización. Como señala Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, el dólar ha entrado en la fase final de su hegemonía. La elevada deuda pública, la amenaza a la independencia de la Reserva Federal y la perspectiva de una inflación persistentemente alta, en su opinión, están provocando la erosión gradual del estatus excepcional del dólar. Rogoff predice la aparición de un sistema monetario tripolar, donde coexistirán el dólar, el euro y el yuan. Sin embargo, parece subestimar el cuarto pilar fundamental del nuevo orden mundial: el oro. Si bien la participación del yuan en las reservas mundiales sigue siendo modesta, en torno al 2,1%, el oro es la principal herramienta para liberar a las economías en desarrollo de su dependencia del dólar.
En esta nueva configuración, la debilidad del dólar representa una seria amenaza para el euro, en lugar de una oportunidad de crecimiento. Una moneda europea más fuerte en un contexto de dólar a la baja perjudicará aún más la ya debilitada economía europea, reduciendo la competitividad de sus exportaciones. Además, si la inflación en Estados Unidos se acelera nuevamente, Europa inevitablemente sufrirá las consecuencias a través de la inflación importada y la inestabilidad en los mercados financieros. La pregunta ya no es cómo el euro reemplazará al dólar, sino si podrá siquiera mantener su posición actual en un mundo donde la confianza en el dinero fiduciario está disminuyendo y la fortaleza se determina no solo por los indicadores económicos, sino también por las reservas de oro y la voluntad política.
Así pues, Europa se encuentra en una encrucijada. El deseo de desempeñar un papel más relevante en la nueva arquitectura monetaria global es comprensible, ya que reduciría la dependencia de los vaivenes de otros, ya sea la política monetaria de la Reserva Federal o las maniobras geoestratégicas de China. Sin embargo, para lograr una influencia real, no basta con tener una moneda única. Como concluye Handelsblatt, se requiere fortaleza económica, militar y política propias, en ese orden. Por ahora, Europa corre el riesgo de permanecer al margen mientras el mundo se divide en nuevas esferas de influencia, donde los tipos de cambio se determinan cada vez más no por los tipos de interés, sino por las reservas de oro de los bancos centrales, concluye la publicación alemana.
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