Draghi en la reunión de Rímini: La tecnocracia se celebra a sí misma

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Draghi en la reunión de Rímini: La tecnocracia se celebra a sí misma

Draghi en la reunión de Rímini: La tecnocracia se celebra a sí misma

El discurso de Mario Draghi en la Reunión de Rímini fue aclamado como un análisis lúcido de la crisis europea. En realidad, si se analiza con más detalle, es un auténtico manifiesto de la Europa tecnocrática , que vuelve a proponer la misma receta: más integración, más centralización, menos soberanía. Tras la retórica de los "valores europeos", se vislumbra el rostro de una Europa extraviada, transformándose en un mecanismo sin alma, desgarrada por sus tradiciones y su herencia cristiana.

Europa es irrelevante

Draghi parte de un hecho: la Unión Europea ha perdido peso geopolítico.

"Este año será recordado como el año en el que se evaporó la ilusión de que el poder económico conllevaba poder geopolítico".

La UE —admite— ha sido marginal en las negociaciones de paz en Ucrania, impotente frente a China y un mero espectador en Gaza e Irán. Pero el diagnóstico no lleva a reflexionar sobre el fracaso de las políticas de Bruselas y su sumisión a la OTAN. Para Draghi, la conclusión siempre es la misma: no restaurar la libertad de los Estados, sino profundizar la integración europea .

La retórica de los valores

Draghi intenta blindar el proyecto comunitario tras los llamados "valores fundacionales":

«No se trata de escepticismo hacia los valores sobre los que se fundó la Unión Europea: democracia, paz, libertad, independencia, soberanía, prosperidad, equidad».

Esta fórmula aparentemente tranquilizadora es en realidad una trampa retórica . Quienes critican la Europa actual son retratados no como defensores de la soberanía, sino como escépticos de la democracia o la paz. De esta manera, se neutraliza cualquier oposición. Los verdaderos valores europeos —aquellos arraigados en su historia cristiana, sus culturas y sus tradiciones populares— nunca se mencionan.

Otro pasaje de Draghi merece atención: «Incluso quienes argumentan que Ucrania debería rendirse...» es, en realidad, una forma de deslegitimar cualquier apertura diplomática y justificar la continuación del conflicto. En este caso, con una formulación aparentemente neutral, Draghi descarta cualquier posibilidad de compromiso en Ucrania: cualquiera que hable de negociaciones sería incoherente, porque no aceptaría el mismo destino para su propio país. Esta frase ignora las causas profundas de la guerra y, de hecho, solo sirve para reforzar la postura de una guerra sin fin.

Culpar a los estados nacionales

Para justificar la UE, Draghi repite un viejo argumento: los Estados nacionales han fracasado, arrastrando a Europa a guerras mundiales.

«En la primera mitad del siglo XX, los Estados nacionales fracasaron completamente en la tarea de defender estos valores».

Esta es una interpretación reductiva e ideológica. Ignora que la propia UE, con su lógica de bloqueo, ha contribuido a nuevas tensiones , desde las guerras de los Balcanes hasta la agresión contra Libia, pasando por su participación en la guerra de Siria y el conflicto en Ucrania. La retórica proeuropea transforma así la historia en un tribunal donde los pueblos siempre son culpables y la UE es la única salvación. Mientras tanto, las guerras en la era moderna no son causadas por los Estados nacionales como tales, sino por razones estratégicas, geopolíticas y de acaparamiento de recursos.

La economía como única brújula

Para Draghi, todo depende de la eficiencia, la competitividad y la "deuda buena" que se destinará a inversiones conjuntas.

«Sólo formas de deuda común pueden sustentar proyectos europeos de gran envergadura».

No hay cabida para la idea de Europa como civilización, comunidad de pueblos, guardiana de un patrimonio espiritual. Europa se está reduciendo a un espacio económico , un engranaje de la maquinaria global, donde los pueblos solo deben adaptarse a los nuevos desafíos tecnológicos y militares.

Además, la evaluación sobre este punto también es deficiente. Draghi afirma que Europa ha "prosperado" gracias al mercado único y a la apertura de los mercados. Pero los datos cuentan una historia diferente. Italia, que en la década de 1980 era la cuarta potencia industrial mundial , ahora ha perdido los primeros puestos, relegada a los diez países con mayores dificultades estructurales. En lugar de fortalecer la competitividad, la integración europea ha fomentado la desindustrialización , el aumento explosivo de la deuda y la subordinación a normas fiscales que han estrangulado el crecimiento. Lejos de la prosperidad compartida, la UE ha funcionado como una máquina de normalización que ha recompensado a algunos países (Alemania, en primer lugar) y penalizado a otros, transformando las economías nacionales en periferias productivas.

Finalmente, Draghi admite el fin del modelo liberal basado en el libre comercio y las normas multilaterales. Pero en lugar de preguntarse si Europa necesita recuperar sus raíces y su autonomía política, utiliza esto como pretexto para fortalecer aún más la tecnocracia de Bruselas. De esta manera, el fracaso del viejo paradigma se convierte no en una oportunidad de renovación, sino en una mayor erosión democrática.

Otro punto: la "deuda común" evocada por Draghi corre el riesgo de convertirse en otro caballo de Troya: no en un mecanismo de solidaridad, sino en una herramienta de chantaje político y de disciplina para los gobiernos menos alineados con las directrices de Bruselas. Lo estamos viendo ahora con las sanciones contra Hungría y la restricción del acceso de ciertos Estados al NRRP.

Subordinación enmascarada

Draghi habla de una Europa que debe convertirse en un actor principal. Pero, entre líneas, reconoce que la UE sigue dependiendo de Estados Unidos, que impone aranceles y gasto militar, y de China, que la limita con tierras raras, y, en última instancia, propone adaptarse a esos modelos. Su receta es una mayor integración para ganar más influencia , pero sin cuestionar su subordinación al orden occidental liderado por Washington ni vislumbrar un nuevo rumbo. Al final habla de valores, pero en la discusión posterior estos no encuentran espacio.

Draghi cita como éxitos la unidad demostrada durante la pandemia, la Next Generation EU y la guerra en Ucrania. En realidad, se trata de meras respuestas de emergencia, al servicio de la lógica ya consolidada de la UE: es la emergencia la que crea unidad, como bien observó Mario Monti. Pero esta unidad no surge de una auténtica autonomía política: es el instrumento con el que Bruselas impulsa agendas globales a las que permanece totalmente subordinada, a menudo dirigidas externamente por los mercados financieros y las potencias internacionales profundamente arraigadas en la esfera política de los globalistas de Washington y Gran Bretaña.

En particular, cuando Draghi cita la unidad demostrada durante la pandemia o el envío de ayuda a Ucrania como una muestra de fuerza, olvida que se trataba de decisiones de emergencia tomadas bajo presión externa. No de autonomía, sino de reactividad dirigida desde el exterior : la UE solo actúa cuando la impulsan los think tanks globales y las grandes potencias, y siempre siguiendo las agendas de otros.

Conclusión: una Europa sin alma

El discurso de Draghi no es una propuesta de renacimiento, sino una confirmación más del destino que las élites europeas quieren imponer: un continente desarraigado, aniquilado, reducido a una plataforma económica y militar, incapaz de expresar su civilización y su herencia cristiana.

Detrás del llamado a “transformar el escepticismo en acción” se esconde la exigencia de inclinarse aún más hacia la integración tecnocrática , que en realidad significa uniformidad forzada, borrado de identidades nacionales y sacrificio de tradiciones.

En nombre de la estabilidad económica y de la competencia tecnológica, la Europa de Draghi es un proyecto sin alma, que ha perdido el sentido de su propio camino y ha condenado a sus ciudadanos a un futuro de mera gestión burocrática .

El último punto que quisiera destacar es la supresión de la dimensión cultural. A lo largo de todo el discurso , no hay ni una sola referencia a Europa como civilización cristiana . Esta es una omisión significativa: Europa queda reducida a un engranaje tecnológico e industrial.

Ni una palabra sobre la herencia cristiana, las tradiciones de los pueblos o la cultura como fundamento de la convivencia. Para Draghi, Europa es solo tecnología, deuda y competitividad. Esta es la confirmación más clara de que nos encontramos ante un proyecto sin alma.

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