11 de noviembre en Biarritz: Pierre Lamberti relató la suerte de los 545 biarritzenses que murieron en combate.

El presidente de la Asociación de Veteranos de Argelia, Marruecos y Túnez autopublicó su libro «Destins de Biarrots» (Destinos de los habitantes de Biarritz) en 2018, con motivo del centenario del Armisticio. Desde los albores de internet, Pierre Lamberti también realizó un extenso trabajo de campo: visitó cementerios, consultó los archivos de Pau y Bayona y entrevistó a descendientes.
Tuve encuentros maravillosos. La gente se alegraba de saber que íbamos a hablar de su abuelo o de su padre. Una joven incluso me confió las medallas de su abuelo: «Es una posesión muy especial, me emocionó muchísimo. Son historias como esa las que te motivan a investigar».
destinos rotosDe este trabajo surgió una auténtica mina de oro, donde se entrelazan historias personales y grandes acontecimientos históricos: 545 vidas destrozadas a las que Pierre Lamberti dedicó parte de su tiempo. De algunas, solo encontró unas pocas líneas. De otras, logró reconstruir una trayectoria completa, a veces heroica. Ninguna fue olvidada.
Por ejemplo, conocemos el trágico final de los hermanos Congoste. «La señora Congoste había perdido a tres hijos y a un yerno. Fue ella quien colocó la primera piedra del monumento a los caídos, ante una multitud», revela. Una fotografía de ese momento también se incluye en el libro.
El autor también menciona a jugadores del Olympique de Biarritz. Destaca la valentía de Martin Léonard Landalle, elegido para la portada. «¿Por qué él? Primero, porque lucía muy bien con su uniforme, y segundo, porque fue el que recibió más condecoraciones y menciones». También aparece François Latournerie, la primera baja de guerra del 18.º Regimiento de Infantería. Murió el 11 de agosto de 1914, «de un golpe de calor, sin haber visto jamás el frente, las trincheras, ni haber oído un solo disparo».
El misterio de la sirenaPierre Lamberti compartió entonces algunas anécdotas más ligeras. Cuando se construyó, el monumento a los caídos estaba coronado por una escultura femenina con los pechos al descubierto. «La gente la llamaba la sirena», explicó. «El padre Gaston Larre decía que era la tapa de una sopera». En 1920, los pechos al descubierto causaron revuelo. «Hubo multitud de peticiones y exigencias para que se retirara la sirena». En la década de 1950, el ayuntamiento, harto de las quejas, decidió quitarla. «Pero es una historia cuyo final desconozco», continuó el historiador aficionado. «Porque la sirena desapareció…»
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