De Asia a América: la genética desvela nuevos detalles de la migración más larga de la humanidad

Uno de los mayores estudios de poblaciones tradicionalmente ignoradas por la genética aporta este jueves nuevos detalles sobre la migración humana más larga: desde Asia al extremo sur de América. Allí, en Tierra del Fuego, Chile, siguen viviendo los kawésqar, descendientes de los humanos que más lejos han viajado desde el continente original de todos los humanos, África. El nuevo estudio alerta de que los cuatro grandes grupos nativos de Sudamérica han sufrido un declive poblacional de hasta el 80% en los últimos 10.000 años.
Los nuevos datos son fruto del Consorcio Genome Asia 100K, liderado por la Universidad Tecnológica Nanyang, en Singapur, y volcado en secuenciar hasta 100.000 genomas de grupos poco representados en los grandes estudios de este tipo. Los investigadores han leído el genoma completo de más de 1.500 personas de 139 grupos étnicos de Asia y América. Los resultados se publican hoy en Science, referente de la mejor ciencia mundial.
Los investigadores no han conseguido identificar el grupo asiático del que descienden todos los nativos americanos. Esto se debe a que una vez los primeros humanos alcanzaron el norte de América, hubo migraciones de indios americanos de vuelta hacia Siberia por el estrecho de Bering, que volvieron a cruzarse con los inuit y otros nativos de esta región, emborronando el perfil genético original. Estos cruces abarcaron milenios, desde hace 5.000 años, hasta hace apenas 700 años, desvela el trabajo. En cualquier caso, el análisis muestra que los inuits y otros pueblos actuales que viven en el extremo oriente de Rusia siguen siendo los más emparentados con todos los nativos americanos. La separación entre estos dos linajes sucedió hace entre 27.000 y 19.000 años.
El estudio muestra que las poblaciones de América del Norte y del Sur se separaron hace entre 17.500 y 14.600 años. Poco después, hace entre 14.000 y 10.000 años, surgieron los cuatro grandes linajes nativos de Sudamérica: los andinos que ocuparon las zonas altas a lo largo de la cordillera, los que se asentaron en las llanuras secas del Chaco —partes de Brasil, Argentina, Bolivia y Paraguay— los amazónicos que habitaron las junglas, y los patagónicos, que alcanzaron la punta austral del continente. Estos grupos sufrieron las consecuencias del aislamiento geográfico y genético. La propia orografía contribuyó, pues parece que el istmo de Panamá impidió viajes de vuelta, que hubieran aumentado la variedad genética.
Los cuatro grupos han experimentado declives poblacionales cercanos al 49% entre los andinos y los habitantes del Chaco, del 60% entre los amazónicos, y del 80% entre los patagónicos como los kawésqar, que están “al borde de la extinción”, alerta el estudio, junto a su lengua. La genética de los cuatro grupos muestra una diversidad genética tan pobre como la de los nativos de Andamán, que han vivido durante siglos en remotas islas del océano Índico.
A pesar de todo, estos pueblos consiguieron sobrevivir durante 13 milenios, incluso cuando la llegada de los conquistadores europeos diezmó las poblaciones, sobre todo por los patógenos importados. Los descendientes actuales de estas poblaciones siguen teniendo menor variedad genética, incluida la relacionada con la inmunidad, lo que les hace más vulnerables ante nuevos agentes infecciosos, detalla Elena Gusareva, primera firmante del estudio. “Nuestro análisis resalta la profunda conexión entre el entorno y el genoma humano a lo largo de la historia. A medida que las personas se adaptaron a entornos diversos y, a menudo, extremos —como grandes altitudes o climas fríos—, sus genomas evolucionaron en consecuencia. Sin embargo, con el rápido cambio climático en curso, estas adaptaciones podrían volverse incompatibles con las nuevas condiciones, lo que potencialmente podría generar futuros desafíos de salud para estas poblaciones”, razona en un correo electrónico.

También se han identificado variantes genéticas que promueven efectos adversos de algunos fármacos, así como adaptaciones beneficiosas, como un mejor metabolismo para sobrevivir en climas gélidos y una adaptación a la escasez de oxígeno que poseen los andinos, y que es distinta que la de los habitantes de la cordillera del Himalaya.
Un segundo estudio publicado este jueves en la misma revista analiza el genoma de 2.700 brasileños y concluye que este es uno de los países genéticamente más diversos del planeta, gracias a su historia. Tras la llegada de los europeos en el siglo XVI, el país vivió uno de los mayores desplazamientos humanos conocidos, con el asentamiento de unos cinco millones de colonos europeos, y al menos cinco millones de esclavos africanos, en un país donde ya había más de 10 millones de nativos que hablaban un conjunto de 1.000 lenguas autóctonas. El estudio comprueba que en siglos pasados predominaron los cruces entre hombres europeos, los colonos, con mujeres africanas o americanas, probablemente sometidas. Este patrón ha cambiado, y las parejas actuales son mucho más diversas, aunque las marcas genéticas de siglos de colonización y esclavismo siguen presentes.
Se han descubierto casi nueve millones de variantes genéticas completamente nuevas para la ciencia. Algunas de ellas pueden tener importantes implicaciones para la salud global, pues están relacionadas con mayor fertilidad, el metabolismo y el sistema inmune. Además, se han detectado más de 35.000 mutaciones originarias de nativos africanos y americanos que pueden estar relacionadas con varias enfermedades.
Un tercer estudio se centra en la extinción de la megafauna americana —perezosos gigantes, mastodontes, dientes de sable...— hace unos 10.000 años. Este desastre pudo afectar a muchas comunidades nativas americanas que vivían de la caza. Los caballos salvajes también desaparecieron en este momento, y no volvieron a América hasta que los reintrodujeron los europeos. El trabajo ha analizado casi 70 genomas extraídos de fósiles de caballo salvaje de hace entre 50.000 y 13.000 años. Los resultados confirman un intercambio genético constante entre animales llegados de Eurasia a América y al revés. Hay fósiles de animales hallados en Europa que muestran su parentesco con los americanos, incluidos especímenes de la península Ibérica. Este saludable intercambio acabó cuando el puente de hielo del estrecho de Bering desapareció, y los caballos salvajes se extinguieron en América. La investigación, que pretende aunar la ciencia occidental con el conocimiento de las comunidades nativas, la ha dirigido Ivette Caballo Corredor Collin, investigadora de la Universidad de Toulouse (Francia), e india oglala lakota.
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