Científicos identifican 25 genes que podrían predecir el riesgo de sufrir TOC

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una afección psiquiátrica que figura entre las más incapacitantes a nivel global, afectando a aproximadamente 1 de cada 50 personas. Un reciente trabajo internacional, que contó con la participación de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), ha identificado regiones del genoma humano que incrementan el riesgo de desarrollar esta patología.
La investigación, publicada en Nature Genetics y encabezada por la Universidad de Dalhousie (Canadá), logró identificar 30 regiones específicas del ADN asociadas al TOC. A partir de ellas se estudiaron 249 genes, de los cuales 25 mostraron una relación estadísticamente significativa con el desarrollo del trastorno. Estas variantes genéticas podrían convertirse en futuros objetivos para tratamientos más eficaces.
“Encontramos que muchas regiones del genoma contribuyen al riesgo de TOC, y que estas regiones afectan a múltiples circuitos cerebrales, no sólo a una zona específica”, explicó Manuel Mattheisen, principal responsable del estudio y titular de la Cátedra de Investigación en la Universidad de Dalhousie.
LEE: ¿Qué efectos secundarios tiene la soledad en la salud?El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones. Las obsesiones suelen manifestarse como pensamientos persistentes e indeseados que generan ansiedad o malestar, mientras que las compulsiones son conductas repetitivas o actos mentales que buscan reducir esa tensión. Ejemplos comunes incluyen el lavado constante de manos, la necesidad de revisar cosas repetidamente, el temor a la suciedad, o pensamientos no deseados de carácter agresivo o sexual. Estas conductas pueden interferir gravemente con la vida cotidiana de quienes lo padecen.
Desde hace años, los científicos han explorado el papel de los genes en el desarrollo de esta condición. Carol Mathews, profesora de Psiquiatría en la Universidad de Florida (UF) y una de las autoras principales del estudio, destacó en un artículo publicado en The Conversation que “el TOC puede ser hereditario; los estudios atribuyen entre el 40 % y el 65 % de los casos de TOC a factores genéticos. El TOC que comienza en la infancia tiene una mayor influencia genética que el que comienza en la edad adulta”.

A diferencia de enfermedades monogénicas como la fibrosis quística o la enfermedad de Huntington, el TOC está influido por un número elevado de genes. “El TOC está influenciado por cientos a miles de genes, cada uno de los cuales juega un pequeño papel en el riesgo de enfermedad”, puntualizó Mathews.
Uno de los hallazgos más relevantes de esta investigación fue el descubrimiento de la actividad genética en áreas cerebrales implicadas en funciones como la toma de decisiones, la planificación, el control emocional y la detección de errores. “Los marcadores genéticos que encontramos asociados con el TOC mostraron una alta actividad en varias regiones cerebrales que se sabe que influyen en el desarrollo de la enfermedad”, explicó Mathews. Estas zonas están estrechamente relacionadas con emociones como el miedo y la ansiedad, aspectos centrales en el TOC.
Otro dato destacado fue la conexión entre el TOC y otras condiciones psiquiátricas. Los investigadores observaron relaciones genéticas entre este trastorno y el síndrome de Tourette, la anorexia nerviosa, la ansiedad y la depresión. Curiosamente, también se halló una menor predisposición genética al consumo problemático de alcohol o a comportamientos impulsivos, un dato que, según los autores, coincide con el perfil clínico de quienes padecen TOC, ya que tienden a evitar riesgos.
LEE: ¿Cómo reconstruir tu autoestima tras una ruptura?Más allá del mapa genético, el estudio también señaló la implicación de ciertos tipos de neuronas en el desarrollo del trastorno. “Descubrimos que ciertos tipos de neuronas, especialmente las espinosas medianas localizadas en el cuerpo estriado, estaban estrechamente asociadas a los genes relacionados con el TOC”, afirmó Mathews. Estas neuronas, involucradas en la creación de hábitos, suelen estar relacionadas con las conductas compulsivas típicas de esta enfermedad. Además, son blanco habitual de algunos fármacos utilizados para su tratamiento.
Mathews, quien dirige el Centro para TOC, Ansiedad y Trastornos Relacionados de la UF, recordó que cuando comenzó su carrera se pensaba que uno o dos genes serían responsables del trastorno. Sin embargo, con el tiempo se comprendió que se trata de una condición compleja que involucra múltiples regiones cerebrales y una amplia red genética. “Con el tiempo, hemos llegado a darnos cuenta de que el TOC no es una enfermedad de un solo gen o una región específica del cerebro, sino una enfermedad de circuitos y cientos de genes que, en conjunto, contribuyen al desarrollo del trastorno”, explicó.

El análisis incluyó el estudio genético de más de 53 mil individuos con diagnóstico de TOC y más de 2 millones de personas sin ese diagnóstico, convirtiéndose en el mayor trabajo de su tipo hasta la fecha. “Descubrimos cientos de marcadores genéticos potencialmente relacionados con el TOC; datos que esperamos que con el tiempo nos permitan identificar mejor a las personas en riesgo de padecerlo y, en el futuro, acceder a mejores tratamientos”, remarcó Mathews.
Además de los efectos individuales, el TOC representa una importante carga para la salud pública. Mathews advirtió que el trastorno se encuentra entre las diez principales causas de pérdida de años de vida saludable debido a discapacidad, y afecta no sólo al paciente, sino también a su entorno familiar y social.
“En comparación con las personas sin TOC, una persona con este trastorno tiene un 30% más de probabilidades de morir prematuramente por causas naturales, como infecciones u otras enfermedades, y un 300% más de probabilidades de morir prematuramente por causas no naturales, como accidentes o suicidio”, detalló.
El estudio también encontró una posible relación con el hipotálamo, una región del cerebro que convierte emociones como el miedo o la ira en reacciones físicas. Aunque no se había vinculado previamente con el TOC, su inclusión sugiere nuevas líneas de investigación sobre cómo distintas áreas cerebrales se conectan para producir los síntomas del trastorno.
Finalmente, Mathews concluyó: “Con estudios más amplios e investigaciones continuas, mi equipo y yo esperamos vincular mejor los patrones biológicos específicos con los síntomas individuales. Con el tiempo, esto podría conducir a tratamientos más personalizados y efectivos, mejorando la vida de millones de personas que viven con TOC en todo el mundo”.
BB
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