Chambergos y tricornios
Si les digo que hoy, 22 de diciembre, es el día internacional del Termómetro y que se celebra su invención, seguro que, como yo, pondrán cara de pasmo, aunque ya sepamos que hay días internacionales para celebrar casi cualquier cosa. Porque el 22 de diciembre, para cualquier españolito de a pie, es el día del sorteo extraordinario de Navidad de la lotería nacional. El día del Gordo de Navidad, vamos, mucho más auténtico que el panzón importado de Santa Claus. De hecho, el sorteo da inicio de verdad a las celebraciones navideñas. Cuando sepamos si, raro milagro, nos hubiera llegado a tocar la lotería o como siempre, ya podemos decir que ha comenzado la Navidad. Y forma parte de los rituales navideños averiguar dónde ha tocado, si ha estado muy repartido por la geografía nacional o solo ha beneficiado a una pequeña localidad... Y un año más veremos descorchar cavas y sidras y escucharemos aquello de que el premio servirá para tapar algunos agujeros y darse algún capricho.
Por cierto, creo que solo una vez el gordo de Navidad ha quedado desierto y sin ganadores, así que, pese a que un amigo matemático me asegure que las posibilidades de que te toque son casi las mismas tanto si juegas como si no juegas (infinitesimales, vamos), pues lo cierto es que cada año les toca a algunos afortunados. Y que la envidia –seamos claros– y una moderada esperanza nos llevan a todos a participar en un sorteo en el que no vas a ser el único del trabajo, por ejemplo, que no juegue ni un décimo. Porque, ¿y si toca?
La lotería, como los belenes, fue algo que se trajo Carlos III de Nápoles, cuando logró la corona de España que antes había ceñido su medio hermano Fernando VI. Nota al margen: en el Palacio Real de Madrid se exhibe en estas fechas un espectacular pesebre napolitano.
La lotería que vino de Nápoles se basaba en un sorteo en el que había que adivinar un grupo de números con cierta complejidad. Es la actual primitiva –más o menos–, que por eso mismo precisamente se llama lotería primitiva, porque aunque se haya reimplantado recientemente en España, es lo más semejante a la lotería original.
Un guardia civil caganer y un tió con tricornio
ARCHIVOLo de la lotería por billetes fue cosa del que ya había sido secretario de Hacienda del reino de Nápoles bajo el mismo Carlos III, Leopoldo di Gregorio, a quien el rey se trajo de Nápoles a Madrid y que ha pasado a la historia sobre todo por su título nobiliario: el marqués de Esquilache, castiza españolización de su Squilace italiano. La lotería que conocemos como tal con sus series, billetes y décimos, fue rápidamente popular y ayudó a engrosar las arcas de la hacienda pública. Y ahí sigue.
La lotería, como los belenes, fue algo que se trajo Carlos III de Nápoles, cuando logró la coronaEl bueno de Esquilache, junto al marqués de la Ensenada, puso en marcha el proceso modernizador que traían estos dos en sus alforjas. En Madrid, entonces mucho más villa que corte, empedró calles, construyó cloacas y saneamientos varios y puso luces en una ciudad que era oscura y con graves problemas de seguridad y vivienda. Pero en marzo de 1766 sufrió una algarada de tres días que fue el famoso motín de Esquilache. La excusa última, más que causa, fue el precio del pan y los problemas de abastecimiento de la capital. Y el motín fue instigado por los jesuitas –que no siempre fueron aliados del progreso– y tal vez hasta por el propio Ensenada, pero lo que despertó la ira popular fue una ordenanza que modificaba la forma de vestir de muchos manolos y majos madrileños. Se prohibía la capa larga y el sombrero chambergo y se exigía capa corta. Los nuevos tiempos ilustrados impulsaban una moda que no sólo era más acorde con las nuevas ideas, sino que también evitaba lo de ir embozado y de incógnito por las mal iluminadas calles.
La casaca y la capa corta fue una moda que se unió a otra que también es hija de la ilustración a la española: el tricornio. Un sombrero con su utilidad práctica, pues desvía el agua de lluvia hacia los vértices y que ahora, ya se sabe, es emblema del cuerpo de la Guardia Civil, tan de actualidad en estas navidades, UCO mediante.
El chambergo, que ahora es voz que también designa a un abrigo, generalmente largo (y eso crea confusión), en origen fue una prenda que debe su nombre al creador y rector de una guardia real al servicio de Carlos II, el último de los Austrias. Shcömberg creó, por probable deformación de su nombre –otra españolización– la guardia chamberga, que vestía un sombrero redondo de ala ancha y que hacia 1650 era muy popular. Aún hoy, al sombrero plegable de campaña típico de la infantería española se le sigue llamando chambergo.
El motín de Esquilache se produjo a raíz de una ordenanza que modificaba la forma de vestir de majos y manolos madrileñosLo interesante –creo– de todo esto es que, aunque todos jugasen a la lotería, los portadores de chambergo o de tricornio encarnaron brevemente dos formas de entender la vida más allá de las modas y formas de tocado para las cabezas masculinas. El tricornio, al fin, fue un elemento civilizatorio y dejaba la cara despejada y visible. El pobre Esquilache tuvo que irse desterrado de Madrid por su empeño en jugar con la forma de vestir, por más buenas razones que tuviese. Acabó de embajador en Venecia, que no está ni tan mal, pero se pasó el resto de sus días renegando de los ingratos españoles.
Antonio Buero Vallejo le dedicó al motín una obra de teatro , Un soñador para un pueblo . Por lo que se refiere al tricornio, la obra literaria más reconocida sobre él es El sombrero de tres picos , de Pedro Antonio de Alarcón, que en la segunda mitad del XIX escribe esta novela jugando con los tres lados de un triángulo amoroso: una hermosa molinera, su marido y el corregidor, que acaba siendo el burlador burlado. Manuel de Falla compuso un ballet sobre este relato, en el que la virtud de la molinera es testimoniada por unas burras (literal) y que prueba que el azar tiene mucho que decir en nuestras vidas. Y que no importa si te cubres con chambergo o con tricornio, lo que realmente cuenta es lo que tengas dentro de tu cabeza.
¡Que haya suerte hoy!
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