IA en la vida diaria tiene un costo ambiental oculto y significativo

La inteligencia artificial (IA) se ha integrado rápidamente a la vida cotidiana, presente en teléfonos, buscadores, procesadores de texto y servicios de correo. Sin embargo, su uso tiene un costo ambiental significativo. Cada consulta a una IA consume energía, generalmente generada por combustibles fósiles, contribuyendo a la emisión de gases de efecto invernadero.
Los centros de datos que soportan la IA gestionan información, almacenan datos y generan consultas de usuarios. Estos requieren enormes cantidades de energía y agua para mantenerse operativos; algunos consumen hasta 18.9 millones de litros de agua al día, equivalente al consumo de una ciudad de 50 mil personas. Además, su dependencia de combustibles fósiles aumenta la huella de carbono, ya que muchas redes eléctricas no pueden integrar más energía renovable.
El impacto de la IA no es evidente para los usuarios. Por ejemplo, generar una sola imagen de alta definición puede consumir tanta energía como cargar la mitad de un teléfono móvil, y tareas más complejas pueden multiplicar este consumo cientos o miles de veces. Aun así, el desarrollo tecnológico busca eficiencia, aunque la Paradoja de Jevons señala que al volverse más baratos los recursos, el consumo tiende a aumentar.
Expertos recomiendan prácticas responsables para mitigar este impacto: limitar consultas iterativas, usar IA solo cuando es necesario, optar por imágenes capturadas por humanos y herramientas locales que no dependan de grandes centros de datos. Algunos motores de búsqueda, como Ecosia, emplean algoritmos eficientes y compensan emisiones plantando árboles. Otras plataformas, como ChatGPT, ofrecen opciones de chat temporal para reducir almacenamiento y energía usada.
Además, la mayoría del consumo energético de los centros de datos proviene de la recopilación de datos de redes sociales y criptomonedas. Reducir el tiempo en estas actividades digitales también disminuye la huella de carbono.
El desafío no es solo hacer consciente a la población sobre el impacto de la IA, sino de todas las actividades digitales cotidianas. Cada pequeña acción, desde consultas de IA hasta limitar el streaming o las redes sociales, puede contribuir a un uso más sostenible de la tecnología y a mitigar sus efectos sobre el cambio climático.
La Verdad Yucatán