Comentario: El vistazo

(SZ) El rey del fútbol, Jürgen Grabowski, héroe del Eintracht Frankfurt, ha tenido una carrera sin escándalos. Solo hubo un caso de irritación: tras la final de la Copa DFB de 1974, cambió de camiseta, algo prematuro, con su rival del Hamburger SV. En aquel entonces, el club hamburgués tenía un anuncio de la marca de licores Campari en su camiseta, y así fue como el ganador de la Copa de Frankfurt, Grabowski, con una camiseta del HSV con el logotipo de Campari, aparece en las fotos de la victoria, alzando el trofeo. Al menos, Campari se emocionó con la entrada triunfal y donó algunas botellas del licor amargo a Grabowski.
Intercambiar camisetas es un antiguo ritual futbolístico. Un momento de intercambio, el acorde final de muchas grandes batallas. De eso se trata: no de atribuirse el mérito por haber prestado, sino de haber prestado. En un momento, los jugadores seguían siendo rivales, pero tras el pitido final intercambiaron sus ropas de trabajo sudadas. El momento en que Pelé y Bobby Moore intercambiaron camisetas en el Mundial de 1970 en México fue inolvidable. Gracias a la transmisión en color del torneo, el mundo entero vio con qué intensidad brillaba la camiseta amarillo canario de Brasil en la mano del inglés Moore. Pero como el fútbol también es un negocio, incluso intercambiar camisetas puede servir para aumentar las ganancias. El inglés Steve Hodge tuvo el instinto adecuado en el Mundial de 1986 cuando, tras el partido contra Argentina, le pidió al gran Diego Armando Maradona que intercambiaran camisetas. Maradona acababa de marcar el gol más hermoso del Mundial, y un segundo, con la ayuda de la mano de Dios. Hodge posteriormente mandó subastar la camiseta por 8,8 millones de euros.
El fenómeno del intercambio de camisetas también existe en el mundo de los animales salvajes, donde la avispa de alas claras —en realidad, una mariposa desprevenida— se viste con el jubón rayado de la avispa para parecer más amenazante. Este comportamiento me vino a la mente cuando, durante el primer fin de semana de la Bundesliga de la nueva temporada, la reportera de campo Katharina Kleinfeldt, del canal de televisión Sky, salió de entre bastidores y se encontró con el futbolista profesional Marco Friedl. Friedl, capitán del Werder Bremen, acababa de ser eliminado del estadio con su equipo por sus rivales del Frankfurt con una victoria por 4-1 y se había intercambiado una camiseta del Frankfurt, la misma que llevaba puesta para comparecer ante la reportera. La Sra. Kleinfeldt confundió al desprevenido jugador del Bremen, con la camiseta del Frankfurt, con un amenazante jugador del Frankfurt. "Hoy ganamos 4-1, ¿es esa la primera victoria que esperabas?", preguntó el defensa Friedl, desmayado, con la mirada perdida, con el número equivocado en la espalda y el escudo equivocado en la delantera. El intercambio de camisetas, una forma de disfrazarse, hace que los perdedores parezcan ganadores; ese es su significado más profundo. Sin embargo, la amarga realidad es que solo ocurre después del partido, cuando el botín ya se ha repartido.
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