2025 y 2009. ¿Aún recordáis la austeridad?

Parece que fue ayer. Los tipos de interés estaban por las nubes, el acceso a los mercados financieros era inaccesible, las quiebras eran rampantes, las quiebras corporativas eran rampantes, el desempleo juvenil se disparaba, y Portugal, sin soberanía, vivía bajo el protectorado extranjero de la troika desde 2011. Lo ocurrido en 2010 y 2011 solo sorprendió a quienes no prestaban atención. No se debió a una sola medida política, sino a un conjunto de políticas económicas y fiscales aparentemente inconexas que contribuyeron al colapso financiero del país.
Dado que la memoria de la gente y de algunos políticos es pobre, conviene recordar que a finales de 2008, nuestra carga de deuda sobre el PIB era mucho menor que hoy. El país crecía, pero solo ligeramente, como ocurre hoy. El desempleo era relativamente bajo, y en 2009, pasamos de un gobierno de mayoría absoluta a uno minoritario del PS. Fue precisamente a principios de 2009 que comencé una columna mensual en Público y advertí que el déficit presupuestario sería mucho mayor que el anunciado entonces por el entonces ministro de Hacienda, Teixeira dos Santos, quien, en julio de ese año, aseguró que el objetivo del 5,9% del PIB no se vería comprometido (terminó siendo del 9,9%). Este déficit, en gran medida excesivo, se explicó en parte por la recesión, pero también por los expansivos Presupuestos Generales del Estado de 2009, que incluyeron un aumento significativo de los salarios del sector público y de las pensiones. Era el período preelectoral —elecciones en octubre de 2009— y el manual de la teoría de la elección pública (véase aquí ) lo recomendaba. Las medidas de austeridad estaban por venir, y así fue, en 2010, después de las elecciones, pero ya era demasiado tarde.
En los últimos quince años, hemos experimentado un período de severa austeridad bajo Passos Coelho, seguido de un período de severa restricción salarial y pensional bajo António Costa. Con el sacrificio duradero de muchos portugueses, se reequilibró el equilibrio presupuestario, pero la deuda sigue siendo excesiva. Al acercarnos a 2025, el debate sobre el Estado de la Nación nos da cuenta de que el actual gobierno del PSD sigue dedicándose, al igual que el gobierno del PS de 2009, a lo que llamé el arte de la filigrana legislativa . Se trata del juego político de aprobar propuestas o proyectos de ley sectoriales que, de continuar, agravarán decisivamente el déficit y la deuda pública con el tiempo. Luis Montenegro anunció un aumento extraordinario de las pensiones. No se trata de una medida estructural, pero sería mejor que estos fondos se asignaran al Fondo de Estabilización Financiera de la Seguridad Social, que los necesitará con urgencia. Formal o informalmente, ya existe un acuerdo entre el PSD y Chega, en línea con la IL, para continuar reduciendo el IRS en 2026, además de reducir el IRC.
La guinda del pastel, que evocó recuerdos de 2009, fue la propuesta del líder del JPP, un partido regional que no puede presentarse como tal por ser inconstitucional, de revisar la Ley de Finanzas Regionales (LFR). Luís Montenegro no solo respaldó la idea, sino que también anunció que convocaría un consejo de ministros con la presencia de los dos presidentes de los gobiernos regionales. En 2009, la Asamblea Legislativa Regional de Madeira incluso propuso modificar la LFR. El gobierno anuncia ahora recortes de impuestos, pero al mismo tiempo se prepara para imponer una carga a los agentes económicos que viven y operan en el continente. Cabe recordar que las regiones autónomas reciben todos los impuestos recaudados allí, lo que significa dos cosas: los madeirenses y azorianos no aportan ni un céntimo de sus impuestos para financiar las funciones soberanas del Estado, y todas las transferencias que reciben (Ley de Finanzas Regionales y Ley de Finanzas Locales) y los servicios regionales prestados por la República se financian con impuestos recaudados en el continente (véase la explicación aquí). Por eso Madeira es ahora la tercera región más rica del país (después de Lisboa y el Algarve). Estaremos aquí para verificar si la tan cacareada nueva Ley de Rentas Internas (LFR), destinada a abordar la discriminación negativa percibida contra las regiones autónomas, no es más que una sangría continua para los contribuyentes peninsulares.
El camino recorrido de 2009 a 2025 fue largo, pero las señales que recibimos son preocupantes. Entre la responsabilidad política y el electoralismo (ahora las elecciones locales), el gobierno claramente está en esta segunda vía, haciendo concesiones a corporaciones, gobiernos y representantes regionales de diversos partidos, unidos en su insaciable deseo de mayor financiación. Si seguimos así, la factura será muy alta.
observador