EE.UU. tendrá que refinanciar el 25% de su deuda al final del mandato de Trump

El mandato de Donald Trump será decisivo en la gestión de la deuda estadounidense. Hasta que el gobernante deje el poder en 2029, Estados Unidos tendrá que refinanciar aproximadamente 9,2 billones de dólares (trillion en inglés), o 8.200 millones de euros, de deuda, que vence en 2025, explica a JE el analista de XTB Henrique Tomé.
“Esta cantidad representa alrededor del 25% de la deuda federal total, que alcanzó los 36,2 mil millones de dólares (32,5 mil millones de euros)”, afirma Henrique Tomé.
El analista de XTB añade que gran parte de esta deuda “se emitió con tipos de interés medios de alrededor del 2,5%”. Pero, advierte Henrique Tomé, con las tasas de interés actuales por encima del 5%, “el costo de la refinanciación será sustancialmente mayor”, estimando que los pagos de intereses “podrían aumentar significativamente, consumiendo una parte considerable” del presupuesto federal.
Preguntado sobre si Estados Unidos podrá refinanciar su deuda a un buen coste, Henrique Tomé subraya que esa ha sido una de las intenciones de Trump, por lo que ha habido “presiones” del presidente de Estados Unidos sobre la Reserva Federal americana, “para que empiece a reducir los tipos de interés cuanto antes, con el fin de que ese coste de refinanciación sea “más barato””.
El analista de XTB señala también que es importante destacar que la Fed “no solo tiene” presión de Donald Trump, “también tiene otras variables que apoyan un escenario de bajadas de tipos de interés próximamente”. Uno de los ejemplos, dado por Henrique Tomé, está relacionado con la desaceleración que se ha observado en la inflación (excluyendo el efecto potencial que puedan tener las tarifas), “así como en los indicadores económicos de la actividad económica, que también se están desacelerando”.
Henrique Tomé también advierte, refiriéndose al comportamiento del mercado de capitales estadounidense, que puede llevar a la necesidad de empezar a ver un “cambio en la política monetaria, ya que las perspectivas de beneficios de las empresas se han revisado a la baja y han penalizado severamente sus valoraciones”.
El analista de XTB añade además que el hecho de que existan “signos de incertidumbre sobre los aranceles y el riesgo de que se repitan las presiones sobre los precios han puesto a la Fed en este impasse”.
El responsable de trading del Banco Carregosa, João Queiroz, señala que la subida del rendimiento estadounidense a 10 años “agrava” los costes financieros asociados a la rotación de deuda (emisión de nueva deuda a medida que vence la existente), “en un contexto en el que Estados Unidos tendrá que refinanciar aproximadamente 9,5 billones de dólares (8,5 billones de euros en términos estadounidenses) en 2025”.
Incluso cambios modestos en los rendimientos implícitos de la deuda soberana estadounidense implican costos adicionales significativos dada la magnitud de la deuda. Por ejemplo, un aumento de tan solo 100 puntos básicos representa, en un universo de 9,5 billones, un aumento de 95 000 millones de dólares en costos anuales (85 500 millones de euros)», afirma João Queiroz.
“A partir de los cambios recientes observados en la curva de rendimientos, es posible estimar un aumento medio del 0,30% al 0,70% en los costes de refinanciación, lo que se traduce en una carga anual adicional de entre 28.500 y 66.500 millones de dólares (25.600 y 59.800 millones de euros)”, refuerza el responsable de trading de Banco Carregosa.
A pesar de estos factores atenuantes, João Queiroz afirma que la capacidad de Estados Unidos para refinanciar su deuda hasta el final del mandato de Donald Trump, previsto para 2029, "se mantendrá intacta, aunque cada vez más condicionada por presiones estructurales".
João Queiroz cree que una de las posibles formas de afrontar esta necesidad es “extender el vencimiento medio de la deuda emitida, transfiriendo parte del riesgo de refinanciación inmediata a horizontes más largos”. Sin embargo, advierte el responsable de trading de Banco Carregosa, esta estrategia implica “aceptar mayores costes y cargos”, dado que los plazos más largos de la curva “presentan actualmente rendimientos más elevados”.
El responsable de trading del Banco Carregosa destaca que esta inversión de lógica respecto a los últimos años, en los que se favorecía el corto plazo por los tipos negativos o residuales, plantea “desafíos adicionales para la sostenibilidad de la trayectoria de la deuda pública”.
João Queiroz también señala que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), aunque actualmente está en modo de “restricción monetaria” a través de la política de ajuste cuantitativo , “mantiene instrumentos que podrían suavizar” los impactos en el mercado de financiación del Tesoro.
Estas incluyen la posibilidad de ampliar las líneas de repo permanentes, reducir los saldos de la Cuenta General del Tesoro (CGT) o recurrir a intervenciones indirectas para apoyar la liquidez institucional, como los fondos de pensiones o los tenedores de deuda externa. El margen de maniobra del Tesoro estadounidense también podría implicar, a medio plazo, ajustes en la política fiscal, aunque esta vía enfrenta serias barreras políticas hasta, al menos, las elecciones presidenciales, argumenta el director de operaciones del Banco Carregosa.
João Queiroz también afirma que la capacidad de Estados Unidos para seguir atrayendo financiación externa seguirá siendo una “variable crítica” en los próximos años.
Si bien el país goza actualmente de un acceso privilegiado a los mercados internacionales, las señales de una disminución en la demanda de activos denominados en dólares son cada vez más evidentes, especialmente por parte de China, Japón y varias economías emergentes del grupo BRICS+. Este cambio progresivo en la geografía de los flujos de capital podría, a mediano plazo, traducirse en una creciente dependencia de los inversores nacionales —en concreto, bancos y fondos de bonos—, cuya asignación a la deuda pública se rige, en muchos casos, por requisitos prudenciales y regulatorios —enfatiza João Queiroz—.
Sin embargo, señala João Queiroz, a pesar de la “profundidad y liquidez” del mercado de bonos estadounidense y su resiliencia histórica, los riesgos asociados al financiamiento de la deuda “no pueden ignorarse”.
El responsable de trading del Banco Carregosa asegura que mantener tipos reales elevados, sumado al aumento del coste de la deuda de largo plazo, “está comprometiendo la eficiencia del proceso de rollover y presionando la percepción de sostenibilidad fiscal” en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, la erosión gradual de la confianza en el dólar como principal activo de reserva global, en un contexto de mayor fragmentación monetaria y comercial, agrava el entorno de incertidumbre. Así, si bien la refinanciación de la deuda para 2029 es técnicamente viable, cada vez es más evidente que se llevará a cabo en un contexto de mayores costos, menor previsibilidad y mayores riesgos. La sostenibilidad fiscal de Estados Unidos dependerá, por lo tanto, de una articulación eficaz entre la política monetaria, la credibilidad institucional y la estabilidad de los flujos de capital, factores cuyo margen de tolerancia al fracaso está disminuyendo drásticamente, explica João Queiroz.
A pesar de todos estos desafíos, João Queiroz afirma que en contextos de creciente incertidumbre geopolítica global, la deuda soberana estadounidense “tiende a recuperar un atractivo relativo”.
João Queiroz señala que incluso ante señales de fragmentación política interna o riesgos legales emergentes —como impases legislativos, impugnaciones constitucionales o dudas sobre la ejecución presupuestaria— los bonos del Tesoro siguen representando, para muchos inversores institucionales, “el activo de último recurso”.
El responsable de trading del Banco Carregosa destaca que este atractivo “se debe menos a la robustez intrínseca” del sistema político estadounidense y “más a la ausencia de alternativas con liquidez, profundidad y convertibilidad comparables”.
João Queiroz concluye diciendo que, paradójicamente, las crisis externas o las percepciones de riesgo sistémico internacional “podrían reforzar, aunque sea temporalmente, la demanda de deuda estadounidense, enmascarando las crecientes debilidades de su trayectoria presupuestaria e institucional”.
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