Huelga general preventiva: ¿el arte de protestar para evitar la negociación?

Apunta la fecha: CGTP y UGT han convocado una huelga general contra el proyecto de ley "Trabajo XXI" para el próximo jueves 11 de diciembre, durante la semana del feriado nacional del 8 de diciembre y aproximadamente un mes antes de las elecciones presidenciales. Puro oportunismo sindical.
Tradicionalmente, los sindicatos también citan la huelga como último recurso, ya que implica una reducción salarial para los trabajadores participantes. En este sentido, la decisión de convocar una huelga no debe tomarse a la ligera. Esto ha sido cuidadosamente considerado y garantizado por quienes la proponen.
En efecto, esta huelga general surge, como bien sabemos, de un levantamiento popular contra el denominado «paquete laboral», consistente en un proyecto de ley a la espera de contrapropuestas, concretamente de los representantes de los trabajadores. Ante la provocación sin precedentes de un Gobierno que promueve la negociación con la expectativa de recibir contrapropuestas antes de presentar un proyecto de ley para su discusión y debate en la Asamblea de la República, donde no existe una mayoría absoluta y están representados diez partidos políticos, no queda más remedio que la huelga, preferiblemente general.
De hecho, es perfectamente comprensible: la mera posibilidad de negociar sin recurrir a la huelga general supondría una capitulación del movimiento sindical, que cuenta con una representación dominante en Portugal. Como sabemos, la afiliación sindical está en auge. Seguramente el lector conoce a decenas o incluso cientos de trabajadores sindicalizados. Es más, puede que el lector no esté afiliado simplemente porque, tal vez, sea un trabajador autónomo económicamente dependiente que espera ansiosamente su afiliación a un sindicato cercano.
Alternativamente, el lector podría decir: la representatividad es un problema falso, porque siempre hay heraldos altruistas capaces de leer e interpretar el sentimiento popular, que prescinden de los mecanismos de legitimidad, legitimación o incluso de adhesión a la realidad, porque el camino conduce hacia la utopía.
El lector también podría decir: la huelga debe causar daño para evitar la regresión civilizatoria. Esto tiene sentido, sobre todo cuando el daño recae principalmente sobre otras personas, que se quedan sin transporte, citas o exámenes médicos, guarderías y escuelas para sus hijos y nietos. Que quienes no se unan voluntariamente a la lucha de los justos sufran las consecuencias, aunque no tengan edad para votar ni para elegir caricaturas.
Esta sanción está más que justificada. Es inaceptable que el Proyecto de Ley proponga, por ejemplo: (i) extender la licencia parental a 180 días con una mayor corresponsabilidad entre el padre y la madre; (ii) ampliar el grupo de personas con discapacidad protegidas por el sistema de cuotas; (iii) sustituir el período de prueba de 180 días para quienes buscan empleo por primera vez y para desempleados de larga duración por un contrato de trabajo de duración determinada con una duración mínima de 12 meses; (iv) reducir la carga para los trabajadores que no tienen hijos, ya sea porque legítimamente no los desean o porque lamentablemente no pueden tenerlos por razones personales, de salud o económicas, mediante un ajuste de los horarios de trabajo flexibles; (v) eximir a las microempresas de la obligación de formación profesional; (vi) una regulación más flexible del régimen de teletrabajo mediante la negociación colectiva —es decir, con la participación de los sindicatos—; (vii) eliminar la norma que obliga al trabajador a devolver la indemnización al empleador en caso de impugnación judicial del despido; y (viii) extender los servicios mínimos. a los servicios que brindan atención a niños, ancianos, enfermos y personas con discapacidad.
El lector podría decir: el proyecto de ley contiene otras medidas infames. Por ejemplo, elimina la prohibición de la subcontratación, ya que las empresas, tras crear o internalizar un servicio o departamento, deben mantenerlo hasta su desaparición o insolvencia, independientemente de si son más eficientes o generan mejores condiciones laborales en otras áreas de actividad. Los representantes de los trabajadores son excelentes gestores, y deberíamos aprender de su experiencia.
Por otro lado, elimina la posibilidad de una reincorporación ilegal de un trabajador, cuando un empleador pretende engañar a un juez inexperto o a un grupo de jueces menos atentos, quienes serán responsables de decidir (i) si el empleador puede impedir la reincorporación del trabajador y, de ser así, (ii) cuál debe ser el monto incrementado de la indemnización. Como sabemos, por un lado, quien sufre maltrato o trato injusto anhela regresar al lugar donde fue infeliz; por otro lado, el dinero no da la felicidad.
Además, el conflicto y la lucha de clases son la esencia misma de la actividad sindical; sin ellos, el sindicato quedaría huérfano. En rigor, se vería obligado, por ejemplo, a fijarse en otras experiencias sindicales (de Europa Central, los países nórdicos o incluso Asia) y encontrar razones más sólidas y eficaces para su existencia. Por lo tanto, no hay justificación para abandonar la zona de confort.
Existe otro argumento de peso a favor de esta huelga general: después de que los médicos contratados (empleados temporalmente) consideraran una huelga en las salas de urgencias del Servicio Nacional de Salud (SNS) contra un proyecto de decreto que podría introducir cambios, particularmente en el valor de los servicios prestados, los representantes de los trabajadores no podían dejar pasar la oportunidad de aprovechar este noble arte de la negociación, haciendo pleno uso de los intereses de quienes no pueden defenderse: los receptores de servicios esenciales, es decir, todos nosotros.
En definitiva, esta huelga general es fundamental para crear sistemas más transparentes, justos y eficaces de regulación de las relaciones laborales, y sin duda contribuirá en gran medida a mejorar las condiciones de vida de quienes la financian, aunque no la hayan convocado ni solicitado.
observador


