Acuso a Sócrates

El juicio contra el régimen ha comenzado, y ha sido un espectáculo deprimente. Sé más o menos lo mismo que todos los portugueses sobre el proceso. No he leído el escrito de acusación, ni pienso hacerlo. Para eso están los abogados, jueces y periodistas que siguen el caso de cerca.
Como ciudadano portugués, evalúo el comportamiento político de un ex primer ministro que gobernó con arrogancia, persiguiendo a cualquiera que lo cuestionara o buscara aclaraciones basándose en sospechas razonables. Toda la vida de José Sócrates, antes y después de dirigir el gobierno, es una sucesión de mentiras y errores. Empezando por el título falso, pasando por la firma fraudulenta de proyectos, y culminando en los actos de los que ahora se le acusa. A todo esto, Sócrates respondió con mucha rudeza y pocas explicaciones.
Como votante, formulo un juicio sobre la irresponsabilidad de un hombre que dejó el país en quiebra y continuó viviendo una vida de lujo, con quién sabe cuánto dinero.
Desde 2014, año en que fue arrestado tras una investigación sobre sus prácticas como primer ministro, Sócrates ha estado impulsando la ridícula teoría de que es un preso político perseguido por sus oponentes. Ante hechos como el origen del dinero que gasta a manos llenas hasta el día de hoy, responde con historias descabelladas. La más escandalosa es la que habla de su dependencia de una caja fuerte sin fondo, donde su madre, en casa, guardaba una supuesta fortuna familiar, toda en efectivo, lista para ser gastada.
Escuchar a Sócrates es escuchar a un mentiroso compulsivo. O ha perdido el talento para la actuación, o es de esos que se convencen a sí mismos de sus propias mentiras. El tono agresivo y amenazante con el que habla, incluso en el juicio, demuestra su desprecio por todo y por todos. Para alguien que busca demostrar su inocencia, no podría haber encontrado peor estrategia. Nadie puede sentir la más mínima empatía por alguien que se comporta así, especialmente por alguien que una vez gobernó el país.
Viendo el espectáculo de los últimos años, y especialmente los últimos días, nadie duda de las intenciones del exjefe de gobierno: evitar un juicio a toda costa. Para ello, Sócrates ya ha gastado miles de euros y está dispuesto a gastar muchos más. Él mismo declaró al salir de la primera sesión: «Haré todo lo posible para evitar este juicio». Esta no parece la actitud típica de alguien que se declara inocente.
El hombre que, siempre que puede, invoca la pureza de la democracia, no tiene reparos en manchar el sistema judicial y faltarle el respeto al juez, quien, en un régimen democrático, debería administrar justicia. Incluso podríamos admitir que este fue un problema con este juez en particular, pero por lo que hemos visto en los últimos años, Sócrates desafía a todo juez que se interponga en su camino. Incluso Ivo Rosa —a quien ahora presenta como ejemplo de juez imparcial— fue maltratado por Sócrates tras leer las conclusiones del fallo preliminar. En ese momento, se indignó porque Ivo Rosa, quien había desmentido casi toda la acusación, no la desistiera por completo. "¡Inaceptable!", exclamó.
Sócrates debería tener un juicio justo, con todas las defensas necesarias garantizadas para cualquier ciudadano. Pero eso no le da derecho a comportarse como lo ha hecho. Me parece que Sócrates se burla de la justicia. Cualquiera que se comporte así es culpable, independientemente de las pruebas que demuestren en el tribunal.
Jornal Sol