De Barcelona a Milán, el extraordinario viaje del Barça de Flick

Lo escribió el griego Konstantinos Kavafis en su poema Ítaca, metáfora de todos nuestros objetivos existenciales: el viaje es más importante que la meta, pregonó, y no es cuestión de llevarle la contraria porque no está entre nosotros para rebatirnos. El fútbol, que suele valorar más los éxitos que los trayectos para conseguirlos, debería hacer una excepción con el Barça de Hansi Flick, compuesto por un grupo de jugadores para quienes nadie pronosticó una odisea semejante. Ganada la Copa del Rey ante el Madrid, a las puertas de clasificarse para la final de la Champions (hoy) y de sentenciar virtualmente la Liga en caso de victoria en el clásico (domingo), vale la pena detenerse en su recorrido hasta llegar hasta aquí, porque quién si sabe la nave azulgrana acabará en puerto o quedará varada en la orilla, y si sucede lo segundo pocos se acordarán de Kavafis.
Flick, un equipo de autor
El actual Barça tiene nombre y apellidos, los de un técnico alemán cuyo currículum pese a la edad (60 años) era breve pero demoledor: triplete con el Bayern y brazo ejecutor de otro equipo con nombre y apellidos (los de Leo Messi) al hacerle pedazos en una infausta noche lisboeta de agosto del 2020. El marcador fue tan inusual en fútbol (2-8) que dejó una herida que ha requerido de años para ser cerrada, concretamente cinco. En los márgenes dejaron su esfuerzo, legado y títulos (Copa, Supercopa y Liga) dos mitos barcelonistas: Ronald Koeman, que captó enseguida el encanto de un Pedri adolescente e hizo debutar a Gavi, y Xavi Hernández, que señaló el camino mirando siempre a la Masia, dando la alternativa con valentía y visión de futuro a Lamine Yamal, Cubarsí y Fermín. Flick, por tanto, llegó en el momento justo en cuanto a la maduración de los más jóvenes, pero su mérito va mucho más allá por cuanto: 1) sacó de la depresión a futbolistas decaídos y poco queridos (Raphinha, Ferran Torres, De Jong e incluso Lewandowski); y 2) modernizó el libreto azulgrana sin que los puristas, vencidos por las victorias, alzaran la voz, mejorando además las prestaciones físicas hasta alcanzar niveles de estándares europeos. Disciplinado, paternal como si se supiera de memoria la revista 'Ser Padres' y con un elevado sentido de la justicia aplicada en función de los méritos, la figura de Flick ha triunfado en el vestuario, el espacio más difícil de conquistar por la batalla de egos, y en el exterior su cordura se ha impuesto en un club acostumbrado al ruido de millones de perturbados. Flick habla y se le hace caso. Un milagro.
La plantilla, todos a una
El secreto del éxito en los equipos que trascienden suele ser el equilibrio entre las diferentes virtudes de los jugadores, cada una la suya al servicio de una idea común. Flick lo ha logrado elevando el compromiso del vestuario sin distinciones. Aquí corren todos. Luego está el talento, por supuesto, el innato de Lamine Yamal, figura deslumbrante destinada a ganar Balones de Oro, y el trabajado de Raphinha, un jugador que se ha rebelado contra su destino dejándonos a todos sin palabras. La combinación de esos dos delanteros antagónicos define mucho al actual Barça. Por lo demás, Lewandowski es Dorian Gray, Cubarsí e Íñigo Martínez se han elevado como una pareja de centrales única porque defiende y juega, y el centro del campo es extremadamente creativo gracias a Pedri, el gran jefe, De Jong, su escudero, y Dani Olmo, el único fichaje del verano junto a Pau Víctor. Luego en invierno apareció Szczesny, pero el gran rendimiento del polaco no tiene explicación, salvo la esotérica. La lástima de la vital noche de hoy es no contar con los dos laterales que han dado alas hasta ahora al equipo, Koundé y Balde, ambos lesionados. He aquí otro logro de Flick: mirar al banquillo a por recursos ha dejado de ser un drama. Ahí están los Araújo, Gavi, Fermín, Gerard Martín, Eric Garcia y Ferran Torres, presumiblemente titulares los dos últimos ante el Inter, para no desentonar. Todos se sienten partícipes del temporadón. Y han rendido a un nivel espectacular.
Laporta, la intuición
Mientras Flick representa la modernidad y la planificación, Joan Laporta se mueve entre la intuición, la temeridad, un personalismo vintage y una seguridad en sí mismo que le permite sonreír e incluso dar ánimos mientras anda sobre una cuerda floja y abajo amenaza un foso de brasas. Suertudo sin precedentes, Laporta tenía claro que debía apostar por la vía alemana y, tras intentarlo en balde con otros (Ralf Rangnick entre ellos), la irregular experiencia con Xavi le llevó a Hansi Flick sin dudar. El olfato, como sucedió con Rijkaard y Guardiola, le volvió a dar la razón. El fenomenal comportamiento del Barça de Flick, sumado al del equipo femenino (ambos optan al triplete en una posibilidad sin precedentes en el deporte rey) han silenciado a la oposición y relativizado crisis colosales como la de las inscripciones de Dani Olmo y Pau Víctor, el retraso del Spotify Camp Nou y la opacidad en la gestión económica. Se podría decir que incluso la incapacidad de fichar ha beneficiado su gestión deportiva, por cuanto con dinero (Vítor Roque, 13 partidos en su vuelta a Brasil, uno gol con el Palmeiras) nunca sabremos qué habría pasado. En cualquier caso, Laporta, cuyo carisma sigue intacto pese a los golpes, ha reconocido que el Barça de Flick “ha superado incluso nuestras expectativas”.
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