Trump en la ciudad del Túria

Desde que el PP y Vox gobiernan en el País Valenciano, la lengua es un asunto prioritario, “lo que interesa a la gente”. Ahora han decidido cambiar la tilde de la capital para que se escriba aguda, Valéncia. Con esta medida, ni los valencianos ni los leridanos dejarán de pronunciar la ciudad con el acento cerrado, ni los de las Baleares y de la Catalunya oriental dejarán de decir el acento abierto.
¿Es legítimo cambiar el acento abierto por el cerrado, dado que es como pronuncian el topónimo sus habitantes? De entrada sí, pero los que mandan se rodean de asesores. Y en el caso de la capital valenciana, la norma lingüística la tiene científicamente el Institut d’Estudis Catalans (IEC), y políticamente la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL).
Como la Generalitat Valenciana creó la AVL para crear distancias con los otros dialectos, políticamente hay que hacerle caso. Y dice: “La grafía adecuada desde el punto de vista histórico y lingüístico de València es con e abierta, aunque la pronunciación recomendada para los valencianos es con e cerrada”. Con este dictamen, que no viene de una entidad con sede en Barcelona, sino en València, el debate queda cerrado.
¿Entonces, por qué las autoridades políticas no hacen caso? Porque hacen como Trump: cuando los expertos no coinciden con su modo de pensar, se inventan una ciencia propia. Que no nos tomen por bobos disfrazándolo con razonamientos lingüísticos y que digan que lo hacen por razones políticas, en este caso, impositivas.
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