En los sótanos de Burdeos (2/6): bajo el espejo de agua, un espacio tan grande como un campo de fútbol

Bajo el estanque reflectante más grande del mundo se encuentra un espacio aún mayor. Este antiguo almacén y estacionamiento ahora alberga las instalaciones de filtrado y descalcificación de agua, entre otras cosas. Visita guiada.

¡ Cocorico! Burdeos alberga el espejo de agua más grande del mundo: 3450 metros cuadrados, mientras que el de Niza mide 3000 metros cuadrados y el de Washington, 3100. Sin embargo, lo que se desconoce es que el espacio subterráneo es aproximadamente el doble . Se dice que es del tamaño de un campo de fútbol. Son 7000 metros cuadrados. No es mucho para mantener un depósito subterráneo con una capacidad de 800 metros cúbicos y una maquinaria que gestiona más de 900 inyectores, los dispositivos que envían agua a la losa en forma de diminutas gotas.

En cualquier caso, esto justifica la recomendación de la oficina de turismo de visitar el lugar. Quienes acudan con la esperanza de refrescarse se llevarán una decepción: la temperatura es prácticamente la misma que en la superficie. Por otro lado, quienes deseen saber más sobre uno de los lugares más atractivos de Burdeos , que atrae a varios millones de visitantes cada año, encontrarán respuestas. Y un cambio de aires.

Ubicada frente al Museo de la Aduana, la escalera de acceso conduce a un antiguo almacén subterráneo, construido entre las dos guerras mundiales. «No lo construimos en la superficie, a diferencia de los hangares del Quai des Chartrons, porque ya considerábamos necesario despejar la vista a la Place de la Bourse, considerada la plaza más hermosa de Burdeos», explica Catherine Goniak, guía turística de la oficina de turismo.

“Cuando filtras el agua, encuentras de todo: juguetes, pelotas inflables, botellas rotas, tarjetas de hotel…”

El estilo Art Déco de las décadas de 1920 y 1930 se aprecia en las aberturas octogonales, que en su día fueron patios de luz, o en los elegantes pilares que sostienen el techo. «En aquella época, a la gente le gustaba que los edificios fueran bonitos, incluso para un simple almacén».

Se oye un enorme "¡floushhhh!". "Es el agua del espejo que se vacía en la cuenca", explica Guillaume Gregeois, uno de los técnicos encargados del mantenimiento de las instalaciones. Eso implica ablandar el agua para preservar las tuberías —y proteger la piel de quienes caminan por la losa superior— y filtrarla cuando llega al sótano. No es poca cosa. "Encontramos de todo: juguetes, pelotas inflables, botellas rotas, tarjetas de hotel... Por no hablar de la vez que algunos agricultores vertieron purines . Tardamos diez días en limpiarlo todo".

Pero el paseo también revela marcas en el suelo —cuando el almacén dejó de funcionar, el lugar era un aparcamiento—, la tubería de la fuente que antaño se alzaba en la plaza Marie-Brizard —¿por qué y hasta cuándo está ahí? Nadie sabe por qué—, e incluso un búnker de la Segunda Guerra Mundial, construido para almacenar y proteger equipo, no con fines defensivos.

Y, en última instancia, esta alegre mezcolanza refleja lógicamente el propósito del espejo de agua. Originalmente, el paisajista urbano Michel Corajoud lo concibió como una forma de realzar la majestuosa fachada de la Place de la Bourse. Pero rápidamente se convirtió en un espacio de frescura, bienestar y convivencia, desconectado de su dimensión paisajística. «Una obra de arte pertenece a quienes la hacen realidad», sonríe Catherine Goniak.