Mi querido tacaño: "Mi madre todavía recibe paga de sus padres a los 60 años"

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Un deseo de control y reserva, una incapacidad para ceder en todo el sentido de la palabra... Estar cerca de una persona tacaña es una fuente de inmenso sufrimiento. La energía que gastan ahorrando agota y lastima a otros, pero eso no importa: vivir solo, para algunos, es preferible a la idea de tener que compartir, apoyar y complacer. En este episodio, Camille, de 33 años, lo experimenta cada vez que ve a su madre: desde contar su cambio hasta pagar los cigarrillos, su historia siempre se ha basado en una relación calculada y contable.
Mi madre es, sin duda, la persona más tacaña que conozco. No me di cuenta de pequeña; sin embargo, al recordarlo, la recuerdo contando toda la calderilla cuando compraba pan para asegurarse de no guardarme ni diez centavos. Alrededor de los 16 o 17 años, cuando empecé a conseguir mis primeros trabajos de verano, quiso imponerme reglas muy estrictas sobre cómo debía administrar este salario. Se negó, por ejemplo, a dejarme usar ese dinero para salir a tomar algo en una terraza con amigos: para ella, lo importante era ahorrar para comprar cosas que uno quisiera después.
"Mis padres tuvieron un divorcio muy complicado. Cuando tenía 12 años, mi madre se encontró sin
Libération