Tavaux. Zapatero desde hace 45 años, repasa la evolución de su profesión.

Al igual que Obélix, cayó en la olla de pequeño. Y en esta olla encontró una zanjadora, un mazo, alicates para ojales, un yunque de tres dientes e incluso un martillo de galochar. Laurent Pitallier era de Besançon por aquel entonces, ¡y unas prácticas en el taller del Sr. Moisson resultaron fatales para él!
En aquella época, había 17 zapateros en Besançon. Empecé como aprendiz en la rue Battant, alternando con el CFA (Centro de Formación), donde no había taller de zapatería. Íbamos al zapatero. Con mi CAP (Certificado de Aptitud Profesional), aprendí durante cuatro años como empleado en el taller, y luego pasé siete años a las Nouvelles Galeries. Recuerda esta época dorada en la que todo era posible. La década de 1980 lo impulsó a la galería Cora durante 17 años, hasta 2018.
Era una época en la que la gente aún compraba zapatos o bolsos que les importaban. «Hoy en día, los clientes ya no los reparan, los tiran. Es un oficio que aún sobrevive en las grandes ciudades. En Tavaux, tengo clientes, pero también tengo que encontrar otros recursos para llevar una tienda. Vendo artículos de cuero, hago llaves, pequeñas placas grabadas, pilas, matrículas...». La nostalgia es evidente en las palabras del artesano. Una nostalgia de cuando la tienda era un lugar popular en los pueblos. Un lugar de encuentro para todas las edades donde el zapatero ayudaba en muchos ámbitos.
Ya no hay escuelas ni programas de formación, señal de que la profesión está en declive, salvo en algunos nichos. Pero Laurent ama este trabajo y recuerda encuentros maravillosos, como el de la compañía de teatro que vino a resolar sus botas Ranger con suelas muy gruesas, o el anticuario de Besançon que llegó con su sable. Quería una vaina de cuero viejo.
En su taller, Laurent Pitallier perpetúa otro oficio desaparecido que los menores de 20 años desconocen. El afilador de cuchillos. «Sí, hay que saber afilar; es otra forma de ayudar». Residente del Jura desde hace 25 años, Laurent piensa en el hombre de Rimbaud con «suelas de viento», las que le abrirán las puertas de su último taller: ¡la huida de la jubilación!
Le Progres