El sitio perfecto para relajarse a media hora de Granada: aguas termales romanas con vistas al río

Dentro de la provincia de Granada hay varios balnearios que gozan de merecida fama: Lanjarón, Zújar o Alicún de las Torres ofrecen extraordinarios servicios y son muy frecuentados. Tanto como el que probablemente es el más antiguo de todos, ubicado además en un pueblo más que bonito: Alhama de Granada.
Porque la historia de los balnearios de Alhama se remonta nada menos que a los tiempos de los romanos, según atestiguan varios vestigios encontrados en la zona. En esos baños estuvo, por ejemplo, Plinio el Viejo, y el pueblo ya era tenía gran importancia estrategia y era transitado; obras como el puente romano o la calzada lo demuestran.
Los musulmanes llegaron a Alhama en el siglo IX y fueron los que le pusieron el nombre que todavía conserva el pueblo. Al-Hammam significa los baños, una referencia bastante obvia al manantial, que fue lugar de esparcimiento para los que vivían allí entonces.
Alhama pasó a ser cristiana en 1482, cuando cedió su fortaleza, de la que aún se conservan restos y desde la que se divisan unas vistas impresionantes de los tajos que rodean al pueblo. Fue una de las batallas fundamentales para la conquista del Reino de Granada y que finalizó, como se sabe, diez años después con la rendición de la Alhambra.
Se sabe que los cristianos acabaron con bastantes vestigios de la época que les precedió, pero el balneario se respetó. De ahí que se conserven lo que se llama el baño viejo, que data del siglo XIII y es fácilmente reconocible por sus arcos de herradura.
Se le agregó otra estancia que, en consecuencia, se llama baño nuevo. Y para eso se aprovechó una circunstancia bastante triste: el terremoto que sufrió la zona en el año 1884, que acabó con la vida de unas 800 personas en Alhama y poblaciones cercanas como Arenas del Rey. El seísmo dañó gravemente las instalaciones y afectó a las aguas subterráneas, por lo que hubo que hacer bastantes modificaciones.
Surgió así el moderno balneario de Alhama, en torno al cual se edificó, ya en el siglo XX, el hotel al que acuden cientos de usuarios para disfrutar de sus numerosos servicios, sobre todo tratamientos terapéuticos que, en contra de lo que se pueda pensar, no utilizan únicamente las personas de cierta edad. Las aguas termales son un remedio magnífico para el estrés y eso lo sufren también muchos jóvenes.
El lugar es perfecto para descansar. Está situado en un entorno privilegiado, en pleno contacto con la naturaleza, y allí el silencio se paladea. Además, en el hotel balneario están prohibidos los ruidos a deshoras y la siesta es sagrada. Entre las cuatro y las seis de la tarde, la actividad allí es casi nula.

Se puede disfrutar de las aguas termales siendo cliente, pero también sin serlo. En el exterior del balneario discurre el río Alhama y, en ese tramo, hay también piscinas naturales -bueno, no exactamente naturales- de agua caliente que muchos viajeros no dudan en utilizar. Es un sitio muy recomendable para pasar un día tranquilo, aunque obviamente, en pleno agosto y con temperaturas de casi cuarenta grados, a lo mejor bañarse allí no es lo más placentero del mundo.
Como ya se ha dicho, el balneario es un sitio perfecto para relajarse y no hacer absolutamente nada más en todo el día. Pero si el visitante tiene ganas de acción, sobre todo de ver un pueblo bonito, Alhama de Granada está a dos pasos. A tres kilómetros, si se quiere ser más exacto. Así que un paseo puede ser una buena idea, porque la carretera no suele estar muy frecuentada.
Una vez en el destino, hay que asomarse obligatoriamente a los tajos, un cañón impresionante sobre el río Alhama que el tiempo ha ido modelando a su antojo. Desde allí parten numerosos senderos y hasta se puede ascender al (relativamente) cercano pico de La Maroma, a 2.065 metros de altitud, desde donde en días claros se puede ver la costa africana.
El resto del pueblo, con la estructura típica de calles estrechas y a menudo empinadas, merece la visita. Hay rincones preciosos que invitan a perderse y monumentos como la Iglesia de la Encarnación, mandada construir por Isabel la Católica a principios del siglo XVI, que se pueden y se deben ver. Luego, que cada cual decida qué es lo esencial y lo complementario: el balneario o el pueblo. Aunque lo más seguro es que todo se incluya en el grupo de las cosas imprescindibles.
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