El deporte ideal para mejorar fuerza, flexibilidad y salud, según expertos de Harvard

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En los últimos años, el ejercicio acuático ha ganado terreno como una de las alternativas más completas y accesibles para quienes desean mantenerse activos. Su popularidad no solo se debe al carácter refrescante de entrenar en el agua, sino a los beneficios que ofrece para la salud física y el bienestar general.
Este tipo de actividad deportiva combina protección para las articulaciones con un esfuerzo eficaz para músculos y sistema cardiovascular, convirtiéndose en una opción recomendada tanto para personas en rehabilitación como para quienes buscan una rutina de bajo impacto sin renunciar a resultados visibles.
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Especialistas de la Universidad de Harvard explican que esta práctica permite entrenar con menos dolor y menor riesgo de caídas, algo clave para personas con afecciones físicas o movilidad reducida.

Según mencionan, la principal ventaja de entrenar en el agua es la flotabilidad. Al sumergirse, el cuerpo reduce considerablemente la carga sobre huesos y articulaciones, evitando la tensión que se genera en actividades terrestres como correr o levantar peso. Esto, dicen, facilita que personas con debilidad, lesiones o enfermedades articulares puedan mantenerse activas sin provocar daño adicional.
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No obstante, advierten que la reducción del impacto no implica menor efectividad. La resistencia del agua frena cada movimiento y obliga a ejercer más fuerza para avanzar, lo que convierte el ejercicio acuático en una modalidad de fortalecimiento progresivo.
Ese mismo efecto de resistencia beneficia la coordinación, el equilibrio y el trabajo cardiovascular, sin la sensación de esfuerzo extremo que suele aparecer en rutinas tradicionales.

Las ventajas de la natación.
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De acuerdo con estudios citados por los expertos, otra característica clave es que se adapta a todo tipo de personas, pues no es necesario saber nadar para realizar ejercicios acuáticos, ya que muchas actividades se llevan a cabo en zonas poco profundas de la piscina, con libertad de movimiento y apoyo seguro. Allí es posible caminar, ejecutar secuencias guiadas o utilizar elementos flotantes que aumentan la intensidad sin elevar el riesgo.
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Así mismo, aspectos como la temperatura del agua son determinantes para el rendimiento: mientras que en entrenamientos intensos se recomiendan temperaturas entre 27 y 31 °C, para condiciones médicas como artritis o fibromialgia se aconseja una mayor calidez, entre 29 y 33 °C.
Mencionan que aunque la sensación de ligereza puede llevar a extender el tiempo de actividad sin notarlo, los especialistas advierten que también existe riesgo de sobrecarga si se exceden los límites personales. Por ello, recomiendan consultar con un profesional de la salud antes de iniciar esta práctica, especialmente en casos de rehabilitación o enfermedades crónicas.PORTAFOLIO
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