Noventa años del Dalái Lama: el líder pacifista que desafía a China

Cuando Lhamo Dhondup tenía cinco años, fue proclamado como la reencarnación del Dalái Lama, el líder espiritual del budismo tibetano, una de las ramas del budismo que sigue las enseñanzas del príncipe Siddharta Gautama, convertido en Buddha .
Cuenta la tradición, que los monjes tibetanos interpretaron visiones, señales y sueños para identificar al sucesor de Thubten Gyatso, decimotercer Dalái Lama, que supo mantener al Tíbet como nación independiente a pesar de las presiones de la Rusia Imperial, la dinastía Qing y el Imperio británico, hasta su muerte en 1933.

El líder espiritual tibetano, el Dalai Lama (izq.), vive en el exilio. Foto:AFP
En ese entonces, el quinto Réting Rinpoche, Jamphel Yeshe Gyaltsen, quien era regente del Tíbet, aseguró haber soñado con un monasterio, una carretera, una casa con tejado azul, un perro y un pórtico bajo el cual se encontraba un niño. En 1937, una comitiva de monjes viajó a la región tibetana de Amdo y halló en el poblado de Taktser una casa que coincidía con todas aquellas señales.
Allí había nacido Dhondup en 1935, en el seno de una familia humilde. Se decía que la conciencia sutil del decimotercer Dalái Lama había visitado previamente ese lugar. Los monjes se disfrazaron de mercaderes y el cuarto Kewtsang Rinpoche, quien lideraba la expedición, se hizo pasar por sirviente, pero, según relatan, el niño lo reconoció de inmediato y dijo su nombre, señalándole como “un monje de Sera”.
Siguiendo la costumbre, le presentaron objetos que habían pertenecido al Dalái Lama anterior, mezclados con otros similares, con la esperanza de que identificara aquellos que le correspondían. Según se recoge en ‘Magia y Religión en el Tíbet’, el niño superó estas pruebas, confirmando las sospechas de los monjes de que era la reencarnación de Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión, quien prometió guiar a los seres hacia la iluminación.

El dalái lama es el rostro internacional de la lucha por una mayor autonomía del Tíbet. Foto:AFP
Tras ser entronizado formalmente como la decimocuarta reencarnación, Dhondup recibió el nombre de Jetsun Jamphel Ngawang Lobsang Yeshe Tenzin Gyatso, que significa “Santo Señor, Gloria Gentil, Defensor Compasivo de la Fe y Océano de Sabiduría”.
Tenzin Gyatso fue llevado al palacio de Potala en Lhasa, capital del Tíbet, donde comenzó su formación como líder espiritual y político del pueblo tibetano, mostrando desde pequeño curiosidad por la ciencia y la mecánica, jugando con un reloj enviado por el presidente estadounidense Franklin Roosevelt o reparando coches.
Sin embargo, su infancia se vio interrumpida de forma abrupta cuando el Ejército chino invadió el Tíbet en 1950. A pesar de que la tradición dictaba asumir el liderazgo político a los 20 años, Tenzin tuvo que ser entronizado como jefe de Estado con apenas 15 años, en un intento por proteger la autonomía del Tíbet en medio de la ocupación.
Nueve años después, tras el levantamiento fallido del pueblo tibetano el 10 de marzo de 1959, Tenzin huyó de Lhasa, cruzando durante 13 días los pasos nevados del Himalaya hasta la frontera con India, donde encontró refugio junto a miles de tibetanos.

Dalai Lama. Foto:Sanjay Kumar / AFP
La mayor parte de su vida la pasó en el exilio. Tenía solo 23 años cuando huyó de Lhasa para establecerse en Dharamsala, en el norte de India. Allí, el Dalái Lama instaló su gobierno y se convirtió en un símbolo internacional de la causa tibetana, promoviendo una “vía intermedia” que renuncia a la independencia total a cambio de una mayor autonomía, mientras aboga por la preservación de la cultura, la lengua y la libertad de creencias del pueblo tibetano.
En 1989, recibió el Premio Nobel de la Paz, un reconocimiento que amplificó su voz en el mundo y consolidó su figura como símbolo de resistencia pacífica frente a la opresión, en la línea de líderes como Mahatma Gandhi y Martin Luther King.
Una religión que resiste el tiempoAunque el budismo tibetano, al que pertenece Tenzin Gyatso, se remonta al siglo VII en el Tíbet, sus raíces se hunden más de dos milenios atrás, hasta la figura de Siddharta Gautama, el príncipe nepalí que se convirtió en el Buda.
En sus célebres Siete noches (1980), Jorge Luis Borges recordaba que el budismo “es la religión más difundida del mundo” y que ha permanecido con elementos esenciales inalterados desde el siglo V antes de Cristo, “desde la época de Heráclito, de Pitágoras, de Zenón, hasta nuestro tiempo, cuando el doctor Suzuki la expone en el Japón”.
Borges destacaba que, a diferencia de otras religiones, el budismo siempre fue tolerante: “nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con toda libertad."

Dalai Lama. Foto:AFP
Esta libertad de conciencia, decía Borges, no es debilidad sino su esencia, pues el budismo no exige la fe en dogmas históricos sino en la doctrina y en el camino que cada quien recorre para llegar al despertar.
Durante sus Siete noches, el argentino relató cómo, conversando con un amigo japonés budista zen, este le explicó que no tenía importancia si Siddharta Gautama había existido históricamente, porque lo esencial era creer en la Doctrina. “Creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella sería algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton”, le dijo.
Borges admitía que la figura del Buda le resultaba valiosa y que creía en su realidad histórica, pero comprendía que la fuerza del budismo residía en su resistencia al tiempo, en la sencillez de sus cuatro nobles verdades y en que ser budista no es solo comprender, sino sentir, en cuerpo y alma, un camino de disciplina personal y de fe.
En ese contexto, la figura del Dalái Lama se inserta como guía de una tradición que no se aferra a las imposiciones sino a la enseñanza de la compasión y la búsqueda del despertar.
Su historia personal, desde el momento en que Lhamo Dhondup fue reconocido como la reencarnación del Dalái Lama, hasta su exilio en India tras la ocupación china, se entrelaza con una religión que ha logrado resistir siglos, imperios y fronteras, mientras mantiene viva la rueda de la ley que Siddharta hizo girar en un parque de Benares hace más de dos mil quinientos años.
Tensiones con China por el sucesorTenzin Gyatso se define como un "simple monje budista", pero ha cruzado el mundo codeándose con la realeza, líderes políticos y celebridades para promover la causa tibetana. Este hombre de cráneo pelado, rostro afable y sonrisa traviesa se ha convertido en un símbolo mundial de paz cuyo mensaje trasciende la religión.
Ahora, tras haber cumplido 90 años este domingo, el Dalái Lama sigue siendo el centro de una disputa que va mucho más allá de la política. En el budismo tibetano, el ciclo de renacimientos de un Dalái Lama no es un simple adorno simbólico: es el latido de una fe que cree que su líder elige conscientemente dónde y cuándo volver, guiado por la compasión, para seguir ayudando a los seres sintientes en su largo camino hacia la iluminación.
Mientras China sostiene que solo el gobierno de Pekín tiene el derecho de aprobar a su sucesor, Tenzin Gyatso ha dejado claro que su próxima reencarnación nacerá en el “mundo libre”. Con esa calma que lo caracteriza, desafía al poder chino recordándole que la rueda del samsara no se detiene ni se acelera al ritmo de los burócratas de un partido único.
Además, el monje dijo que no es amigo de las celebraciones, pero pidió que su cumpleaños sirviera para cultivar la paz y la compasión. Y lo hizo con esa mezcla de humor y gravedad que le es tan propia, recordando, quizá sin quererlo, que incluso en la hora de los brindis y las danzas, su figura sigue encarnando la esperanza de un pueblo que no quiere dejarse borrar, y la fuerza de una tradición que se resiste a desaparecer y sigue resonando en las montañas.
JUAN JOSÉ RÍOS - REDACCIÓN ADN
eltiempo