La vigencia de Federico García Lorca en la escena teatral de Buenos Aires

Existe un imaginario en torno a la figura de Federico García Lorca, un conocimiento o, al menos, la impresión o el recuerdo de un gestus, de una estética que es garantía de la asistencia de público a las salas. Esto no sucede solamente cuando se presentan distintas versiones de las obras del autor granadino, basta con invocar su poética o prometer una historia que enlace episodios de su vida para saber que los espectadores concurrirán rápidamente a recuperar algo de sus dramas y sus versos.
Un diagnóstico que vincula de forma tan persistente la obra de García Lorca con el público de Buenos Aires podría llevar a suponer que sus textos disfrutan de plena vigencia. Esta impresión merece algunos cuestionamientos. Si bien la calidad de las obras, la belleza de su escritura, la capacidad simbólica de sus imágenes le dan la envergadura de un clásico, son casi inexistentes las puestas de la dramaturgia lorquiana que hayan sabido hacer dialogar esos dramas con la actualidad.
Por lo general, vemos trabajos ilustrativos, a veces procedimientos arqueológicos que se quedan en la literalidad del texto o espectáculos que complacen al público porque reproducen todos los lugares comunes, estereotipos a los que ciertas interpretaciones del mundo lorquiano llevaron a fijar como características de sus obras.
En 2022, Vivi Tellas montó en el Teatro San Martín una versión de Bodas de sangre, que si bien ofrecía imágenes que proporcionaban una narrativa abstracta ligada a los colores rojo, negro y blanco en el armado visual de Guillermo Kuitca con una impronta novedosa que reforzaba la lógica simbólica, pero el planteo general carecía de un trabajo dramático.
Un ejemplo más estimulante fue la obra Lorca, el teatro bajo la arena, dirigida por Laura Paredes: en una plaza de toros del futuro, donde las corridas han sido abolidas, las palabras del poeta provocaban la mutación. Paredes y Mariano Llinás asumieron el riesgo de un desplazamiento temporal, sin montar los textos concretos, pero tomando sus obras como referencia. En lugar de evitar los lugares comunes sobre Lorca, los problematizaron.
El poeta y dramaturgo español Federico García Lorca (1898-1936).
La vida de García Lorca es una novela en sí misma. Su deseo homosexual a comienzos del siglo XX, su fama mundial que generó el encono y el odio porque su genio y su cuna de familia de terratenientes estaba marcada por las ideas de izquierda y la decisión de asumir su sexualidad, la conspiración, intrigas y delaciones familiares que lo llevaron a ser secuestrado en 1936 cuando comenzaba la guerra civil y a ser uno de los muertos del franquismo, le dan una envergadura heroica.
Hay en su vida y en su obra una audacia que lo vuelve pionero de las temáticas queer, enmarcadas en las formas de la represión, de la vigilancia social que siempre lo vuelven atractivo. Con Lorca, la sexualidad es transgresora, porque sucede en un contexto de fuertes prohibiciones donde seguir el deseo puede costar la vida, pero a su vez supo retratar las formas de control a partir del chisme y la mirada de los otros, tan ladina y destructiva, como motivo de fuertes disciplinamiento.
Su escritura simbólica fue también un recurso para retratar a la sociedad de Fuente Vaqueros. De hecho, La casa de Bernarda Alba provocó heridas y enfrentamientos familiares porque utilizó los nombres verdaderos de integrantes de su familia para asignarles comportamientos y características que estaban bastante alejados de la realidad. Hasta el día de hoy las diferencias de las familias de Granada en torno a la muerte de Lorca persisten en los descendientes de quienes vivieron los episodios previos a la guerra civil y la instauración de la dictadura de Francisco Franco.
Por estos días, nuevamente, estamos ante la presencia de tres obras que se referencian en García Lorca para construir espectáculos disímiles. El musical en Las mujeres de Lorca, escrito por Marisé Monteiro y dirigido por Nacho Medina; La piedra oscura, de Alberto Conejero, dirigida por Alejandro Giles, situada en el marco de la guerra civil e inspirada en el romance que el poeta tuvo hacia el final de sus días con Rafael Rodríguez Rapún; y Cartas a mi hijo Federico, donde María Marta Guitart recrea la figura de Vicenta Lorca, permiten pensar la persistencia en su figura y los usos dramáticos y estéticos.
Fotografía de archivo de 1933 del escritor Federico García Lorca cuando recitaba uno de sus poemas al público, en el Teatro Avenida de la Ciudad de Buenos Aires.
La obra del autor español Alberto Conejero es, tal vez, el material más elaborado de este conjunto de obras. La piedra oscura es el título de una obra inconclusa de Federico García Lorca sobre la homofobia. Conejero se apropia de este título para pensar una pieza donde el protagonista es Rafael Rodríguez Rapún, el último amor de Federico.
El director realizó un trabajo de investigación sobre el archivo familiar de Rodríguez Rapún a partir de las indagaciones y sugerencias de Ian Gibson, especialista en la biografía lorquiana. Este material, que cuenta con la dirección de Alejandro Giles –tarea que en España, donde la obra tuvo muchísima repercusión y premios, estuvo a cargo del director argentino Pablo Messiez– y se concentra en las últimas horas de vida de Rodríguez Rapún (Martín Urbaneja) que permanece en la habitación de un hospital militar bajo la custodia de un oficial interpretado por Iván Hochman.
En ese momento agónico que sintetiza el drama de España, dividida entre falangistas y republicanos, Federico es un recuerdo, un fantasma que dialoga con la figura de los desaparecidos, con una situación política que logra desprenderse de las referencias directas para unir el amor y la lucha ideológica como dos elementos que hacen a la excepcionalidad de Federico y que atraviesan el vínculo obligado entre estos dos hombres.
“La hipótesis de mi puesta tiene que ver con la guerra y con la herencia”, señala Alejandro Giles. “El tema de la sexualidad está presente porque se habla del vínculo que Rapún tuvo con Lorca pero el eje fundamental es la herencia, el amor y el contexto de la guerra. La piedra oscura no es una obra sobre la sexualidad, es una obra sobre la guerra y sobre el amor en amplios términos y en ese sentido se vincula mucho con nuestra historia reciente y con el horror que se vive a nivel mundial. Es una historia donde hay mucho desencuentro hasta que hay un pequeño encuentro que le da sentido a las vidas”, agrega.
Además, el director incorpora una figura femenina, a cargo de Milagros Almeida ausente en el texto original: “Los dos personajes hablan de sus madres, sentí que en la obra había una presencia femenina muy fuerte, por eso quise incorporar un personaje que se llama Ella sin tocar el texto, está en un segundo plano pero enlaza las situaciones. Es la energía vital de Rafael y la conciencia de Sebastián”, concluye Giles.
*De miércoles a domingos, a las 19.30, en el Teatro San Martín, Corrientes 1530.
"La piedra oscura". Foto: Carlos Furman/TSM
A partir de la figura de Rosario Garrido, la mujer que la madre de Federico imaginaba como la esposa de su hijo, Ana María Cores reconstruye a buena parte de las mujeres lorquinas.
Rosario es como una suerte de intérprete de los distintos personajes femeninos aunque su figura se parece demasiado a Doña Rosita la soltera, enamorada eterna del poeta que se mantuvo casta para entregarse a ese amor místico. El espectáculo que se estrenó el año pasado en el Teatro del Plata y ahora se presenta en el Teatro Alvear, encuentra su mayor atractivo en la destreza y experiencia de Ana María Cores en el teatro musical y en la capacidad de la cantaora y bailaora Carmen Mesa junto al grupo de músicos: Giuliana Sosa, Paula Carrizo y Lucía Cuesta.
“Ana María Cores transita por trece de sus personajes femeninos y ese desafío me parecía muy atrapante.” Comenta Nacho Medina, director de esta puesta “Me atraía también indagar en ritmos como el folklore andaluz, recorrer fandangos, sevillanas, flamenco para apropiarlos en función de la narrativa de la obra y también me parecía importante poner en escena a un ser tan sensible y mágico que terminó asesinado por pensar y ser distinto”.
El texto de Marisé Monteiro apela a una mirada ya establecida de Lorca, a los lugares comunes que cierto público espera y también reclama a un espectáculo de estas características. La dirección de Nacho Medina se asienta en un espíritu popular que no busca ampliar las lecturas de la obra lorquiana ni sorprender, sino dejar a los espectadores satisfechos con un cúmulo de situaciones ya conocidas y repetibles. Darle al público lo que quiere sería el mérito de este espectáculo.
*De miércoles a sábados, a las 20, y los domingos, a las 19, en el Teatro Alvear, Corrientes 1659.
"Las mujeres de Lorca". Foto: Gustavo Gavotti/TSM
En esta obra escrita, dirigida y actuada por María Marta Guitart, también se invoca a un personaje real, Vicenta Lorca, madre de Federico en la instancia posterior al secuestro de su hijo por las fuerzas de la falange española.
La mujer encuentra una serie de cartas que ella le envió en los años 20, cuando Federico viajaba por distintos países, entre ellos Argentina y esos materiales se combinan y cruzan con fragmentos de la obra Lorquiana. “Después de 20 años investigando y trabajando con mucho amor con la obra de Federico, un día, como quien quiere conocer a alguien importante en la vida de un ser querido, quise conocer más a Vicenta.” Explica Guitart “Buscando material descubrí las cartas, reunidas en un libro, y me conmoví una vez más y pude descubrir ese amor extraordinario y el dolor profundo de una mujer, de una madre a la que le arrancaron a su hijo. Encarnar a Vicenta en escena, me hizo quererla mucho y darle voz me emociona profundamente. “
*Viernes, a las 20.15, en Ítaca Complejo Teatral, Humahuaca 4027.
"Cartas a mi hijo Federico".
Clarin