‘Queremos visibilizar al pueblo Barí, que vean toda la riqueza que hay aquí en el Catatumbo, que no es solo guerra’

Por estos días, el municipio de Ocaña, en Norte de Santander, es sede del Foro Global de la Tierra de Jóvenes, un evento que reúne a líderes y lideresas de diferentes partes del mundo para reflexionar sobre los derechos a la tierra, la soberanía alimentaria y la participación juvenil en los procesos de conservación. Entre las voces colombianas dentro del encuentro está Humberto Bobarishora Yucarmuto, un joven indígena de 25 años del pueblo Barí, quien llegó desde el resguardo Motilón-Barí para representar a su comunidad.

Humberto es uno de los siete jóvenes indígenas que lideran la iniciativa ‘Resembrando la memoria’, un proyecto que nació con apoyo de Unicef y la FAO, y que busca preservar el conocimiento ancestral, promover la soberanía alimentaria y fortalecer la identidad cultural entre los jóvenes del Catatumbo. A través de huertas comunitarias, cartillas de medicina tradicional y formación en su lengua conocida como Barí Ara, Humberto y sus compañeros han logrado tejer un proceso que mezcla tradición, resistencia y proyección hacia el futuro.

En entrevista con EL TIEMPO, Humberto habla del papel transformador de la juventud indígena, de la importancia de la memoria y de su compromiso con cambiar la imagen que históricamente ha marcado al Catatumbo. “Queremos que la gente vea la riqueza que hay en nuestro territorio. Aquí no solo hay conflicto: hay biodiversidad, cultura, saberes, arte y una profunda relación espiritual con la tierra”, dice.

Mi nombre es Humberto Bobarishora Yucarmuto. Tengo 25 años de edad. Soy líder juvenil del resguardo Motilón Barí y dentro de nuestra organización, tenemos tres líderes juveniles, y yo soy uno de ellos, encargado de coordinar iniciativas y procesos que involucren a los jóvenes del territorio. Trabajo articuladamente con mis compañeros para fortalecer nuestra identidad, proteger nuestro territorio y garantizar que las nuevas generaciones sigan conectadas con nuestra cultura ancestral.

Nosotros comenzamos este proceso con Unicef, que fue quien nos brindó una formación inicial sobre temas como tenencia de la tierra, derechos, prevención de sustancias ecocidas, entre otros. Éramos 20 chicos del resguardo Motilón, pero debido a las distancias y a que la formación fue en el casco urbano, no todos pudieron continuar. Finalmente quedamos siete, los más comprometidos, y decidimos seguir adelante. Luego nos dijeron que podíamos formular una iniciativa, presentarla y ejecutarla con recursos que ellos mismos nos darían. Eso nos motivó muchísimo.

Los siete jóvenes que quedamos nos propusimos visibilizar al pueblo Barí y mostrar el tesoro que existe en el Catatumbo. Queríamos romper con la imagen que siempre se muestra en las redes o en los medios, donde se asocia al Catatumbo solo con conflicto y guerra. Nos articulamos con otros líderes sociales, campesinos, que nos ayudaron a proyectarnos. Nosotros, como indígenas, tenemos una visión diferente del mundo, y aprendimos mucho en ese proceso de formación. FAO nos brindó una confianza muy grande.

Nuestra iniciativa se llama ‘Resembrando la memoria’ y está pensada para fortalecer nuestra identidad, preservar nuestro dialecto, el Barí Ara, y garantizar la soberanía alimentaria. También hicimos un proceso de réplica de los saberes aprendidos a otros jóvenes del resguardo, y recuperamos saberes ancestrales como el uso de medicinas tradicionales. Para ello identificamos a los sabios que conservan ese conocimiento y construimos una cartilla que quedará como documento, porque nuestra tradición es oral, pero si se pierde esa conexión, al menos queda un registro. Además, creamos una huerta comunitaria con cultivos nativos como yuca, plátano, maíz, aguacate y también tabaco, que es una planta sagrada para nosotros.

La riqueza del Catatumbo es inmensa. Nosotros, como pueblo indígena Barí, cuidamos la biodiversidad, las cuencas hídricas, la flora y la fauna. Desde pequeños se nos enseña a proteger la tierra, porque para nosotros es algo sagrado. Nuestra relación con la naturaleza es espiritual. No explotamos los recursos, los preservamos. Tenemos una manera de ver el mundo distinta, y queremos que a través del arte, la pintura, y nuestras expresiones culturales, la gente entienda que aquí hay vida, sabiduría, conocimiento.

Por supuesto, hay cosas que no podemos compartir, porque nuestra ley de origen nos impide divulgar ciertos secretos, pero sí queremos dar herramientas a otros pueblos para que también puedan cuidar el planeta. Queremos que el mundo sepa que el Barí está en el Catatumbo, donde además ocurre un fenómeno natural único, el del trueno, que es sagrado para nosotros. Eso también es parte de nuestra riqueza.

Yo veo que hay muchas posibilidades, pero para eso se deben tener en cuenta varios factores. Primero, la ubicación geográfica. Segundo, que los proyectos que lleguen sean sostenibles y respetuosos con el medioambiente, que no contaminen la tierra ni las fuentes de agua. No queremos más proyectos extractivos. Además, deben venir con formación para los agricultores, para que conozcan sus derechos y deberes.

He visto muchos casos en el resguardo de gente que siembra plátano o yuca, pero luego no tiene cómo sacarlo del territorio, o cuando lo logran llevar a la ciudad, se lo quieren pagar como a ellos les da la gana. Eso desmotiva. Se necesita acompañamiento y garantías para que el producto salga adelante. Y algo muy importante: respetar la cosmovisión indígena. Nosotros creemos en el descanso de la tierra. No es solo sembrar y sembrar. Hay que dejar que la tierra respire. Eso es parte de nuestro conocimiento ancestral.

Como joven indígena, creo que la gobernanza de la tierra es fundamental. Tener acceso seguro y legal a la tierra permite producir, conservar, y construir paz desde los territorios. En este foro he aprendido mucho sobre los mecanismos legales para acceder a la tierra y sobre nuestros derechos. Nosotros en el resguardo estamos impulsando un fallo para la ampliación del territorio, porque sentimos que el mundo occidental ha explotado demasiado la tierra y que somos los pueblos indígenas quienes realmente la conservamos. Desde que nacemos nos enseñan a defender lo que hay en el territorio. La FAO nos ha enseñado cómo defender nuestros derechos y cómo replicar este conocimiento.

También queremos que se escuche más a los jóvenes, no solo para que nos consulten en diagnósticos, sino para que participemos en la toma de decisiones. Sentimos que los jóvenes tenemos formas más creativas, concretas, de aportar soluciones. Tenemos la experiencia directa de vivir en los territorios. A veces llegan personas de fuera que creen saberlo todo, pero no conocen la realidad que nosotros vivimos. Queremos que nuestra voz tenga peso, que se nos garantice la participación, especialmente a los jóvenes rurales e indígenas, porque muchas veces no se dimensiona lo que cuesta llegar a estos espacios. Para venir a este foro, por ejemplo, algunos indígenas tuvieron que viajar más de 15 horas. Pero aquí estamos, demostrando que los jóvenes estamos presentes y listos para aportar al desarrollo del país y de nuestros territorios.

Periodista de Medioambiente y Salud