Artistas bajo el mismo cielo: Adrián Villar Rojas y Silvia Rivas brillan en la Trienal de Aichi

Una escuela abandonada es el escenario más distópico que Adrián Villar Rojas ha intervenido hasta el momento. Está en Seto City, una ciudad pequeña en las afueras de Nagoya, en Japón. Junto a otros 61 creadores de 23 países, el artista rosarino deslumbra en la 6° Trienal de Aichi, un mega festival de vanguardia que toma el nombre de una de las 5 prefecturas o regiones del país asiático. Desde el sábado 13 de septiembre y hasta el 30 de noviembre, esperan medio millón de visitantes.
Entre los artistas de todo el mundo que llegaron, hay presencia marcada de japoneses, de países árabes y del pacífico sur, pero hay más latinoamericanos: de Perú, Guatemala y México, además de la argentina Silvia Rivas. Apenas un puñado de estadounidenses, entre ellos la destacada escultora Simone Leigh, la primera afrodescendiente en representar a su país en la Bienal de Venecia.
"The Lion with Four Blue Hands", 2025. Obra de Hiroko Kubo. Foto: Aichi Triennale / ToLoLo studio.
Tras una edición anterior acotada por la pandemia de covid-19, la Trienal asume como eje el asunto que ese período oscuro le legó al arte contemporáneo: reflexionar sobre la relación de los humanos con nuestro entorno. “Contemplar el mundo entre las cenizas y las rosas”, según Sheika Hoor Al Qasimi, directora artística del festival.
Los artistas lo hacen a través de video instalaciones, monumentales esculturas y grandes pinturas en salas de exposición como el Aichi Art Center –sede principal del festival, en el corazón de Nagoya–, así como en locaciones inusuales: un café atendido por el célebre Michael Rakowitz, una cantera de arcilla de la que se nutre el australiano Robert Andrew, y un antiguo baño público o sentō, que funciona como espacio de limpieza e intercambio comunitario.
Tres obras de Bassim Al Shaker en una instalación: Sky Revolution, 2023; New Birth, 2025 y Allegory of the Sky, 2025.
Aquí, a casi 20.000 kilómetros de la Argentina, se establece una plataforma con artistas de distintas partes del mundo, con trayectorias e historias muy diversas, que trabajan en solidaridad. Las obras comisionadas por la Trienal toman forma de colaboraciones entre artistas o trabajos con las comunidades locales: estudiantes de arte, familias, emprendedores.
La temporada de lluvias lo vuelve todo más desolador. Por una calle empinada, rodeada de pastos crecidos, se llega a la escuela primaria Fukagawa, que 8 años atrás cerró porque ya no hay suficientes chicos para sus espaciosas e iluminadas aulas. Allí llevó Adrián Villar Rojas su asombrosa instalación Terrestrial Poems (2025): una piel de papel impreso que recubre cada rincón de este edificio, con un mensaje potente y político. Las imágenes despliegan un muestrario de los sapiens que conocemos en la historia de la humanidad, en narrativas que van de la destrucción a la evolución. Explosiones, recomienzos, colores impactantes e imágenes de protesta.
Parte de la intervención Terrestrial Poems (2025), de Villar Rojas y la serie Bocanada, de Graciela Sacco.
“Básicamente es una discusión sobre las tensiones que se crean cuando recreamos nuestro pasado, y también nuestro futuro, en diferentes familias de humanos, homo sapiens principalmente”, contó Villar Rojas frente al grupo de prensa internacional. El artista acaba de llegar desde Corea, donde su exposición El lenguaje del enemigo ocupa la sala central del centro cultural Art Sonje.
Durante dos meses y medio, un grupo de 12 personas de Argentina se ocupó de retirar muebles y algunas paredes, sutiles cambios para una “intervención arquitectónica”. Están allí las bibliotecas, los grandes ventanales oscurecidos, los baños. Luego trabajaron según el modelo del espacio en 3D creado a distancia por el artista.
La cocina de la escuela primaria abandonada.
“Crear y reconstruir es algo extremadamente político, que además ha cambiado: solo hace unos 200 años que los humanos somos conscientes de que el planeta tiene millones y millones de años y diferentes culturas que lo habitan”, señala.
Sobre aquella pared hay una esfera, un incendio; la enfrenta una suerte de secuela del incendio, en cenizas, semidestruido. Superpuestos, desgastados, rasgados, estos papeles abordaron escaleras, ventanas y espejos, dejan ver la huella del conflicto. “El proceso también es una forma de manifestar la discusión interna en este grupo, una ficción sobre qué pasaría si algunas personas durmieran en esta escuela y crearan una especie de cueva…”.
El exterior de la escuela intervenida.
En esta contienda de representaciones y sentidos, entre los papeles murales aparecen las “interferencias urbanas” de Graciela Sacco, artista invitada a este ambicioso proyecto. Ocupa, en rigor, el espacio central del muro que recibe a los visitantes de frente.
Las bocas de la serie Bocanada, las imágenes de Combate perpetuo, Un lugar bajo el sol, entre otras, participan gracias al estate de la artista, también rosarina, fallecida en 2017. Villar Rojas resalta su rol de educadora.
Acto inaugural. Todos los artistas sobre el escenario. Foto: Aichi Triennale.
“Vengo de Argentina, donde aún tenemos un sistema educativo público muy sólido. Las escuelas secundarias y universidades públicas son espacios de debate, y hay un debate político ahora”.
En el Aichi Art Center, un mega centro cultural de 12 pisos en el corazón de Nagoya, además de un auditorio para conciertos donde se realizó la apertura con los artistas presentes, salas en diferentes niveles despliegan trabajos inéditos con la propuesta de ir más allá de las diferencias y de las fronteras: descubrir diferentes perspectivas.
Dala Naseer, Noah's Tombs, 2025. Foto:Aichi Triennale.
En el espacio abierto de doble altura del ingreso se puede ver un enorme tapiz en colores azules, que tiene como base las típicas lonas de construcción en este país. Es el material dilecto de Hiroko Kubo, nacida en Hiroshima, quien a través de criaturas de estética folk que se presentan como monstruos trae una reflexión a 80 años de la bomba atómica, con conexiones al mundo de hoy. “Creo que esta exposición también es un recordatorio de que todos vivimos bajo el mismo cielo y estamos conectados en todos nuestros problemas, que siempre hay una causa raíz, que es el colonialismo y la ocupación que está presente”, definió Hoor Al Qasimi en la conferencia de prensa.
Al ingreso a las salas, en un pasillo vidriado con vista a unos canteros, el artista chipriota Christodoulos Panayiotou desplegó una conmovedora instalación: durante meses cultivó un jardín de rosas, como las de la imagen del festival, pero con una variedad que ya no se distribuyen en el mercado. Rosas obsoletas, extinguidas, descartadas que revelan una relación entre lo humano y lo natural, y a la vez pone atención sobre el mercado de las flores como industria.
Una sala completa está dedicada a Zumbido Dynamics, una videoinstalación de Silvia Rivas que llama la atención desde la entrada por la calidad del sonido que adquirió en esta puesta, con la tecnología más avanzada. Un enjambre de moscas inunda la pantalla como haría en cualquier rincón del planeta; de allí su condición universal.
Vista de sala de Zumbido... de Silvia Rivas, en el Aichi Art Center. (Rolf Art)
“Si bien distintas series de mi obra las veo muy atravesadas por el contexto o por el momento, está la vida y la muerte, lo bello y lo que queda, la decadencia, intento generar asociaciones vivenciales, que el espectador tenga la sensación de que estuvo ahí”, cuenta la artista en diálogo con Clarín sobre el núcleo central de su obra: el tiempo y la percepción del tiempo asociada a sensaciones. “Trabajo con el estiramiento de un instante y por ahí ese estiramiento tiene que ver con situaciones de resistencia, de condena”.
Incursión escultórica de Wangechi Mutu.
Como recurso ante una situación catastrófica, la artista libanesa Dala Nasser construyó un Arca de Noé con maderas, cemento, sogas, redes y bolsas apiladas… y una enorme serpiente de cemento que la rodea, con estética de ciencia ficción. Mientras que una hilera triangular de cuerdas que cuelgan desde lo alto emulan una cabellera que invita a ingresar: dentro hay una vitrina con el propio cabello de Afra Al DHaheri, artista de Abu Dhabi. Mientras estaba en la escuela de arte trabajó de peluquera para pagar sus estudios.
Llaman la atención las bellísimas pinturas de la naturaleza de la sudanesa Kamala Ibrahim Ishag; mientras que la japonesa Yuriko Asano retoma la obsesión japonesa por la comida – realmente presente todo el tiempo– en colaboración con distintas comunidades; Mayunkiki recrea en una instalación sonora la historia de su familia y el tren de Nakano; y el dúo palestino
Basel Abbas and Ruanne Abou-Rahme,May amnesia never kiss us on the mouth: Only sounds that tremble through us, 2025. Foto: Aichi Triennale.
Basel Abbas y Ruanne Abou-Rahme presentan en una poética y audaz videoinstalación el temor por la pérdida del territorio.
Con la técnica de tejido al crochet y la colaboración con cientos de mujeres que trabajaron casi un año, el artista indonesio Mulyana se extiende por varias salas y pasillos con un auténtico ecosistema submarino que fusiona la artesanía y el arte contemporáneo, con un enfoque en temas ambientales y materiales reciclados.
Mulyana, Between Currents and Bloom, 2019-actualidad.
Los visitantes se tiran al suelo en la sala del iraquí Bassim Al Shaker. Además de grandes lienzos abstractos en los muros, una pintura colgada del techo revela el cielo de Bagdad poblado de fuegos artificiales o azotado por bombas.
En su sexta edición, la Trienal se concibió en colaboración con Seto City, un enclave ubicado subiendo la montaña que alberga la cantera de cerámica que la convirtió en un centro neurálgico de esa disciplina, ya sea como industria o práctica artística.
Aichi tiene su propio Museo de Cerámica, a mitad de camino con Nagoya, y allí se exhiben obras descomunales de Simon Leigh, la peruana Elena Damiani, la fantástica instalación de cerámicos orgánicos en un espacio con alfombra de peluche de Saijo Akane, Wangechi Mutu, con un enunciado abiertamente feminista, y la guatemalteca Marilyn Boror Bor, entre otros.
Vista de la sala del reconocido artista Izumi Kato.
Además de la intervención de Villar Rojas, en la ciudad compacta se exhiben proyectos desarrollados junto a la comunidad, como el gigantesco mural de la mexicana Minerva Cuevas, que explora los vínculos entre Asia y Latinoamérica, subestimados hasta ahora que viven un auge en los estudios académicos.
El arte contemporáneo de vanguardia impone desafíos culturales y políticos que toman forma aquí en una ciudad ordenada y todavía algo conservadora. Un intenso programa educativo apunta a afianzar la fidelidad de los visitantes, en su mayoría japoneses, en diálogo con los conflictos que el arte contemporáneo no quiere ni puede evadir.
Cada semana hasta el final, la Trienal de Aichi ofrece además un programa exclusivo de performances –otra tendencia del arte actual–, incluso con una compañía formada por personas con discapacidad. Otra, con la pieza Paradise Rumor, explora la decepción que esconde la concepción paradisíaca de las Islas del Pacífico, acá nomás, a 20.000 kilómetros de Buenos Aires.
Clarin