Amor de playa

Querido Calamar Diletante:
La problemática actual sobre por qué el verano suele o solía, al menos, ser escenario de ese fenómeno que hemos convenido en llamar amor de verano, es muy interesante. De hecho, numerosos estudiosos tratan el tema de si no nos estaremos encontrando con el ocaso de este mito popular. Y como en casi todas las paredes maestras de nuestra vida privada y social que se han convertido en paredes líquidas, la tecnología tiene mucho que ver. Pero como decía Jack el Destripador, vayamos por partes.
Lee también¿Por qué el verano? Porque tenemos vacaciones, ocio, tiempo para nosotros que canjeamos por disfrute. Semanas, meses donde buscamos hacer o que nos sucedan cosas que no solemos hacer ni nos suceden el resto del año. También es probable que cambiemos nuestro entorno doméstico y urbanizado por escenarios exóticos o cercanos a un salvajismo adaptado a la época y a nuestro bolsillo (mar, montaña, camping, rutas, senderismo…). Nos ponemos unas bermudas y unas chanclas, nos acostamos tarde, dormimos arrullados con los ronquidos del usuario de la parcela de al lado, nos perdemos en una garganta cantábrica hasta el rescate forestal y, lo más importante, estamos preparados para destruir nuestra vida hasta la fecha, enamorarnos, liarnos, engañarnos, herirnos, volvernos muy locos con, hasta la fecha, desconocidos, cuñadas y novios de nuestras mejores amigas. No importa. Es verano. Somos un volcán erótico y amoroso. Aventura de nuestra vida, vamos a por ti.
El amor de verano era un triple salto mortal, sí, pero con red. La red se llamaba 31 de agosto. Nunca se ha llorado más que en los últimos días de agosto, ni se han hecho más promesas que, como en los documentales de crías de tortuga, pocas llegan al mar de octubre a Navidad. Íbamos a muerte con el amor de verano... porque sabíamos que se acababa y para siempre (ella vive en Bath y tú, en Manresa). La inminencia de Thanatos hacía que Eros se exacerbara. Un amor de verano condensa todas las etapas de una relación amorosa a una velocidad extrema porque tiene fecha de defunción. El amor acaba muriendo en todo su esplendor, apenas cuando acababa de nacer. Durante el año nos podemos enamorar para siempre o para un rato, pero pocas veces nos enamoramos sabiendo que el amor eterno durará hasta final de mes.
Condensa todas las etapas de una relación a velocidad extrema porque tiene fecha de defunciónUnas líneas encontradas en el Diario adolescente de Kafka (Editorial Edhasa. Edición de Daniel Fernández) nos permiten ilustrar al respecto el trayecto de este tipo de amor:
1 de agosto: Odio a mis padres.
2 y 3 de agosto: Odio a mis padres y a esta mierda de pueblo al que me han traído obligado donde no conozco a nadie.
6 de agosto: Quiero morir. Todos los mosquitos me pican a mí.
8 de agosto: Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar.
9 de agosto: He conocido a unos chicos. Han organizado un partido de fútbol.
13 de agosto: He marcado un gol a lo Pavel Nedved. Amo a mis padres.
15 de agosto: La hermana de uno de los chicos parece simpática. Se llama Felice. Creo que es la novia de Max Brod.
18 de agosto: Fiestas del pueblo. Felice no era la novia de Max Brod. Ojalá nos mudáramos a vivir a este pueblo.
20 de agosto: He besado a Felice. Estoy enamorado. Sé que será para siempre. No es como las otras veces. Lo sé.
21-28 de agosto: Somos felices. Alcohol, amigos, cigarrillos, bicicletas, paseos por el cementerio, sexo repulsivo en la playa…
29 de agosto: Finjo ser una cucaracha y Felice se muere de la risa. La adoro.
30 de agosto: Mañana volvemos a casa. Felice y yo nos hemos jurado que nos escribiremos, nos llamaremos, el año que viene aquí otra vez, quizás en Navidad. Tengo roto el corazón. Muero.
31 de agosto: Odio a mis padres. En especial a mi padre: creo que voy a escribirle una Carta.
El joven Kafka ejemplariza a la perfección el timming del amor de verano. ¿Pero hoy en día? ¿Quién puede decir que se separa para siempre? ¿Quién puede dejar de verse? Lo único que puede salvar al amor del verano es la práctica del ghosting, que es finalizar de modo abrupto una relación o comunicación con alguien sin dar más señales de vida: no envías ni contestas mensajes, no atiendes correos ni llamadas. Pasar de uno. Es pervertir el espíritu trágico del amor de verano con dos amantes enamorados y el destino aplastándolos, porque el que practica el ghosting es un estafador, pero quizás el amor de verano necesita una mutación o dejar, desde el principio, los móviles fuera.
lavanguardia