Elon Musk vs. Jeff Bezos: la pelea por el contrato multimillonario que definirá quién controla la Luna

China, India y Estados Unidos reactivan sus programas lunares con propósitos menos épicos y fines más terrenales. El satélite natural se convirtió en un nuevo trofeo geopolítico, donde el helio-3 y los minerales raros auguran ventajas energéticas decisivas.
En este contexto, la NASA vuelve a Jeff Bezos y deja a Elon Musk una advertencia: en el nuevo plano espacial, ninguna supremacía está garantizada.
A diferencia de la carrera del siglo XX, en la actualidad predomina la eficiencia y la rentabilidad. La NASA busca alianzas que le permitan reducir los costos operativos, China sigue con su módulo Chang’e en busca de recursos de valor industrial y la India despliega misiones austeras que desafían los límites del presupuesto.
En este panorama, China se erige como el gran rival de Estados Unidos también fuera de la Tierra. Con su presencia creciente en las dos caras de la Luna, desafía su liderazgo y empuja a la NASA a buscar un socio competente que le ayude a recuperar el protagonismo en la economía espacial emergente.
Sean Duffy, administrador interino de la NASA, resumió el desafío con precisión: “la meta es llegar antes, pero también mejor y más barato”. Con esa premisa, la agencia reabre el diálogo con Blue Origin, aun después de entregar a SpaceX el contrato del módulo lunar del programa Artemis.
Jeff Bezos no se rinde y aprovecha sus oportunidades.Mientras la relación entre Donald Trump y Elon Musk se mantuvo estable, no existían dudas sobre quién ocupaba el lugar de privilegio en los contratos espaciales. Pero tras las tensiones políticas, el escenario cambió y la administración del entonces presidente se enfrentó a una decisión: seguir apostando por un solo contratista para los aterrizajes lunares o abrir la competencia al sector privado.
La pugna entre Blue Origin y SpaceX maduró al calor del poder y terminó revelando algo más que ambición tecnológica. Jeff Bezos tejió vínculos con la política en silencio y Elon Musk, en cambio, se alejó del círculo donde se diseñan los próximos pasos hacia la Luna.
En abril de 2021 la historia parecía escrita: la NASA apostó por SpaceX y le entregó un contrato de 2.890 millones de dólares para su nave Starship HLS. Blue Origin quedó fuera del mapa y, herido en su orgullo, Bezos lanzó una impugnación que terminó en el olvido, pero la disputa apenas comenzaba.
La excusa para revisar el contrato fue que, debido a retrasos considerables en su desarrollo –que la NASA califica como “detrás de cronograma”– la agencia anunció en octubre 2025 su intención de reabrir la competencia para la misión Artemis III, permitiendo que Blue Origin y otros puedan sumar sus propuestas.
En paralelo, Blue Origin obtuvo en mayo de 2023 un nuevo contrato estimado en 3.4 mil millones de dólares para desarrollar su sistema de aterrizador lunar Blue Moon, que aspira a ser viable para misiones tripuladas de la fase Artemis V.
Elon Musk sueña con llegar a la Luna. ReuterLa disputa entre Jeff Bezos y Elon Musk va más allá de los límites materiales, es una competencia por el poder, capital e influencia que abarca desde la órbita terrestre hasta el control del relato público.
Mientras SpaceX conserva una ventaja con tecnología probada y contratos firmados, Blue Origin se consolida como un rival de alta resistencia, sostenido por la fortuna y la tenacidad de Bezos, en una contienda donde el éxito no siempre depende de la innovación.
En medio de estos tironeos apareció Sean Duffy, nombrado a dedo por Donald Trump como administrador interino de la NASA. Se trata de un abogado, comentarista televisivo y habitué en realities: primero en MTV y luego en Fox. Y aunque carece de experiencia directa en el sector y su rol aún no fue ratificado, hoy dirime la pulseada entre los magnates.
Lo que resulta evidente es que el futuro del proyecto lunar estadounidense no se definirá solo en los laboratorios, sino también en los despachos administrativos. La decisión de la NASA de reabrir la licitación refleja una estrategia política y empresarial: fomentar la rivalidad para acelerar resultados y blindar el liderazgo frente a China.
Desde el aspecto mecánico, la Starship HLS apuesta por un vehículo de gran envergadura reutilizable, que requiere repostaje orbital de propulsantes criogénicos, tecnología aún en prueba. Mientras que Blue Moon propone una arquitectura más ligera –aunque menos madura hasta la fecha– con motores BE-7 de hidrógeno y oxígeno líquido y sistemas de gestión de propulsantes criogénicos.
Desde la perspectiva de la NASA, la ventaja de SpaceX radica en su cronograma más adelantado y en un coste inferior a la oferta inicial de competidores. Por otro lado, Blue Origin ofrece un modelo que podría diversificar la base industrial de la NASA y mitigar dependencia de un solo proveedor.
La poderosa nave Orión tripulada y parcialmente reutilizable.Las desventajas para SpaceX incluyen su exposición al riesgo tecnológico del repostaje orbital y el impacto de los retrasos en la estrategia lunar estadounidense. Para Blue Origin el reto es demostrar madurez operativa y cumplir plazos ambiciosos para captar la misión principal.
La presión geopolítica —la urgencia de superar a China y demostrar capacidad nacional de exploración lunar— añade complejidad a la toma de decisiones, lo que explica el cambio reciente de rumbo de la NASA al considerar múltiples proveedores.
A estas dificultades se suma la nave Orión que sigue con paso lento tras su único vuelo sin tripulación. Artemis II, previsto ahora para 2026, buscará rodear la Luna antes del primer alunizaje de 2027, aunque la mayoría de los expertos dudan de ese calendario. Sin competencia directa, recayó en una peligrosa comodidad técnica hasta que la irrupción de Jeff Bezos reactivó la presión por resultados.
El cohete SLS, impulsor de la cápsula Orion, se convirtió en el símbolo de un atraso costoso: los informes sitúan su valor por lanzamiento en al menos 4.000 millones de dólares, y al no estar diseñado para reutilizar etapas, cada misión exige un esfuerzo económico renovado.
Ante este escenario, la NASA considera volar solo dos misiones más con ese sistema antes de reemplazarlo por alternativas comerciales. La irrupción de Blue Origin como socio “privado” forma parte del plan para acelerar el programa lunar y recuperar la iniciativa que Estados Unidos cedió.
Clarin



