¿Mientras tanto, algún plan?

Estos días se cumplen diez años desde que dejé la política y dejé mi ciudad, Barcelona. Extraño más a la segunda que a la primera, aunque soy muy feliz en Madrid. Aligera no ostentar cargo público alguno y no tener la responsabilidad que implica un trabajo remunerado con el dinero de los contribuyentes, pero sigue siendo igual de difícil que antes no sentirse interpelada por la conversación política, por lo que nos atañe a todos. La intensidad es tan parecida –todo el tiempo en todas partes– que a veces digo en broma que me llevé el procés a cuestas y que ahora se vive aquí en versión capitalina: proyectos políticos profundamente cismáticos para la convivencia, hiperventilación de la identidad y por tanto negación del otro, concentración de las energías y la conversación en un solo tema; sí o no a la independencia allí, sí o no a Sánchez aquí.
La lógica nos llevaría a pensar que los más de diez años que Catalunya pasó concentrada en un monotema y resumida en un monosílabo, con los costes de oportunidad que supuso y que todavía arrastra, habrían servido de algo; que el procés tendría que haber sido una lección más que un maestro, pero ha sucedido lo contrario. Y, en este mientras tanto, también nos estamos dejando perder.
Así que sí, que soy consciente de que es predicar en el desierto, pero tozudamente sigo reclamando abrir alguna conversación productiva –incluso mientras nos peleamos– que nos evite daños más difíciles de remediar en el futuro, gobierne quien gobierne. Y fíjense, ni me atrevo a reclamar reformas estructurales, ni cambios constitucionales ni pactos en temas tan vitales como la vivienda; no, no, algo más fácil.
Hemos conocido unos magníficos datos de empleo que acompañan un crecimiento nada desdeñable de nuestro PIB agregado. Y justamente por eso habría que sumar a esta conversación económica tres dimensiones clave:
Si nos importa nuestro Estado de bienestar, hay que volver a hablar de finanzas públicas–Inversión: no creo que haga falta contarle esto a ningún usuario de Rodalies, cercanías, alta velocidad o incluso, últimamente, del aeropuerto, pero a nuestras infraestructuras les están petando las costuras. Tanto si hablamos de las físicas como si hablamos de pensiones o sanidad. La demografía, en economía, equivale al destino. ¿Cuál es el plan? ¿Cuál es el equilibrio deseado entre gasto, inversión y deuda? El trauma del austericidio nos ha hecho abandonar cualquier conversación sobre finanzas públicas y equilibrios macroeconómicos, pero si nos importa un poco nuestro Estado de bienestar, debemos volver a ella.
–Innovación y fondos NextGen: España ha sido una de las mayores receptoras de estos fondos, concretamente la friolera de 92.256 millones. Quedan 21.000 para ejecutar antes de agosto del 2026. No entraré aquí en cómo se han distribuido territorialmente (Madrid gana por goleada) o según el tamaño de la empresa (¡hagan volar la imaginación!), existen magníficas herramientas que especifican la asignación y ejecución de fondos al detalle, como el monitor de Cotec y el Ivie. Lo que me sorprende es que algo de este impacto económico tenga tan poca narrativa de país –falta aquí la que sobra en política– y por tanto ayude tan poco a aunar y redirigir esfuerzos. Saber hacia dónde vamos sería productivo.
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–Crecimiento: Este año vamos a llegar al récord de casi 100 millones de turistas. Y no me malentiendan, la turismofobia no va conmigo. Pero de nuevo, ¿cuál es el plan? ¿Seguir y seguir hasta la saturación? Energía y defensa podrían ser los vectores si supiéramos desviarnos del exceso de ideologización en uno y otro campo.
El choque entre el poder ejecutivo y el poder judicial lo acapara todo. Tiene y tendrá muchas consecuencias para la política y la convivencia democrática en el conjunto de España. Tiene también otra: la irrelevancia del poder legislativo, que funciona más como una caja de resonancia que otra cosa: hay mucho ruido, hay mucho insulto, hay mucho minuto televisivo, pero no hay debate del estado de la nación, no hay presupuestos, no hay actividad legislativa relevante. Así que este es un llamado a sus señorías, a quienes votamos y seguimos pagando el sueldo: Esta parálisis del mientras tanto no solo es insoportable, sino que nos saldrá demasiado cara. Señorías, hagan el favor.
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