Alcaraz toma Wimbledon: se mete al público en el bolsillo y revienta el 'carismómetro'

Carlos Alcaraz atrapa, engancha, divierte. Su pizpireto tenis es el más ansiado de ver en todo el planeta. Evidentemente, su juego es lo que le ha llevado a forjar una carrera digna de leyenda en apenas unas pocas temporadas. Sin embargo, hay algo más, una herramienta secreta que, concretamente en Wimbledon, le da un plus de competitividad sobre una superficie siempre complicada: el carisma.
Es la sonrisa, el gesto amable o el dedo que va hacia su oído derecho cuando firma un puntazo digno de ver en bucle. Es cada uno de esos detalles y a la vez una mezcla de todos ellos. Así lo demostró este viernes ante Struff, en un partido de supervivencia que zanjó en un par de detalles.
Y es que el puño apretado hacia su box nunca falla. Es una constante, una mirada de aprobación de Ferrero vale como respuesta. Pero lo cierto es que Carlos no abusa del apoyo de la grada, simplemente espera el momento clave para dirigir con la batuta a una orquesta de miles dispuesto a jalearle en cuanto lo pida.
Así fue ante Struff. No estaba cómodo, eso era una realidad palpable por toda alma presente en la Center Court del All England Lawn Tennis and Croquet Club, pero no llegaba el grito de socorro, el murciano simplemente aguantaba en silencio.
Él desató la tormenta en el momento indicado, cuando él quiso. 4-4 en el marcador y saque para el gigante alemán. Le toca luchar para conseguir un break que ponga la sentencia del partido en sus manos. Pintaba mal, ventaja al saque para Struff, punto muy luchado y... una inexplicable volea a la red del germano cuando tenía todo para ganar el punto. Ahí empezó la magia.
Alcaraz salva otra bola de juego más y rápidamente coloca la rotura. Ahora sí, mira al público, le pide energía, lo desafía. El público, ansioso por recibir ese 'permiso' estalla.
Tras el paso por la silla, esta vez sin pedirlo, el público desata otra ovación. Las palmas anunciaron el tercio de muerte, Alcaraz dio la estocada limpia. Cinco botes y un ace, 15-0. Otros cinco botes y otro ace, 30-0. El 40-0 llegó con una derecha ganadora. La sentencia, un fallo de Struff en la red que hizo explotar a la grada. Final. Alivio para Carlos.
Tras el desgarrado grito de celebración llega la entrevista a pie de pista. "No sé cómo ha fallado esa volea, no me creo que esté aquí hablando contigo después de haber acabado el set 6-4", dice para hacer estallar en una carcajada a toda la afición. "De verdad que no sé como lo ha fallado", repite antes de zanjar la pregunta, sin burlarse de su oponente, con su nobleza habitual, dibujando una nueva carcajada en la Central, tan fácil como siempre hace.
Después llega la pregunta suave, una sobre su última partida de golf con Andy Murray. "Esa pregunta me la haces porque te lo ha pedido él, ¿no? Ya sé de que va esto", adelanta divertido. "Jugamos y me ganó, pero después volvimos a jugar y gané yo. Estamos empatados, hay que volver a jugar", zanja para terminar de estallar el 'carismómetro'.
El próximo partido será ante Andrey Rublev, primer rival de altura para el vigente campeón. Está por ver si Alcaraz se deja llevar por el nombre de su oponente y activa el modo destructor, porque mientras él ha sufrido ante Fognini y Struff —trámite de Tarvet mediante— Sinner y Djokovic han librado sin prácticamente apuros sus envites previos, o si será de nuevo el carisma esa arma secreta que le ayudará a alcanzar los cuartos.
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