Oporto - Transporte público gratuito

He seguido de cerca el lanzamiento de las candidaturas a la presidencia del Ayuntamiento de Oporto para las elecciones locales del 12 de octubre, con especial interés en las ideas presentadas sobre el tema de la movilidad urbana.
Me llamó la atención una de las pocas propuestas concretas hechas hasta ahora por el candidato del PSD/CDS/IL, Pedro Duarte: hacer gratuito el transporte público para todos los habitantes de Oporto (STCP, Metro, MetroBus, trenes de cercanías, red UNIR e incluso el nuevo transporte fluvial), con un coste estimado de 25 millones de euros al año, que se apoyaría con fondos europeos, un aumento de la tasa turística y un refuerzo de la política de aparcamiento para los no residentes.
A primera vista, la idea parece irresistible. ¿Pero será efectiva?
Recuerdo la única vez que estuve en una ciudad con transporte público gratuito, Tallin, Estonia, en 2013. Poder moverme libremente, subiendo y bajando de cualquier medio de transporte a mi antojo, fue una experiencia extraordinaria, un vistazo a lo que podrían ser las ciudades del futuro: accesibles, dinámicas y sostenibles. Más de diez años después, investigué el impacto de esta medida en la ciudad y me sorprendieron las conclusiones:
En los primeros años, el número de pasajeros aumentó un 8%, pero el tráfico de coches solo se redujo un 3%. Hubo una reducción del 5% en el número de peatones y el uso de la bicicleta se mantuvo estable. En 2022, el porcentaje de personas que usaban el transporte público para ir al trabajo se redujo del 40% (en 2013) al 30%, con un aumento del uso del coche.
Al igual que Tallin, existen alrededor de 100 ciudades pequeñas y medianas en todo el mundo que han implementado el transporte público gratuito. El impacto de esta medida varía según el objetivo y el contexto específico de la ciudad, pero el consenso general es el siguiente:
– El transporte público gratuito por sí solo no reduce significativamente el uso del coche. – Puede desincentivar la movilidad activa (caminar o montar en bicicleta).
– El alto costo puede comprometer inversiones más urgentes, como aumentar la frecuencia, la confiabilidad y la calidad del servicio.
– Los beneficios deben dirigirse a quienes realmente los necesitan.
Ante esto, es importante preguntarse: ¿cuál es el verdadero objetivo de la propuesta?
Si el objetivo es reducir el tráfico vehicular, quizá sea más eficaz invertir los 100 millones de euros previstos (a lo largo de una legislatura) en mejorar los servicios, especialmente el STCP, y en crear las condiciones para una movilidad urbana integrada y sostenible: una buena red de transporte, infraestructuras seguras para peatones y ciclistas, y medidas que desincentiven el uso del coche. En resumen, «sembrar ahora, cosechar después», en lugar de simplemente subvencionar indiscriminadamente sin garantía de rentabilidad.
En tiempos de populismo y demagogia, es esencial promover un debate público informado, con políticas públicas guiadas por la evidencia y orientadas por el interés colectivo, hacia un futuro mejor para todos.
observador