Golpe permanente

El arresto domiciliario de Jair Bolsonaro ha generado un amplio debate legal sobre si la medida ordenada por Alexandre de Moraes fue correcta o excesiva. Este debate legal también se entrelaza con la discusión sobre la conveniencia política de la decisión. Hay pros y contras. Algunos críticos del arresto domiciliario coinciden en que Bolsonaro permitió que se llevara a cabo al violar las medidas cautelares previamente ordenadas por el juez. El problema legal radica en las propias medidas cautelares, que supuestamente violaron la libertad de expresión del expresidente.
Estos críticos pasan por alto algunos aspectos clave del pasado de Bolsonaro. Como militar, ya había sido arrestado por violar las normas de disciplina y jerarquía por motivos salariales. Después de eso, ocurrió algo más grave. Alrededor de 1987, según informes de la revista Veja, presuntamente participó en la planificación de atentados con bombas contra cuarteles y otras unidades militares. Tras una investigación, una Comisión del Ejército decidió expulsarlo. Sin embargo, tras escuchar una apelación en una sesión secreta, el Tribunal Superior Militar absolvió al entonces capitán. La expulsión fue revocada y no fue arrestado. Al año siguiente, fue transferido a la reserva.
La vida política de Bolsonaro también estuvo marcada por una serie de maniobras astutas e ingeniosas, y por un historial de impunidad. Durante su larga carrera como congresista, elogió incansablemente a dictadores y torturadores, defendió golpes de Estado, violó el decoro parlamentario e insultó y amenazó a congresistas comprometidos con la democracia. Incluso abogó por los tiroteos masivos, la tortura y la violación.
Como presidente, Bolsonaro promovió y promovió un golpe de Estado. Lo preparó con ataques al sistema electoral, al Tribunal Superior Electoral (TSE) y al Supremo Tribunal Federal (STF), en un proceso recurrente de desestabilización democrática. En pleno mandato, orquestó el golpe con un grupo golpista organizado y tareas definidas. El golpe fracasó únicamente gracias a la resistencia de algunos comandantes militares y a la falta de coraje de los conspiradores.
Bolsonaro quiso usar la Constitución para justificar el golpe, tal como ha violado la ley a lo largo de su carrera. He aquí una observación crucial: «Se ha dicho que los movimientos totalitarios usan y abusan de las libertades democráticas con el fin de suprimirlas», escribió Hannah Arendt.
Esto es lo que Bolsonaro y sus partidarios están haciendo. Afirman ser perseguidos y exigen libertad, pero pretenden paralizar el Estado de derecho, los tribunales y el procesamiento de los golpistas. El expresidente, sus hijos y otros radicales quieren erigirse en jueces y convertir a Alexandre de Moraes y a otros magistrados del Tribunal Supremo en acusados.
Este es un golpe de Estado permanente y continuo. Como explica el jurista Walter Maierovitch, un golpe de Estado está en marcha. Jair y Eduardo Bolsonaro conspiran para deslegitimar el Estado de derecho y las instituciones democráticas a través de la administración Trump. Esto no es solo un ataque a la soberanía. Los tribunales superiores, que son la primera línea de contención del golpe, están siendo desestabilizados.
El propósito de las medidas cautelares impuestas por el Supremo Tribunal Federal es precisamente detener este golpe de Estado continuado. Como Bolsonaro es un forajido y se considera por encima de la ley, viola las órdenes judiciales. Algunos juristas y analistas, en un necedad de formalismo, no quieren que se haga nada para proteger la democracia. En cambio, defienden la garantía de la libertad de conspiración, disfrazada de libertad de expresión.
El bolsonarismo es una fuerza política considerable, y sus líderes utilizan todos los trucos, artimañas, mentiras y manipulaciones para movilizar a sectores sociales. Existe un gran riesgo de desestabilizar la democracia, dependiendo del resultado de las elecciones de 2026. Pero los idiotas del formalismo legal y conceptual quieren que la democracia permanezca paralizada ante los constantes ataques de los golpistas. La cobarde "sabiduría" de los demócratas temerosos aconseja: "Para evitar la radicalización, no hagamos nada contra los golpistas". Esto es una invitación a la victoria de los dictadores.
Ahora, diputados y senadores pro-Bolsonaro se amotinan en el Congreso. Es una continuación del 8 de enero. El Supremo Tribunal Federal (STF) y Alexandre de Moraes viven un inusual experimento jurídico-político: ¿cómo debería actuar un tribunal constitucional para proteger la Constitución contra la continuidad del golpismo? Esta es la situación que la democracia y el constitucionalismo brasileños se ven obligados a vivir en estos momentos.
Publicado en el número 1374 de CartaCapital , el 13 de agosto de 2025.
Este texto aparece en la edición impresa de CartaCapital bajo el título 'Golpe permanente'
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