Cuando las noticias dejan de ser información

¿Qué distingue las noticias imparciales de las sensacionalistas? La línea entre ambas siempre ha sido difusa, pero hoy parece haberse difuminado por completo. La imparcialidad periodística es un principio que aboga por la presentación equilibrada de los hechos. En los informativos televisivos, este principio se ve aún más cuestionado, especialmente cuando el uso de imágenes sensacionalistas eclipsa la información. Cuando una pieza periodística prioriza las imágenes emotivas (impactantes) sobre la información (hechos), se aleja de su función de servicio público informativo y se acerca al puro entretenimiento.
Los medios de comunicación en general, y algunos canales de televisión en particular, han estado incurriendo en actividades peligrosas: cubren ciertas tragedias con un enfoque puramente sensacionalista. Bajo el pretexto de la "información" y amparados por la libertad de prensa, presenciamos la transformación de sucesos catastróficos en un espectáculo morboso, con consecuencias devastadoras para la sociedad en su conjunto.
Uno de los ejemplos más espectaculares de la actualidad en Portugal es la serie de incendios que han asolado varias zonas forestales y urbanas en los últimos años. Cada verano, lo que debería ser una cobertura informativa responsable, centrada en la advertencia, la prevención y la educación, se convierte en un circo mediático. Vemos a periodistas "persiguiendo" las llamas, reporteros describiendo su proximidad al incendio y el drama, ávidos de sensaciones como si se tratara de una aventura. La atención casi siempre parece centrarse en el drama inmediato: las casas en llamas, los rostros desesperados de las víctimas y los bomberos, la magnitud del incendio, las preguntas que esperan respuestas desesperadas, etc., etc., etc. Este espectáculo se convierte inevitablemente en un incentivo perverso. Para un pirómano, la certeza de que su acción será el centro de atención durante días puede ser una motivación tan nefasta como la propia piromanía. Las noticias dejan de ser una advertencia para convertirse en un escenario.
Sin embargo, este patrón alcanza su máximo y más cruel exponente en la cobertura de los conflictos armados, como todos hemos presenciado en las guerras, en particular en Ucrania y Gaza. Aquí, la ética periodística a menudo se sacrifica en nombre del impacto. Nos bombardean a diario con imágenes impactantes, a menudo injustificables por ser innecesarias para una cobertura imparcial. Los cuerpos de las víctimas, el hambre evidente, la desesperación de los padres que pierden a sus hijos y la destrucción total de las ciudades se muestran en vivo y se repiten exhaustivamente, día tras día, hora a hora, minuto a minuto y segundo a segundo.
La libertad de prensa es un pilar incuestionable de la democracia, un derecho fundamental que, en términos generales, busca revelar la verdad. El corolario de la prensa es la responsabilidad, y es esta responsabilidad la que impide que se explote la desgracia ajena para generar audiencia. Es esta responsabilidad la que impone el deber de contextualizar, proteger a las víctimas y no contribuir al espectáculo de la tragedia. Sin embargo, lo que observamos es el incumplimiento de esta responsabilidad, transformando un derecho en un abuso.
El problema no es informar los hechos; esa es la misión del periodismo. El problema es la forma irresponsable y casi patológica en que se informan. La exageración no es una forma de información; es una forma de entretenimiento que se nutre del dolor ajeno. Al hacerlo, los medios traicionan su misión y, además, devalúan la vida humana, transformando las tragedias colectivas en meros espectáculos para el consumo inmediato de la audiencia. El precio a pagar por esta obsesión por los ratings es el deterioro de la confianza en la prensa.
Los medios de comunicación, que tan a menudo se erige en guardianes de los límites de la política y sus extremos, ¿dónde, en última instancia, trazan sus propios límites? ¿Es esta la misión que, como sociedad, deseamos para los medios? ¿Y qué papel tienen los responsables políticos a la hora de exigir un periodismo más serio y responsable?
Finalmente, la reciente noticia sobre una decapitación seguida de transporte de la cabeza, entrega de la cabeza y todo lo demás que tanto disfrutan ciertas cabezas me lleva a preguntarme si la prensa será capaz de resistir a la obsesión de un público sediento de desgracias, informando y destacando, e incluso elogiando, los más diversos aspectos morbosos del acontecimiento o sucumbirá a su ya habitual instinto animalista. Una cosa es segura, habrá muchas noticias... porque siguiendo la idea de Pulitzer, un mundo sin noticias es simplemente un mundo más ciego.
observador