La panadería portuguesa no es de Aljubarrota

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La panadería portuguesa no es de Aljubarrota

La panadería portuguesa no es de Aljubarrota

No ha pasado ni una semana desde que diversas fuerzas políticas y personajes públicos nos recordaran, con encendido orgullo, que “de España ni buen viento ni buena electricidad”, y ahora uno de los mayores símbolos de la modernidad repostera nacional es… vendido a los españoles.

Si José Diogo Quintela todavía vistiera la piel de Gato Fedorento, tal vez resucitaría en boceto una versión contemporánea de Nun'Álvares Pereira, espada en mano, para defender el honor de la Padaria Portuguesa, ahora en manos castellanas. O tal vez no. Porque, contrariamente a lo que algunos románticos nacionalistas intentan pintar, la generación posterior al 1 de diciembre de 1640 –y más aún esta generación Erasmo– mira a España con ojos menos guerreros y más pragmáticos, más comerciales y menos medievales. Sí, la venta de Padaria Portuguesa a un grupo español puede haber sorprendido a algunos patriotas del fin de semana, pero la verdad es que los tiempos han cambiado.

Vivimos en una Unión Europea de mercados integrados donde las inversiones cruzan las fronteras como las tartas de crema cruzan los escaparates de las tiendas del mundo. Y lo que motivó la compra de la Panadería no fue ciertamente un intento de dominación cultural ibérica por parte de los españoles, sino más bien el reconocimiento de su valor comercial, de sus productos portugueses, de su concepto urbano y de su prometedora y necesaria expansión. Porque, contrariamente a lo que su nombre pudiera sugerir, Padaria Portuguesa está situada sobre todo en Lisboa. Con 76 tiendas en la Gran Lisboa, seis en la Gran Oporto y sólo dos al sur del Tajo, su nombre, aparentemente nacional, es más una intención que una verdadera bandera.

Algo muy similar ocurre con Transportes Aéreos Portugueses (TAP), que se presenta como una aerolínea nacional, pero cuyo centro de operaciones e intereses siguen intensamente concentrados en Lisboa: Lisboa tiene 85 rutas de TAP, Oporto 12 y Faro sólo una.

Sin embargo, a diferencia de Padaria —vendida entre particulares—, TAP está atrapada en la narrativa de la soberanía nacional, las carabelas y otros argumentos políticos manipuladores que comparan una venta hipotética descrita como “a Iberia” con la reconstrucción de un nuevo asedio de 1385. Es bueno ser conscientes de que el tema principal aquí debería ser la movilidad y que mientras en Portugal la gente alza la voz contra una “amenaza española” y con un discurso político de “TAP es nuestra, garantiza nuestra cohesión territorial, la conexión con las comunidades y el turismo”, en España el sector de la aviación está floreciendo con siete aerolíneas que garantizan conexiones desde la Península a las Islas Canarias y Baleares. Y con media docena de opciones españolas para diversas rutas hacia Latinoamérica, sin que el Estado español tenga que poseer o gestionar directamente una sola de estas aerolíneas.

Aquí insistimos en la tutela estatal como si fuera sinónimo de seguridad nacional, cuando en la práctica esto ha significado menor competitividad, menos conexiones, menos alternativas para los pasajeros y mayor dependencia del Estado para varias conexiones.

Si nuestras “conexiones esenciales” se limitan a las cuatro empresas propiedad del Estado portugués, si seguimos sin conexiones marítimas de pasajeros entre el continente y las islas y si dejamos la movilidad rehén de la política, entonces el verdadero problema no es el capital español, sino la visión estatista y paralizante portuguesa.

Al final, lo importante es preguntarse: ¿qué esconde este miedo de los españoles y a quién pertenece, después de todo? ¿Serán los contribuyentes quienes llevan años cubriendo los huecos de las cuatro aerolíneas estatales? ¿Serán los pasajeros quienes paguen un precio alto debido a la oferta limitada? ¿Son ellos los clientes de Padaria Portuguesa, que sólo quieren su “pan de Dios” recién salido del horno? ¿O este temor corresponde simplemente a lo que los políticos saben que sucede cuando pierden el poder que surge de cualquier relación de dependencia que logren perpetuar?

Profesor de Sistemas de Transporte y consultor en aviación, aeropuertos y turismo.

sapo

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