Lucrecia Martel por Lucrecia Martel: un libro reúne sus intervenciones públicas

“Vengo de una provincia del norte de Argentina donde se tiene la costumbre de dormir la siesta”. Así comienza la cineasta salteña Lucrecia Martel una de sus charlas incluidas en Un destino común. Intervenciones públicas y conferencias (Caja Negra). Este libro, si bien no es el primero dedicado a esta gran directora, es el primero que recopila su propia voz.
Desde sus comienzos, con el corto Rey muerto (1995), se percibía que, mediante un peculiar tratamiento del sonido, un uso ominoso del fuera de campo y un modo de retratar lo popular esquivando el pintoresquismo, sentaría las bases de uno de los cines más potentes de los últimos tiempos. Este goza de un merecido reconocimiento internacional que la encuentra estrenando su último filme –el documental Nuestra Tierra– en el Festival Internacional de Venecia.
Dividido en tres partes, la primera es la más potente: se incluyen tres conferencias magistrales en las que el foco está puesto en el sonido. Allí Martel despliega su principal teoría. Según ella, “una sala de cine se parece bastante a una pileta de natación vacía en la que estamos todos metidos”. Somos los “tocados por el sonido”, afirma y cuestiona cómo nuestra sociedad se ha organizado en torno a lo visual y no tanto al sonido.
"Un destino común", de Lucrecia Martel (Caja Negra).Dirá que ella hace cine como si estuviera caminando a oscuras, tanteando. “Aunque uno puede cerrar los ojos, el sonido de la película nos va a invadir de cualquier manera. No se pueden cerrar los oídos. Hay formas de anularlos, pero no es lo mismo. El sonido es inevitable”. Analiza la relación entre sonido y tiempo y plantea cómo la lengua también fue parte de la renovación del llamado Nuevo Cine Argentino. También cuestiona el concepto de identidad y brega en pos de la mutación constante: “Para mí, la identidad es una cárcel”.
Critica el llamado “cine de ocurrencias” y dispara munición gruesa contra las estructuras narrativas convencionales. Afirma que “la trama es un aspecto insignificante en una película”. Propone sospechar de la idea de que el tiempo siempre va hacia algún lugar. Pone de ejemplo una flecha hacia adelante. No siempre el tiempo avanza de ese modo. Ese tratamiento otro de la estructura temporal está en sus películas.
En la segunda parte, se incluyen diálogos con directores y escritores. El primero, con César González, habla de la inadecuación que todos sentimos con la sociedad: el negro absoluto. Hay que sentirlo, pasar por ahí y ver qué sale, propone. Dice también que “narrar es administrar las traiciones” y sobre todo analizan el problema de la representación del otro y de las clases populares. Ella plantea cómo muchas veces se dan por sentado cuestiones que no siempre son iguales para todos. Se pone como ejemplo a sí misma: a ella le lleva veinte segundos llegar a la ducha mientras que para muchas personas esto es un lujo. Martel se pregunta cómo sería César González filmando la vida en los countries.
Lucrecia Martel en el Festival de Cine de Venecia. Foto: EFECon la directora española Carla Simón también habla de la dimensión política de sus películas, el sonido y el tiempo. Por último, con la cronista Leila Guerriero reflexionan sobre el proceso creativo, la docencia, el talento y el interior. Martel rememora algunas anécdotas: recuerda el frío que hacía cuando filmaron el comienzo de La Ciénaga –cuando finalmente en el filme se percibe un calor sofocante– y sobre La niña santa (2004) cuenta que se bañaban en aguas termales todos los días y “hacíamos una especie de rave de 7 a 8 para bajar un poco, porque era muy intenso”.
La última parte se titula "Sobre el futuro y la invención". Allí vuelve a criticar el modelo clásico de la narrativa, con personajes y acciones. Propone inventar el cine, no reafirmar lo existente. Recuerda cómo los truenos detrás de los cerros en su Salta natal la inspiraron para forjar ese clima opresivo de la calamidad inminente en La Ciénaga. Además, plantea no presentar a los personajes en una película y dejar que el espectador intuya los lazos forjados entre ellos. Se intercalan otros temas, como sus conversaciones con ChatGPT, la desazón de la época ante la superación tecnológica, el insomnio y su documental Nuestra Tierra (2025), su última producción que le llevó más de diez años de realización. Concluye, casi en clave walshiana, que el cine “es una herramienta extraordinaria para sacudir la estupidez”.
También de reciente aparición, se publicó El cine de Lucrecia Martel (Futurock), libro compilado por Natalia Christofoletti Barrenha, Julia Kratje y Paul R. Merchant. Compuesto en su mayoría por ensayos de autores del ámbito académico, su lectura es ágil y su contenido sólido. Analiza el cine de Martel desde diferentes ángulos cual si fuese un monstruo de múltiples cabezas. En la introducción afirman que la obra de Martel es imposible de encasillar y desde allí la analizan: “Uno de esos hilos es la fascinación por los límites y las fallas de todo tipo: del lenguaje, de la percepción sensorial, de la empatía, del afecto. Pero más que un mero indicador de opacidad, ambigüedad o evasión, este cuestionamiento insistente puede ser un acto liberador”.
El cine de Lucrecia Martel, de Natalia Christofoletti Barrenha, Julia Kratje y Paul Merchant (Futurock).Entre otros artículos, Bernini analiza sus cortos; Ana Forcinito, cómo mediante el sonido puede explorar formas invisibles que rompan culturas opresivas; María José Punte se detiene en La niña santa (2004) y sus mujeres fantasmales y fuertes; Malena Verardi analiza el borramiento del personaje mediante un peculiar uso de la cámara en La mujer sin cabeza (2008), Diana Niebyiski entrecruza la cumbia con la raza y la clase en La Ciénaga (2001); Diego Haase propone que Martel en Zama (2017) narra “con futuridad un pasado inventado”. Alejandra Laera analiza Cornucopia, la obra de Bjork en donde Martel trabajó en la puesta en escena y piensa el activismo artístico biocomunitario
Por último, el libro finaliza con una entrevista a la directora en la que afirma que no piensa demasiado en que sus películas sean siempre interesantes y agrega: “Más bien te diría que tengo una idea contraria, que es finalmente la de desaparecer”.
Clarin




