Trump marca los tiempos de la industria de los semiconductores

La explosión de la inteligencia artificial (IA) generativa ha situado a la industria de los semiconductores como el sector de moda. Prueba de ello es el recorrido bursátil de Nvidia, que en poco tiempo ha destronado al resto de tecnológicas –las conocidas como siete magníficas– hasta convertirse en la empresa más valiosa del mundo. El potencial de este sector y su valor geoestratégico no ha pasado desapercibido en la Casa Blanca, donde su inquilino, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sorprendido esta última semana con un impuesto a la exportación del sector con China, impactando de lleno en el negocio de la propia Nvidia, así como de otras empresas, como AMD.
La tasa del 15% sobre las ventas de estas compañías con el gigante asiático es solo el último capítulo de la guerra comercial con China. EE.UU. paralizó en la pasada primavera el negocio del sector de semiconductores con el gigante asiático cuando ordenó a las empresas estadounidenses de software EDA (automatización del diseño electrónico, por sus iniciales en inglés) que dejasen de vender sus soluciones avanzadas a grupos chinos. El impacto económico en Nvidia fue elevado. La compañía había diseñado este chip específicamente para cumplir los requisitos impuestos por el entonces presidente Joe Biden para limitar el acceso de China a tecnología avanzada para inteligencia artificial
Los analistas económicos y políticos están atónitos con esta medida. “Lo que estamos viendo es, en efecto, la monetización de la política comercial de EE.UU., en la que las empresas estadounidenses deben pagar al Gobierno de EE.UU. para obtener permiso para exportar. Si ese es el caso, hemos entrado en un mundo nuevo y peligroso”, aseguró Stephen Olson, exnegociador comercial de Estados Unidos y actualmente miembro del Yusof Ishak Institute, con sede en Singapur, en declaraciones a Bloomberg.
De momento, Nvidia solo puede vender el chip H20 a China. En la misma rueda de prensa en que se informó sobre el acuerdo, Trump valoró la opción de que la compañía pueda vender su chip más avanzado, Blackwell, aunque introdujo la posibilidad de que el Gobierno estadounidense se quede con entre el 30% y el 50% de los ingresos por ventas de ese chip. De hecho, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, se abrió en unas declaraciones a que Estados Unidos pueda aplicar a más sectores el mismo modelo impositivo.
En la misma semana, el magnate cierra un acuerdo millonario con Apple y estudia entrar en el capital de IntelOtro frente que ha abierto Trump en las últimas semanas ha sido con Intel, gigante de los semiconductores en horas bajas. El presidente pidió la renuncia del consejero delegado, Lip-Bu Tan, que asumió el cargo este mismo año para tratar de reflotar la compañía. La petición de dimisión se sustentaba en dos acusaciones. La primera es que Cadence Design Systems, la anterior empresa del directivo, se declaró culpable recientemente en un caso penal por la venta ilegal de productos en China, presuntamente bajo su mandato (2009-2021). La segunda apunta a supuestas inversiones de este directivo de origen malasio en empresas chinas. Días después, Trump alabó la trayectoria del ejecutivo en una reunión cara a cara. “El señor Tan y los miembros de mi gabinete pasarán tiempo juntos y me presentarán sugerencias durante la próxima semana”, aseguró el presidente.
El misterio no ha durado tanto. Las acciones de Intel se dispararon el jueves más de un 7% después de que la agencia Bloomberg apuntase que EE.UU. estaría valorando entrar en el accionariado de la compañía con sede en Santa Clara (California). La inyección de capital permitiría a Intel reposicionarse en el mercado, aunque podría sufrir contrapartidas.
La estrategia de la Administración Trump también ha tenido un impacto en las importaciones. El Gobierno estadounidense lleva meses amenazando con la implementación de un arancel del 100% sobre las ventas de compañías internacionales en el país. El pasado viernes, antes de emprender su viaje a Alaska, el magnate anunció que la semana próxima o la siguiente desvelará el gravamen final. La única opción para las empresas que compran chips en el extranjero es comprometer inversiones. La taiwanesa TSMC anunció en marzo pasado una inversión de 100.000 millones de dólares en su complejo de Arizona, aunque Trump, recientemente, elevó esa cifra a 300.000 millones. El Gobierno chino, con intereses geopolíticos en Taiwán, lamentó el primer anuncio y advirtió que, si la cifra acaba siendo la propuesta por Trump, podría ser catastrófico para el desarrollo de la industria en la región.
La presión no es únicamente para las empresas extranjeras. Apple, uno de los emblemas de Silicon Valley, ha estado en el punto de mira de Trump desde el inicio de su mandato. La compañía con sede en Cupertino (California) tiene la fabricación de sus iPhone y el resto de productos deslocalizada en el extranjero, principalmente en China y otros países asiáticos, por lo que se vería obligada a pagar los aranceles para vender sus artículos. Sin embargo, Apple prometió inversiones millonarias en Estados Unidos para obtener la exención. La semana pasada, Tim Cook acudió al encuentro con Trump con un regalo personal para el presidente, una placa de la compañía sobre un lingote de oro, y un anuncio de 600.000 millones de dólares en inversiones.
EE.UU. establece un impuesto a sus propias empresas de chips para comerciar con ChinaTrump parece haberle tomado la medida a la industria de los semiconductores. Mientras las negociaciones con China se mantienen vigentes durante los próximos 90 días, es probable que se vean nuevas medidas. Sin embargo, no parece que toda esta presión esté ablandando al Gobierno de Xi Jinping en las negociaciones.

La compañía pagará un impuesto del 15% sobre sus ventas en China.

La compañía se ha comprometido a invertir 600.000 millones en Estados Unidos.

El gigante de los procesadores se ha abierto a que Estados Unidos entre en su capital.
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