El segundo piso de la 4T tiene luz

Entre los muchos errores estratégicos que cometió el gobierno de López Obrador estuvo el limitar la capacidad de generación de energía eléctrica que permitiera la expansión económica.
El famoso nearshoring que se esperaba, antes del regreso de Donald Trump a la presidencia estadounidense, se topó con el apagón ideológico del lopezobradorismo y hoy es el principal lastre para la expansión industrial.
Pero hubo otro costo interno que hoy ha provocado que sea el sector energético uno de los pocos donde se ha dado un rompimiento en la continuidad de la llamada Cuarta Transformación.
La pobre concepción de la izquierda latinoamericana hace que hasta la fecha se defienda al estatismo como modelo de desarrollo, pero un factor climático hace que la doctora especialista en ingeniería energética no pueda estar de acuerdo con la visión carbonífera de Manuel Bartlett.
Ese personaje pasó de tirar el sistema electoral desde el PRI, que les costó la presidencia a los padres fundadores de este régimen, a tirar el sistema eléctrico con la retórica mentirosa de la soberanía energética, como si la seguridad nacional dependiera de quemar combustóleo y no de una red moderna y eficiente.
El cuento de la soberanía energética de López-Bartlett le ha costado al país un descomunal aumento de la deuda y la baja productividad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), un enfoque en la generación a través de combustibles fósiles con un resultante estancamiento en la transición energética y un cuello de botella energético para el país.
La deuda de la CFE aumentó alrededor de 4.3 veces más bajo la dirección de Bartlett que en el sexenio de Peña Nieto
¿Cómo decir entonces en el año siete de la 4T que López Obrador estaba mal sin decir que estaba mal?
El primer mensaje contundente fue designar a una experta como Emilia Esther Calleja, en sustitución de Bartlett en la CFE fue un cambio celebrado por el sector privado.
Con la Ley de Planeación Energética se recuperó la transición a las energías limpias privadas cubiertas por la nube de carbón del sexenio anterior.
Se ha abierto, con menos impulso del necesario, la inversión privada para ampliar la capacidad de generación eléctrica y, muy importante, se ha regresado el protagonismo a un área descuidada por el obradorato de modernizar y expandir las redes de transmisión y distribución eléctrica, que es un reconocimiento implícito de que soberanía sin infraestructura es parálisis.
El país había encontrado un buen camino de mercado con la reforma energética de Peña Nieto del 2013, pero había caído en la oscuridad de la dupla López-Bartlett y aunque ese cambio está cancelado, en la práctica se rescata su pragmatismo.
Y en el terreno más práctico se inicia la corrección de uno de los cuellos de botella provocados por el gobierno anterior en el que muchos sectores industriales y de servicios se encontraban con el impedimento de crecer.
En el cruce con la realidad mundial, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha decidido jugar sus cartas a la permanencia de un bloque norteamericano de comercio, incluso con el castigo arancelario a China, pero eso no era viable si no había lo elemental, la energía suficiente para encender esos cartelones de propaganda que dicen: Hecho en México.
El cuento de la soberanía energética de López-Bartlett le ha costado al país un descomunal aumento de la deuda y la baja productividad de la Comisión Federal de Electricidad.
Eleconomista