Florentino Pérez: demasiado solo para ganar, demasiado fuerte para perder

Se acaban de cumplir 25 años del acceso de Florentino Pérez a la presidencia del Real Madrid. No, aún, 25 años en el ejercicio del cargo. Son unas Bodas de Plata en sentido laxo. Florentino dimitió en 2006, arrepentido de haber consentido demasiado a los Galácticos, para regresar en 2009.
El episodio estableció una fractura no sólo temporal en el llamado florentinato, un reinado, una abdicación y una restauración. El presidente, escarmentado, se volvió menos paternal, y más autoritario y desconfiado. También, en la cima de su poder recobrado, más intransigente. Derivó hacia pensamientos y comportamientos disconformes con las opiniones y decisiones ajenas, convertidas por principio en equivocadas.
Trajo al Madrid una empresarial mentalidad calvinista y de marketing a partir de la cual fijar la política deportiva. Convirtió al Madrid en una máquina de gastar dinero, a veces de malgastarlo, y otra de ingresarlo, en ocasiones a espuertas. La búsqueda del equilibrio y, si cabe, el beneficio es para la casa una necesidad desviada en obsesión que conduce a desbarres como la Superliga. Un proyecto compartido con un socio que es una rémora. Un bulto sospechoso aferrado a su propia y fraudulenta financiación singular.
En conjunto, la dimensión de Florentino, un nombre que no necesita apellido, sólo es comparable a la de Bernabéu, un apellido que no necesita nombre. Lo que Bernabéu ideó y creó, Florentino lo ha ampliado y extendido. Dos gigantes, cada uno a su estilo y en su época. En interpretación olímpica, equivaldrían a Coubertin y Samaranch.
Hoy el Gran Jefe Blanco es un francotirador y su tribu un islote (¿oasis?) en la cima de un fútbol secuestrado por jeques y magnates ajenos a su esencia y geografía. Arribistas y advenedizos que sólo han dejado a la hinchada, simbólicamente, la propiedad emocional de los escudos. Florentino afirma con excesiva rotundidad para los tiempos que corren que mantendrá el club en poder de los socios. Está demasiado solo para ganar, pero es demasiado fuerte para perder. Y al revés.
De la resolución de esta paradoja reversible dependerá en gran medida el discurrir del Madrid por las profundidades de siglo XXI de nuestros pecados y nuestras penitencias. Un largo camino a través de un mundo rediseñado por la inteligencia artificial. Un oxímoron, una contradicción que está empezando a dirigirlo sin mejorarlo.
elmundo