El principio de parsimonia

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El principio de parsimonia

El principio de parsimonia

Puedes no creer en el alma humana. Pero un perro muerto pesa lo mismo que un perro vivo mientras que un ser humano pesa 21 gramos menos si está muerto. Ése es el peso del alma. A esa conclusión llevaron los experimentos, a principios del siglo XXI, de Duncan MacDougall. Un sofisticado y complejo sistema de balanzas alrededor del lecho de seis agonizantes le llevó a esa conclusión. Luego, vino la evidencia canina. Todo ello de que teníamos alma y esta pesaba 21 gramos dio lugar a numerosas polémicas. Pero ante las mismas y, dado que nadie, pudo dar una explicación mejor al cambio de peso entre un ser humano muerto y otro vivo, se aplicó lo que se llamó el principio de parsimonia que no tiene que ver nada con la manera de defender de Ronald Araújo, el único central que se defiende mejor en el post partido que en el partido. De regreso al principio de parsimonia éste nos dice que cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple cuenta con más probabilidades de ser cierta. O sea que es más fácil que esos 21 gramos de diferencia sean el alma porque las otras posibilidades son más complejas.

Soccer Football - LaLiga - FC Barcelona v Celta Vigo - Estadi Olimpic Lluis Companys, Barcelona, Spain - April 19, 2025 FC Barcelona coach Hansi Flick before the match REUTERS/Albert Gea

El entrenador del FC Barcelona, Hansi Flick

Albert Gea / Reuters

Demostrada la existencia del alma, lo del actual Barça me resulta más comprensible. La fe, que es creer en lo que no se puede comprobar, tiene mucho que ver con este equipo porque probablemente Hansi Flick les ha hecho creer que eran mejores de lo que eran hasta que lo han sido. En el deporte y en la vida sucede muy a menudo. Creer te da esos centímetros de más en un salto. A mí, personalmente, me resulta más difícil creer en uno mismo que en Dios, porque ir a tirar un penalti sabiendo que Dios te quiere y te mira y eres uno de los suyos, debe dar una fuerza absoluta (en especial si el portero es ateo o Sommer). Pero este equipo no tenía alma y ahora la tiene. Y se creen invencibles y hasta perdiendo lo son.

Hansi Flick les ha hecho creer que eran mejores de lo que eran hasta que lo han sido

Trabajo y fe. Mucho de uno y de lo otro. Y un entrenador sin apenas ego que habla inglés para que le entendamos. Quizás teníamos un exceso de genialidades, maestros, filósofos, hermanos de tu novia y amigos pendencieros y necesitábamos alguien que nos recordara que esto del fútbol es un deporte, un juego y un misterio. Lo es de misterioso que jueguen tan bien, que todos parezcan tan poco estrellas, y ya es casi lugar común el de jugadores transformados en su propia fantasía (Raphinha, Ferran, Eric Garcia…) pero desde el martes por la noche pienso en Gerard Martín, ese cuerpo que sin la tranquilidad y confianza de su entrenador desde la final de Copa sería un cuerpo con 21 gramos menos.

lavanguardia

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