Una ciudad que se hizo a tiros

Como las burbujas de una botella de cava, así centellean los motivos de festejo, el martes, en el número 144 de la calle Pau Claris, chez Èric del Arco y Josep Cots, el librero de la pajarita: Documenta anda celebrando 50 años de andadura —abrió el 9 de enero de 1975 en Ciutat Vella—, los mismos que cumple La verdad sobre el caso Savolta, publicada el 23 de abril de 1975, el último día del Libro franquista. De la misma forma, Eduardo Mendoza y Sergio Vila-Sanjuán, protagonistas de la velada, vienen con el zurrón cargado de premios: el Princesa de Asturias, el primero, y el Fernando Lara, el segundo, por la novela Misterio en el Barrio Gótico, de próxima aparición. Total, que la librería está a reventar, entre entusiastas lectores mendocinos y jefazos del Grupo Planeta: Jesús Badenes, Marc Rocamora, Albert Andreu y Elena Ramírez, directora editorial de Seix Barral. Temblor al constatar que ya hace medio siglo de casi todo, qué barbaridad.

Mendoza suele echar mano de la socarronería. El suyo es a veces un humor ganso y, en otras ocasiones, un humor de estirpe cervantina que se nutre de la perplejidad “ante el siempre cambiante espectáculo de la vida”, escribe Vila–Sanjuán en el prólogo a la edición conmemorativa de La verdad…

La muy barcelonesa novela ‘La verdad sobre el caso Savolta’ celebra su 50.º aniversario

El caso es que el premio Cervantes desata las carcajadas de la concurrencia cuando recuerda que en 1975, el año en que debutó como novelista, competían en la cartelera estrenos cinematográficos de relumbrón —títulos como Adulterio a la española, De profesión: polígamo y Tres suecas para tres Rodríguez—, de manera que el país “ya estaba muy preparado para recibir obras maestras”.

Más risas cuando el director del suplemento Cultura/s recuerda el informe de la censura que autorizó la publicación: “Novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza”. Pues vale.

La trama de la novela, ya cincuentona, transcurre entre 1917 y 1919, cuando se radicalizó la violencia de las organizaciones obreras y los sicarios a sueldo de la patronal. Los años del pistolerismo rojo y blanco, que comparten bien poco con la calidez de los cuadros de Rusiñol: la Barcelona y la Catalunya que conocemos se hicieron “a tiros”, subraya Mendoza.

También los disparos de máuser dieron la bienvenida a George Orwell a su llegada a la ciudad, en diciembre de 1936, para acabar alistándose en las brigadas internacionales. Cada junio el CCCB organiza rutas literarias por las callejuelas del gótico en memoria del escritor británico y de su memoir Homenaje a Cataluña (1938). El paseo del jueves, en inglés, estuvo a cargo del especialista Nick Lloyd, una delicia si no fuera porque las obras, ay, han convertido la Rambla en una pista americana intransitable: las máquinas Caterpillar malviven con los mojitos turísticos. La ruta desembocó en el café Moka, uno de los escenarios de los fets de maig de 1937; ya saben, una guerra civil dentro de la Guerra Civil. Anarquistas contra estalinistas, en un resumen manazas.

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Aunque permaneció durante décadas en un segundo plano, Orwell, autor de la distópica 1984, resurge hoy como un pensador clarividente por su defensa de la libertad de expresión y su denuncia de dogmas y totalitarismos. En tiempos de tribulación como estos, conviene mudarse a lugares en la sombra, colmados de cosas pequeñas y bellas, como la poesía. ¡Más versos y menos me gusta ! Así, Carlos Zanón, tras arruinarnos la siesta del sábado, supo compensar con creces a quienes acudieron a escucharle a la librería Nollegiu, del Poblenou, junto con su factótum, Xavier Vidal. En la presentación de su nueva antología, Trizas (Espasa), Zanón leyó poemas y transitó por sus inicios en la vocación, a los 22 años; si algún día gana el Planeta, dijo, será “para recuperar el dinero que me gasté entonces en fotocopias”.

Reseñable también en la apretada semana la fiesta en Ona, el martes, para celebrar el 35.º aniversario de Cafè Central y la continuidad de una editorial que construyeron Antoni Clapés y Víctor Sunyol. Ahora se suma al proyecto Vidal, el librero incandescente de las Nollegiu.