Luis Frangella: las obras inéditas del artista argentino que marcó el arte de los 80

Varios años antes de convertirse en uno de los principales referentes del movimiento contracultural surgido en el East Village, a comienzos de los años 80, Luis Frangella, todavía un artista en ciernes, desembarcó en Estados Unidos. Llegó en 1972 con una beca para estudiar en el MIT (Massachusetts Institute of Arts), y muchas ganas de tomar distancia de la escena porteña, en donde ya se había consagrado como joven arquitecto y dibujante, colaborando en proyectos de envergadura, junto al estudio de Clorindo Testa y Francisco Bullrich. Quería explorar cierta dimensión volumétrica de la imagen en dos dimensiones, una búsqueda que, como señala Amparo Díscoli, (galerista y principal promotora de la obra de este artista en la actualidad) se mantuvo en su trabajo posterior, más pictórico, más expresivo y, si se quiere, más urgente.
Lúdicas y extremadamente sesudas (como todo en Luis) las obras que hoy pueden verse en la galería Cosmocosa corresponden a ese momento, entre 1971 y 1981, que parece haber sido una suerte de semillero de futuras floraciones en la vida de este artista.
En esos diez años Frangella se instaló en Boston, cuna del trascendentalismo y tierra de pensadores libres como Henry David Thoreau; en esos años trabó amistad con el músico, artista y pensador John Cage, una suerte de talismán del arte contemporáneo; en esos años ganó la beca Guggenheim; en esos años decidió que quería vivir en Nueva York para triunfar en el arte. Y lo hizo, aunque el triunfo artístico siempre sea una victoria pírrica y el artista, que pone el cuerpo, el corazón y todo lo que es en la contienda, pierda más de lo que gane. (Al menos en vida).
Luis Frangella.
Poco después, ya en Nueva York y con la experiencia de Boston en sus espaldas, Luis se convirtió en el artista que enseñó a pintar y a manejar la gran escala (esa que, en una ciudad derruida que parecía tierra de nadie, pedía pintura a gritos) a una generación de jóvenes que circulaban por fuera del establishment de las galerías de Soho. Su trazo firme y grácil y su paleta intensa de esos años son difíciles de olvidar.
Luis Frangella.
La muestra que hoy puede verse en Cosmocosa, entonces, fruto de un puntilloso e inusual trabajo de investigación y recolección por parte de los galeristas, ilumina un fragmento apasionante de la vida de este artista, que fácilmente podría haber sido eclipsado por los torsos, las ratas y las calaveras gigantes que siguieron en su trayectoria durante los años 80.
Las obras no son pocas, sino justas. Con tres o cuatro quedan claras las intenciones de Frangella de trabajar la ilusión óptica del volumen a partir de la yuxtaposición de líneas de colores (efecto que, pocos años después, explotaría el cine mainstream en películas como Tiburón o Batman).
Para ellas, se disponen (como en las salas de cine) los famosos anteojitos de papel rojos y verdes, que el visitante de la galería deberá colocarse para entender las piezas desplegadas por las paredes y el suelo.
Luis Frangella
Hay también extenso material de archivo que, de forma sigilosa pero contundente, da cuenta de la exploración que venía realizando Frangella en estos términos, y que lo instalan, a finales del siglo XX, a la vera de la supuesta muerte de la pintura y del fin de los grandes relatos (incluido el arte), en esa extensa genealogía de artistas estudiosos, genios minuciosos y pensadores incansables de la imagen que cientos de años antes inauguraba Leonardo.
También para Frangella, y como alguna vez lo recordó el título de una muestra póstuma organizada a su homenaje, “la pintura era una cosa mental”.
Por último, junto a las obras tridimensionales, la muestra presenta un dibujo de fines de los años 70 (uno de la misma serie de aquél con que ganó, en Buenos Aires, el Premio De Ridder de dibujo en 1977).
Aquel papel, colgado en la galería en la pared de entrada, termina de dar a comprender el modo en que el artista trabajó: pensando la pintura, y asimilando esos recursos hasta casi olvidarlos; vaciando la mano de ideas, como sugieren los taoístas que Luis estudió a través de sus lecturas y conversaciones con Cage; dejando que la mano guíe.
Un solo papel basta para dar cuenta de la sutileza aplastante a la que podía llegar este artista. Y para señalar el camino que, desde Boston a Nueva York, y pasando una y otra vez por Buenos Aires, abriría su mano en los ojos del mundo.
Luis Frangella. Los primeros años. M.I.T & Beca Guggenheim. 1971-1981. en Cosmocosa (Montevideo 1430, PB)
Clarin