Lo que haría falta para poner orden en el mundo es un nuevo Montesquieu.

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Lo que haría falta para poner orden en el mundo es un nuevo Montesquieu.

Lo que haría falta para poner orden en el mundo es un nuevo Montesquieu.

Imágenes Getty

Biblia

Jean Starobinski relee al pensador del siglo XVIII en un ensayo que vuelve a las librerías para Einaudi: una lección muy oportuna sobre la libertad, la moderación y la vigilancia como antídotos contra los fanatismos y extremismos de nuestro tiempo.

Después de siglos, los grandes pensadores, aquellos que pasan la prueba de la historia, demuestran ser tales porque pueden ser utilizados como guías en el presente confuso, incluso seleccionando lo que les conviene. Tal vez sea mera coincidencia que una nueva edición del Montesquieu (Einaudi) de Jean Starobinski haya sido publicada precisamente en medio de estos burdeles geopolíticos y crisis del Estado de derecho, pero al leerlo –o releerlo– encontramos en las frases del francés del siglo XVIII, y en el análisis que de él hace el polaco-ginebrino del siglo XX, al menos un punto de apoyo. Entender los hechos es el primer paso, si no para buscar soluciones, para no volverse loco. Como dice el editor del volumen, Martin Reuff, Starobinski hace de Montesquieu «un teórico de la libertad» y es un libro que puede «preservarnos del fanatismo».

Nacido como una breve biografía para Éditions du Seuil, donde se publicó ese mismo año Michelet de Roland Barthes, con el paso de los años y las reediciones el ensayo se ha convertido, precisamente en su adaptación al presente, en un manual. En la era de los extremos, de la exageración y del espectáculo constante, Montesquieu se convierte en el modelo del “coraje de la moderación”. No hace falta hablar de Trump o Putin, basta incluso un caso mundano y ya aburrido -y muy milanés- como el de la Gintoneria (la nueva Milán para beber sin craxismo) para aplicar las palabras de Montesquieu: "Vi surgir de repente, en el corazón de todos, una sed insaciable de riquezas". Montesquieu logra ser a la vez conservador y alguien que ve en la monarquía, como hacen hoy los marxistas con respecto a la «sociedad liberal», un sistema que aliena a los cortesanos y transforma a todos en individuos privados que solo buscan «las comodidades de la vida»: «En las buenas repúblicas decimos: nosotros. En las buenas monarquías decimos: yo», y, de nuevo, en las monarquías «cada hombre está aislado». Pero también conservador, porque había un mundo mejor hecho de héroes en el que la única expresión del poder no era la riqueza, sino la nobleza (ya fuera del alma o del linaje): del “servicio silencioso” pasamos a la “adulación”. Montesquieu, escribe Starobinski, “es el representante perfecto del estilo rococó”. Si Starobinski utiliza el siglo XVIII para comprender el siglo XX, podemos utilizar su lectura para estudiar nuestro siglo XXI.

El deseo de mejorar la sociedad que anima El espíritu de las leyes, “a medio camino entre la sociología y la legislación ideal, entre la filosofía del derecho y el panfleto antiabsolutista”, es fruto de la moderación, que no es “una virtud reductiva”, sino, “todo lo contrario, es la actitud que hace posible la más amplia apertura al mundo y la más amplia acogida”, y es capaz de contener las contradicciones, como el propio barón. Hoy en día, el término moderado, en política y en otros ámbitos, es visto casi con desprecio frente a populismos grandilocuentes que hacen gala de todo, frente a ciertos radicalismos que llegan a las primeras planas, entre motosierras y pequeños imperialismos. Pero el error, y Montesquieu nos lo muestra, es no ver la energía creadora viva que reside en la moderación. Como escribe Reuff en el prefacio: «La moderación no es, por lo tanto, la virtud de los tibios: es un acto de fuerza que interviene. Moderar significa medir las tensiones —personales, emocionales y políticas— y encontrar el punto medio capaz de hacer coexistir los opuestos». Y esta regla de vida, como dice Starobinski, se aplica a la política: «La idea de moderación, en Montesquieu, implica una vigilancia perpetua».

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