RUSIA/ De una amistad en la antigua URSS, la esperanza de que las cosas puedan cambiar en Gaza y Ucrania
Durante la era soviética, se oraba por la evangelización de la URSS. Mucho ha cambiado, y la misma esperanza se aplica a Gaza y Ucrania. Pero también a nuestros hijos.
En los últimos quince días he tenido la gracia de encontrarme en varias ocasiones con muchos de mis amigos, y entre ellos también muchos de mis antiguos alumnos, que viven en lo que fue la URSS .
Hubo momentos de verdadera emoción al reflexionar sobre nuestra historia, que, de diferentes maneras, nos ha hecho reconocer que el cristianismo no es una ideología, una doctrina dotada de una noble moral, sino la experiencia de una amistad fundada en el encuentro con Cristo resucitado, que sigue viviendo entre nosotros.
La otra noche, mientras revisaba imágenes de la guerra en Ucrania y la tragedia en Gaza, recordé, mientras le escribía a un viejo amigo, la vez que oramos por la posibilidad de la evangelización en Rusia y sus alrededores. Para muchos, esto parecía un ritual inútil para pedir una gracia imposible. Y sin embargo...
Como sabemos, no se puede decir que Rusia y sus alrededores se hayan convertido en una tierra donde todos vivan en paz como buenos cristianos. Además, no todos aquí viven en paz, y no diría que todos seamos buenos cristianos. Sin embargo, el milagro evidente que ha permitido a muchos, como los amigos que mencioné al principio, entregar sus vidas al Señor nos da una esperanza razonable de que las cosas también pueden cambiar en Gaza y Ucrania. Por supuesto, la oración debe ir acompañada de todo intento de demostrar concretamente no solo que las cosas pueden cambiar, sino que, para algunos, ya están cambiando.
Quizás a veces nos preocupamos demasiado, como en tantos programas de entrevistas, por simplemente tener el juicio correcto sobre ciertas situaciones que no solemos comprender a fondo. Así que puede suceder que incluso algunos hijos e hijas de mis amigos, que nacieron y crecieron aquí, al igual que otros niños que no han vivido las experiencias de sus padres, se sientan tentados a rechazarlo o, al menos, a considerarlo indigno de un compromiso de por vida.
Así que tomé una decisión extraña, quizás un poco loca: invitar a algunos de estos jóvenes a acompañarme al lugar donde crecieron sus padres para que conocieran a los amigos con quienes conocieron el cristianismo y a los jóvenes con quienes continúan su experiencia. Entre otras cosas, me gustaría que aprendieran también sobre algunos aspectos de la vida en la antigua Unión Soviética, que rara vez se abordan aquí o, si se abordan, suelen ser clichés.
Fue una sorpresa y una gran satisfacción que estos muchachos, con una pureza de corazón envidiable, aceptaran el desafío del antiguo maestro de sus padres.
Espero que esto pueda ser útil no sólo a ellos, sino también a muchos padres cristianos que, ante el escepticismo de sus hijos, comienzan a ayudarlos no sólo con las palabras adecuadas, sino ofreciéndoles experiencias excepcionales que hagan tambalear su hostilidad o, más a menudo, su indiferencia.
Entonces entra en juego el misterio de la libertad de los niños, que hemos aprendido que podemos ser libres de rechazar incluso algo grande que se nos proponga.
— — — —
Necesitamos tu ayuda para seguir brindándote información independiente y de calidad.
İl sussidiario
