No dejé que el cáncer me impidiera celebrar el cumpleaños de mi prima: lo que pasó después fue muy raro.

De pie en un kebab, pidiendo un doner de pollo con patatas fritas, me sentí como una persona normal. Pensaba si pedir también una lata de Dr Pepper (al fin y al cabo, ¿qué es lo peor que puede pasar?), pero decidí que ya tenía suficientes bebidas en casa. En mis tiempos de bebedor, quizá me hubiera decantado por el refresco mientras me atiborraba de trozos de doner de pollo recalentado y salsa de chile tibia.
Pero ahora, como probablemente una de las pocas personas sobrias en semejante establecimiento justo antes del cierre, era mucho más reservada. Había estado en Hyde Park, Londres, toda la tarde y buena parte de la noche celebrando el cumpleaños de mi primo, incluso intentando entender un juego escandinavo de lanzar palos grandes contra bloques de madera. Y, lo más importante para mí, casi ninguno de sus amigos sabía que tenía cáncer, así que no me preguntaron nada.
Obviamente es triste que no devoren mis diarios cada semana y que no sepan que en el Daily Express intentamos cambiar vidas con la campaña Cancer Care. Pero fue agradable poder disfrutar durante varias horas de una tarde soleada de esa rara experiencia de ser yo mismo rodeado de otras personas. No era un paciente de cáncer. Nadie me cuestionó por qué no bebía, porque todos los demás tenían la edad en que beben, pero no tanto como yo a su edad.
Y me infundió un poco de confianza saber que esta semana podría salir cuatro noches seguidas. Sí, yo, el que tiene cáncer de intestino incurable y se cansa cuando tiene 12 citas en una semana en tres hospitales del sur de Londres. Sí, yo, el que se queda dormido durante la quimioterapia tras derramar accidentalmente un paquete de Mini Cheddars en el suelo.
Pero, como un cruel giro argumental en la canción Seven Days de Craig David, en lugar de ir a ver comedia el lunes, al estreno de un documental el martes, a una experiencia de teatro inmersiva el miércoles y a una fiesta de verano en el trabajo el jueves, hasta ahora no he conseguido nada. Sí, nada. Ni siquiera he ido al hospital para un análisis de sangre. En mi búsqueda de la normalidad, me ha dado un dolor de garganta, así que, al momento de escribir esto, no he llegado a ningún lado.
A diferencia de antes de que me diagnosticaran un cáncer incurable, hoy en día cualquier dolencia e infección me afecta mucho más de lo que desearía. Los raspones y moretones tardan más en curarse, las infecciones que deberían curarse con Strepsils y dormir me atormentan, y todo simplemente me lleva más tiempo. Y la frustración y el agotamiento me pasan factura mentalmente mientras veo cómo se me escapan las cosas divertidas.
Es algo de lo que he hablado mucho antes, pero, dos años después de vivir con cáncer, la salud mental y los aspectos que me faltan en la vida siguen siendo lo más difícil para mí. Por eso, la campaña Cancer Care pide apoyo en salud mental para pacientes con cáncer, tanto durante como después de la quimioterapia.
Y, tanto si prefieres la salsa picante para tu kebab como si no te gustaría ir a un establecimiento así, puedes ayudar firmando la petición y compartiéndola con tus amigos en redes sociales. Juntos podemos brindarles a todos el apoyo que necesitan para que se sientan lo más normales posible.
Daily Express