El editorial. Un momento socialista.

La intensidad de los debates en torno al proyecto de presupuesto ha reavivado la tradicional división izquierda-derecha, que el macronismo creía haber superado. Porque no existe una única manera de abordar los problemas, y debe haber un debate sobre cómo gobernar y gestionar el país.

En este momento de gran incertidumbre política, el Partido Socialista intenta recuperar protagonismo en la escena política y retomar su papel como partido gobernante, un rol que ha relegado desde el fin de la presidencia de François Hollande . Esta estrategia no consiste en una alianza formal con puestos ministeriales garantizados, como hicieron anteriormente los Republicanos. Se trata, más bien, de un intento por influir al máximo en el proyecto de ley de presupuestos mediante concesiones y amenazas de censura.

La suspensión de la reforma de las pensiones y el descongelamiento de las pensiones y las prestaciones sociales: los diputados socialistas se atribuyen avances mientras restan importancia al rechazo del impuesto Zucman, que, sin embargo, han esgrimido como grito de guerra. El Partido Socialista (PS) tiene todo el interés en prolongar este momento en el que siente que influye en el curso de los acontecimientos. Sobre todo porque otra disolución del Parlamento no le convendría. Estas supuestas victorias, sin embargo, son meras promesas con un futuro incierto, ya que no hay garantía de que se incluyan en el presupuesto final. Su futuro será aún más crucial dado que la apuesta de Olivier Faure —porque, en efecto, es una apuesta— tiene otro objetivo.

El Primer Secretario quiere aprovechar este resurgimiento político para intentar arrebatarle el Partido Socialista (PS) a las ambiciones hegemónicas de La Francia Insumisa, cuya estrategia es forzar la dimisión del Presidente de la República. Esto es también lo que está en juego con el retorno de la división izquierda-derecha: la cuestión del liderazgo de la izquierda y el grado de radicalismo de la propuesta política que se impondrá.