Disolución, inelegibilidad: Marine Le Pen, entre golpes y mentones

Marine Le Pen casi se traga su cigarrillo electrónico. Al igual que el resto de la clase política francesa, no previó el harakiri de François Bayrou el 25 de agosto. Descubrió su deseo de someterse a un voto de confianza frente al televisor, desde su feudo familiar de La Trinité-sur-Mer (Morbihan), donde pasó la mayor parte de sus vacaciones. El primer ministro, con quien mantenía una relación marcada por el respeto, no intentó negociar de antemano la abstención de la extrema derecha ni dio seguimiento a la carta que ella envió a finales de julio, exponiendo sus propias ideas para reducir el déficit.
Unas cuantas llamadas a sus contactos macronistas para entender los motivos de esta variante bearnesa del seppuku y Marine Le Pen saca su arma: ni confianza ni abstención, la Agrupación Nacional (RN) "votará evidentemente en contra" y sólo ve una salida a la crisis actual: la disolución. Esto no basta para perturbar su agenda personal: la heredera de Le Pen se ha acostumbrado a seguir la temporada política de agosto desde la distancia y a organizar las de su partido a mediados de septiembre. Como única líder política nacional ausente de las pantallas, Marine Le Pen deja a Jordan Bardella para encarnar en solitario a la extrema derecha tras este revuelo político.
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Le Monde