“Culpar a los enfermos por déficits sociales no es ni audaz ni valiente”.

En una sociedad que envejece, los costes sanitarios inevitablemente repercuten en el déficit público. La decisión es difícil dado el deterioro crónico de las cuentas del seguro médico. Pero ¿deberían centrarse todos los esfuerzos en los enfermos? Durante la presentación de sus directrices presupuestarias el 15 de julio, el primer ministro François Bayrou tomó esta decisión al fijar un rumbo: una medida de austeridad de 5.000 millones de euros en gasto sanitario .
Las medidas anunciadas, reiteradas a principios de agosto por el ministro de Sanidad, evocan un déjà vu, ya que reflejan políticas trilladas. Así, durante su discurso, el primer ministro recurrió a la retórica clásica: «empoderar a los pacientes». Los franceses son vistos como «consumidores» demasiado aficionados a los antibióticos o a las bajas laborales, sin ser conscientes de sus costes. Incluso encontramos la imagen del turismo médico con la «multiplicación desmesurada» de consultas y pruebas para confirmar un diagnóstico. El aumento de la franquicia anual sobre los reembolsos representa una advertencia para todos estos consumidores irresponsables.
Durante décadas, esta misma retórica ha guiado todas las reformas del seguro médico. Mientras tanto, el acceso a la atención médica se ha deteriorado considerablemente. Hoy en día, los pacientes —si alguna vez lo fueron— no son "turistas" que preparan planes de tratamiento y buscan otra exploración. Conseguir una cita con un médico de cabecera en un plazo razonable se ha convertido en una auténtica pesadilla. ¿Cómo podemos tener esta visión desconectada del mundo de la atención médica cuando los franceses sufren la agudización de la desertificación médica?
De igual manera, en lo que respecta a los hospitales, la exigencia de "eficiencia" del Primer Ministro es extremadamente dura para quienes los mantienen en funcionamiento. Para garantizarlo, está redescubriendo la necesidad de desarrollar la atención ambulatoria, a pesar de que las instituciones llevan años avanzando en esta dirección a un ritmo acelerado. Con la desintegración de todos los eslabones de la cadena sanitaria, los hospitales se han convertido en el receptáculo de todas las crisis. ¿Cómo podemos seguir hablando de eficiencia cuando nuestros profesionales sanitarios están profundamente descontentos?
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Le Monde