En Bretton Woods, el dólar en el centro de un nuevo orden mundial

Este artículo es parte de la serie
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El dólar está adquiriendo una dimensión internacional que lo convertirá en un relevo conveniente para el imperialismo estadounidense. Pero surgirán contradicciones. Fatales para el sistema inicial, siguen apareciendo hoy, incluso en la guerra comercial desatada por Donald Trump.
En julio de 1944, mientras la guerra aún continuaba, los representantes de las principales potencias occidentales trabajaban intensamente en Bretton Woods (Estados Unidos) para encontrar la manera de salvar un sistema capitalista cuya responsabilidad en la llegada del nazismo era abrumadora. La ecuación es compleja: para promover la reconstrucción y aprender las lecciones de la gran crisis económica y financiera de los años 1930 que condujo a la guerra, es necesario establecer un sistema monetario de estabilidad inquebrantable.
Cerrar filas en torno al dólar, y por lo tanto en torno al capital estadounidense, parece ser la única lógica viable para las luminarias allí reunidas. Los tipos de cambio entre las principales monedas y el dólar son fijos. La moneda estadounidense es la única que todavía es convertible en oro . Todos los demás gravitan en torno a él con un tipo de cambio fijo.
Se crearon dos instituciones internacionales, el FMI y lo que se convertiría en el Banco Mundial, para supervisar el sistema. El dólar adquiere así el estatus de moneda común mundial. Moneda de reserva y de referencia, se convierte en un instrumento de dominación de Estados Unidos, al menos igual a su armada desplegada en todo el planeta. Esta condición privilegiada permite a Washington obtener préstamos a bajo coste y desviar capital de todo el mundo. Sólo los límites del sistema quedaron claros al final de los Trente Gloriosos.
En 1971, la guerra de Vietnam se reveló como un agujero negro financiero. La administración del presidente Richard Nixon decidió entonces romper parcialmente el sistema de Bretton Woods. Para colocar aún más al dólar en una posición pivote, decidió prohibir la convertibilidad del dólar en oro. Los principales países occidentales se están inclinando. Washington podrá absorber cada vez más ahorro global para dirigirlo a sus inmensos gastos presupuestarios.
Pero una contradicción ligada a la omnipotencia del dólar se verá exacerbada en un mundo que pronto será entregado a la globalización liberal. El dólar fuerte es un medio para que las multinacionales estadounidenses expandan sus conquistas. Al mismo tiempo, es un vector de desindustrialización en Estados Unidos cuando estas mismas empresas ya no dudan en trasladar su producción a lugares donde la mano de obra es más barata.
Éste es el criterio con el que debe evaluarse la guerra comercial desatada por Donald Trump. Su intención es aprovechar la caída del valor del dólar para atraer de nuevo la producción y las inversiones a Estados Unidos. Pero al mismo tiempo es necesario fortalecer la posición imperial del dólar para financiar con capital extranjero una deuda pública que hoy alcanza un máximo de unos 34,5 billones de dólares. Inaguantable.
El futuro de la humanidad, su capacidad para superar las crisis sociales y climáticas actuales, es necesariamente multilateral. Supone al menos una desdolarización como la que desea el "Sur global" con los BRICS y, en el mejor de los casos, el surgimiento de una verdadera moneda común global para afrontar la financiación de los bienes públicos comunes necesarios.
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