El diablo del Tour de Francia, completamente fuera de sí

Conocimos al Diablo desde pequeños. Desde que tenemos memoria, hemos visto su atuendo rojo y negro, sus cuernos y su tridente, su barba blanca y su mirada alucinante en la televisión cada verano, allá donde pasa el pelotón. "El Diablo" es un emblema del Tour de Francia. Lo encontramos al borde de la D127, que cruza la campiña mayena. "Llevo treinta y dos años haciendo esto", sonríe el hombre bajo el traje. Se llama Dieter Senft, pero todos lo llaman "Didi". Y a pesar de llevar tres décadas en el Tour de Francia, solo habla alemán. "Quería aprender francés, pero nunca lo conseguí . Es demasiado difícil. Es como el ciclismo, hay que ser bueno...". Didi sabe de lo que habla; de adolescente, usaba pantalones cortos de ciclismo. Más patinador que escalador, pero sin destacar. "Entrenaba más que los demás, y los demás eran mejores que yo. Simplemente no tenía talento".
El don se ha ido a otro lugar. La metamorfosis de Dieter Senft comenzó con las chispas y el olor acre del soldador. Porque antes de ser mascota, Didi es culturista. Y un inventor loco los domingos. A mediados de los 70, este fanático del ciclismo comenzó a construir bicicletas locas. "Había montado un espectáculo, las presentaba en ferias", rebobina el Diablo. "Me trajo algo de dinero, viví de ello". La atracción estrella: la bicicleta más alta.
Libération