Notas olfativas e hipnóticas de Max Richter: "El perfume, como la música, cortocircuita tu conciencia para infundirla más profundamente".

En el límite de un bosque de casi 12 hectáreas, en pleno Oxfordshire, una antigua granja de alpacas se ha transformado en un oasis artístico. El inmenso cobertizo ha sido perforado con ventanales que van del suelo al techo, y los animales y tractores han dado paso a amplios espacios habitables y estudios de fotografía y música utilizados para residencias breves de jóvenes artistas. El grupo de jazz Portico Quartet, el compositor Alex Groves, la violinista estonia Maarja Nuut y el poeta y cantante trans londinense Campbell King han visitado este espacio creativo, a menos de una hora de Londres, desde enero.

Cuando no está actuando en Los Ángeles, Estambul, Tokio o Madrid, es aquí, en su luminoso estudio, donde se encuentra Max Richter, copropietario del lugar junto con su esposa, la artista visual de origen húngaro Yulia Mahr. «Este es el lugar donde paso la mayor parte del tiempo», admite el compositor germano-británico una mañana de junio, señalando a través de la pantalla su piano Yamaha y un sintetizador Moog Music System 55. Un refugio donde compone, graba, investiga y experimenta.

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